La sospecha de que Luis Bárcenas, tesorero del Partido Popular en 2008 y 2009 (y antes gerente, desde los años ochenta), hubiera recibido pagos abundantes de Correa y sus diversas empresas parte de los libros de cuentas -caja B- confiscadas al contable de Correa. Es ahí donde aparecen las anotaciones de pagos a cargos públicos e intermediarios que permiten ir reconstruyendo la historia de los enchufes, las adjudicaciones y los tratos de favor -es decir, y como siempre, desvío de dinero público para enriquecimiento ilícito privado-.
Bárcenas no aparece mencionado, en ninguna anotación, por su nombre. Él siempre ha subrayado ese hecho como su principal defensa: “de mí no se habla en las cuentas de Gürtel, se habla de un tal L.B.” O de Luis el cabrón. Los investigadores de la policía sostienen, desde el comienzo del caso, que L.B. es Bárcenas y que, por tanto, cada vez que el contable de la trama anotaba un pago al tal Luis, la fortuna de Bárcenas aumentaba.
Naturalmente, una cosa es la sospecha y otra la prueba, una cosa es la convicción que, en este asunto, siempre han mostrado los investigadores policiales y otra que esa convicción esté acompañada por elementos que permitan acreditar sin lugar a dudas que era al tesorero del PP al que estos de la Gürtel llamaban L.B. La información aportada ahora por las autoridades suizas (la opacidad suiza ya no es lo que era) a la Audiencia Nacional según la cual el señor Bárcenas ha llegado a disponer de hasta veintidós millones de euros en una cuenta en aquel país -veintidós, veintidós, veintidós, veintidós veintidós- a nombre de una fundación panameña no prueba que L.B. sea él, pero sí indica que el tesorero tenía fuentes de ingresos muy notables que no se corresponden estrictamente con el dinero que admitía estar ganando.
Fuentes de ingresos y un enorme patrimonio que se esforzó en ocultar. Bárcenas estuvo a punto de librarse del caso Gürtel en septiembre de 2011, cuando se anunció...el archivo del caso. Hubo un día en que pareció que la Justicia establecía que, en efecto, no había nada sólido contra el ex tesorero del PP. En aquel momento la instrucción la llevaba el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, el juez tortuga Antonio Pedreira, que después de valorar los indicios que aportaba la investigación policial y los argumentos que, en su descargo, presentó Bárcenas concluyó que no podía probarse que las siglas L.B. que aparecían en las anotaciones contables de los Gurtel (es decir, a quién pagaban comisiones, regalos y viajes), correspondieran al tesorero del PP.
En caso de duda, dijo el magistrado, en favor del reo. Y el reo dejó de serlo. Temporalmente, sólo por seis meses, porque en marzo de 2012 la instrucción ya había pasado a la Audiencia Nacional y la sala de lo Penal deshizo la decisión de Pedreira y volvió a imputar al ex tesorero. Para entonces la fiscalía anticorrupción había presentado nuevos informes policiales que aportaban más indicios de que Bárcenas pudiera ser L.B. -beneficiado, por tanto, de los negocios de las empresas Gürtel-, informes de los que dijo el aludido que eran un cúmulo de mentiras y manipulaciones groseras; informes de la unidad de la policía que investiga los delitos económicos, la UDEF (la misma UDEF que saca de sus casillas a Pujol, qué coño es eso de la UDEF, y que sospecha de dos de sus hijos: Oriol, al que vincula con comisiones y paraísos fiscales, y Jordi, a cuya ex novia tomó declaración sobre las bolsas de billetes a Andorra).
Del mismo modo que hay dirigentes de Convergencia que atribuyen a la UDEF el papel de ejecutor de una campaña de descrédito dirigida por el gobierno, en su día hubo dirigentes del PP que no paraban de afirmar en privado que la UDEF estaba obsesionada con Bárcenas y que detrás de sus informes se adivinaba la mano de Rubalcaba -con el ventilador en marcha- sembrando sospechas sobre la financiación del PP. La “camarilla policial” que dijo Álvarez Cascos, ¿se acuerdan?
Cuando empezaron las sombras sobre Bárcenas la dirección del PP dijo estar a cuadros. En privado explicaba que, a diferencia de los otros sospechosos (alcaldes, diputados autonómicos), a los que habían dado pronto la patada porque nunca creyeron que fueran trigo limpio, del tesorero siempre había presupuesto su honradez -honradez a prueba de maletines-, dado que era un hombre muy rico y que él mismo había persuadido a Rajoy para que rompiera lazos con Correa. No fue Rajoy sino Cospedal quien presionó a Bárcenas para que renunciara al puesto de tesorero porque tanta primera página estaba haciéndole daño al partido. Le costó semanas que presentara la dimisión, pero terminó por hacerlo; y cuando Bárcenas abandonó la sede emitió el partido un comunicado en el que calificaba la renuncia de “transitoria” hasta que su inocencia, decía, quede acreditada ante las instancias judiciales.
La presunción de inocencia sigue siendo válida hoy y lo seguirá siendo hasta que exista, en su caso, una sentencia condenatoria. Pero esta novedad que hoy aporta Suiza es un soberano revés a la estrategia defensiva de Bárcenas por dos motivos: uno, que ocultó millones de euros a Hacienda; dos, que tendrá que explicar la procedencia de ese dinero. No sólo el fraude fiscal en que incurre quien oculta veintidós millones (el fraude no es tener una cuenta en Suiza, sino tenerla para no tributar) sino la pregunta obligada sobre cómo llegó a tener tanto dinero sin que la Agencia Tributaria se percatara.
En la investigación de la Gürtel se atribuye a Bárcenas haber recibido un millón y medio de euros de Correa. Si llegó a tener 22 millones, las procedencias tienen que ser más diversas. Ahora ya no está Rubalcaba de ministro del Interior y no está Baltasar Garzón instruyendo el caso en la Audiencia. Pero los indicios se siguen acumulando. Y en la misma dirección en que se acumularon siempre. Está claro que algunos han tenido cuentas en Suiza por encima de sus posibilidades.