Monólogo de Alsina

Alsina señala los "escándalos en cascada" que salpican al PSOE y el Gobierno: "Cunde la sensación de que ha perdido el control"

El presentador de Más de uno ha comparado la situación de crisis constantes del Ejecutivo de Sánchez con la que sufrió Felipe González en el año 1994, durante su última legislatura.

Carlos Alsina

Madrid |

Monólogo de Alsina, en Más de uno

Sucedió un miércoles, cuatro de mayo. El año era 1994. A media tarde, como cada día, las redacciones de los periódicos elaboraban la edición del día siguiente. En las redacciones de las emisoras de radio preparábamos el informativo de las ocho de la tarde. Veníamos de unos días trepidantes en los que, en cualquier momento, saltaban noticias de las gordas.

La semana pasada había desaparecido Luis Roldán, el director general de la Guardia Civil que a punto de ser ministro y que, cercado por la investigación sobre su patrimonio oculto, dio esquinazo al juzgado y a la policía y se fugó de España. El ministro del Interior había ofrecido su cabeza al presidente González, pero aún tenía la esperanza de capturarle.

Había un escándalo financiero que estaba siendo destapado y que salpicaba a personas con mucho dinero y muy vinculadas al poder político. Se llamaba Ibercorp, o cómo el representante de la Bolsa de Madrid, síndico Manuel de la Concha, había montado una sociedad para gestionar el patrimonio de grandes fortunas incluyendo la ocultación de dinero a Hacienda. Entre los clientes del chiringuito, con nombre falso, había aparecido el mismísimo gobernador del Banco de España.

Eran tardes de gloria periodística en las que había que reaccionar a cualquier novedad de última hora y saber ponerla en su contexto. Y entonces, aquel cuatro de mayo, saltó la noticia de que había dimitido… el ministro de Agricultura. ¿Cómo? ¿El de Agricultura? Desconcierto general. En medio del torbellino de investigaciones, escándalos, altos cargos presuntos, dimitía ¡el de Agricultura! Pero qué me estás contando. Esto de qué va.

El ministro de Agricultura, con todo el afecto a Luis Planas, acostumbra a ser el más anodino del gabinete. Solo es noticia cuando hay una epidemia animal o cuando se negocian las cuotas de pesca. Aquel ministro de entonces se llamaba Vicente Albero y su nombre quedó como símbolo de la descomposición total de un gobierno: si ya dimite hasta el de Agricultura…

Luego se supo que dimitía porque él también era cliente del gestor-ocultador De la Concha, o sea, Ibercorp. Y esa misma noche -para que veas que eran días trepidantes- la policía detuvo a De la Concha y al gobernador. Dos días después dimitió Baltasar Garzón, el juez que había seducido por el poder político -seducido y neutralizado como juez-: él se fue, no por Ibercorp ni por Roldán sino defraudado con Felipe porque solo le había dado rango de secretario de Estado.

Moraleja: cuando es tal el cúmulo de noticias que salpican al Gobierno que las redacciones, desconcertadas, se preguntan "esto que acaba de salir, ¿es parte de un escándalo conocido o es otro escándalo nuevo?" es que ese gobierno ha entrado en modo Albero.

Detenida la fontanera reportera

A media tarde de ayer saltó la noticia de que la UCO había detenido a la fontanera reportera. Ay, aquellos días de bromas e imposturas. Saltó la noticia de que Leire Díez había sido llevada al calabozo y la pregunta fue: ¿por su caso de maniobras en la oscuridad para denigrar a la UCO, jueces y fiscales, exprimiendo la munición villareja de su compadre Pérez Dolset, o por otro caso nuevo? Bingo, es nuevo. Este va de contratos públicos amañados.

Y a la vez se ha detenido a un tal Vicente Fernández Guerrero que será un tal para usted y para mí pero no para María Jesús Montero, o para Ábalos, o para Cerdán. Fue el primer presidente de la SEPI (grupo de empresas públicas) del Gobierno Sánchez. La SEPI está adscrita al ministerio de Hacienda, o sea, a Montero, y el elegido venía de hacer carrera en la Junta de Andalucía, época socialista.

En ese mismo tiempo, Leire, la reportera autónoma, fue colocada en la empresa pública del uranio, dependiente de la SEPI, la misma que hoy presidente el ex gerente del PSOE Moreno Pavón. Y después de ejercer en la SEPI el señor Fernández Guerrero prestó servicios a Servinabar, o sea, Cerdán, porque el mundo, créaselo, es un pañuelo.

El Gobierno en modo Albero

Siendo una montaña rusa todos estos episodios chuscos de licitaciones, obras, pisos pagados por empresas, ingresos de los que nunca supo nada Hacienda, es otra montaña -esta no es rusa, sino de Lugo, Ferraz y la carretera de La Coruña- que tiene aún más incómodo al Gobierno y al partido del gobierno (valga la redundancia porque el jefe supremo de ambas estructuras es el mismo).

Se apellida Sánchez, se llama Pedro, y ayer respondió a la pregunta de Feijóo sobre los atributos que encontró en Paco Salazar invocando una encuesta de uno de sus ministerios que refleja que el acoso laboral a las mujeres en España es el pan de cada día. Si esta forma de responder a un caso que escuece, o sea, el escapismo, es lo que Sánchez ha aprendido del feminismo, es natural que el vértigo total se haya instalado en Ferraz y en la Moncloa.

Ahora que tenían evangelizados a los socios y a los palmeros para repetir a todas horas que la corrupción estaba encapsulada, que era solo cosa de tres golfos, empieza el goteo de denuncias internas por comportamientos repulsivos de señores machos. Lo iban a encapsular, o a enterrar, más bien, dejando que se pudiera lo de Salazar y han conseguido el efecto contrario.

Lo iban a encapsular, o a enterrar, más bien, dejando que se pudiera lo de Salazar y han conseguido el efecto contrario

El día que no es Torremolinos, es Lugo. El día que no hay que suspender de militancia a un secretario provincial hay que forzar la renuncia de un presidente de Diputación que proclama que no solo existen denuncias falsas, sino que él es la víctima de ellas.

Cunde la sensación de que el partido del gobierno ha perdido el control y de que el gobierno ha perdido su legendaria capacidad para camuflar cualquier asunto lanzando un globo sonda, inventando un debate nuevo o fabricando, primoroso, un relato. La tarde que le dimitió Vicente Albero, González empezó a asumir que no habría más remontadas.

Rufián se erige como portavoz del malestar de los españoles

Es hábil el diputado Rufián. Inteligente y hábil. Más cómodo que nunca en la vida, y el debate, parlamentario, curado de la alergia infantil que sintió por las Cortes Españolas de las que prometía liberarse en cuanto Cataluña dejara de ser España, aparcado el independentismo, la autodeterminación, la plurinacionalidad y todas aquellas banderas que en otro tiempo le parecieron prioritarias -ya se pasó la urgencia de la República Catalana-, ahora ha mutado en portavoz del malestar de los españoles de España. Ha asumido el papel de vigía que advierte al capitán de la barca progresista de los icebergs que le rodean: una semana, la vivienda, la siguiente, los precios. El precio de la vivienda, el precio de los alimentos, el coste de la vida.

Es hábil Rufián porque conecta con el escepticismo, transversal, que provoca el autobombo económico que el presidente practica a diario. Y es hábil porque centrar el tiro en el coste de la vida le permite seguir pasando de puntillas por este engorroso asunto de la corrupción que anidó en el seno del gobierno al que él apoya. El gobierno de los Ábalos, los Cerdanes y los Koldos.

Este nuevo Rufián, que se ofrece como portavoz del hombre de la calle se aleja del hombre cuando abraza la doctrina gubernamental, e interesada, según la cual si un ministro mete la mano en la caja para enriquecerse él, pero no a su partido, nada hay que reprocharle a quien lo tuvo a su cargo. Mientras solo se haya enriquecido él, aun a costa de contratos públicos amañados, hay que aceptar que el presidente era ajeno y, por supuesto, ignorante.

Ah, pero si el enriquecimiento hubiera sido del partido, entonces no, entonces nadie le consentiría al presidente ni ignorancia ni inocencia. ¿Por qué? Pregunta: ¿qué pasaría si, encontrados indicios de financiación irregular, el presidente alegara que estaba tan al margen y tan en babia como de todo lo demás? ¿Por qué no le iba a creer Rufián con tal de salvar el Gobierno de coalición que preserva a España del gobierno de las derechas?

No es solo el precio de los alimentos lo que ha subido, Gabriel, es el precio que pagan los costaleros del Gobierno por permanecer de perfil a sabiendas de lo incómoda que resulta esa posición, salvo que seas egipcio y habites el inframundo.

Luis Roldán, aquel corrupto que se fugó días antes de la dimisión de Albero, fue un altísimo cargo del gobierno de España que amañar adjudicaciones de obras para favorecer a sus corruptores y acumular dinero negro con el que ir haciéndose un patrimonio. Para los menos veteranos quizá sea oportuno mencionar que Luis Roldán nunca fue acusado de financiar irregularmente a su partido.

Simplemente se financiaba a sí mismo abusando del poder que ejercía como alto cargo del gobierno de España. El escándalo, en su día, fue mayúsculo. Nadie reclamó que se probara financiación irregular del PSOE para exigirle al presidente González su responsabilidad de no haber detectado a tiempo a la manzana podrida.

El País, por cierto, publicó, ante la acumulación de escándalos, un editorial titulado: ¿Tiene González la confianza del Parlamento? En él decía: "Es el Parlamento al que le compete la solución de esta crisis política. Cualquier programa, cualquier proyecto, cualquier acuerdo necesitan hoy que el presidente renueve primero la confianza que le otorgó la cámara. Es urgente contener el desbordamiento del gobierno. En medio del griterío, sólo planteando al Congreso la cuestión de confianza podrá recuperar la estabibilidad perdida".