Alguien tendrá que defender a Viviane Reding
Les voy a decir una cosa.
Alguien tendrá que defender a esta señora. Repudiada por los mismos que antes le hacían la ola y le enviaban cartas pidiéndole amparo. Viviane Reding. Qué culpa tendrá ella de que le adjudicaran una frase que nunca dijo.
ondacero.es
Madrid | 30.10.2012 20:14
A qué tanto revuelo porque ahora diga en una carta que el tratado de la Unión Europea dice lo que dice, si nunca dijo ella lo contrario. El absurdo debate generado por la posición de la señora Reding es un ejemplo impagable de cómo la distorsión de una declaración sin la menor enjundia acaba provocando una falsa discusión sobre algo que no es opinable. Viviane Reding es una señora de sesenta años, natural de Luxemburgo -ese pequeño país que tantos paisanos tiene en puestos de responsabilidad europeos- que lleva en la política comunitaria desde los tiempos de Jacques Delors y que conoce de sobra lo que dicen los tratados europeos.
Pero basta una declaración mal interpretada por un periódico catalán en boca de alguien que recibió en el 92 la Cruz de Sant Jordi para que el nacionalismo encumbre a la señora Reding a la condición de madrina europea o Virgen de Fátima. Veamos cómo se gestó esta historia tan absurda de si Bruselas apoyaría, o no, que una Cataluña independiente siguiera siendo Unión Europea. La comisaria Reding, que en efecto recibió la Cruz de Sant Jordi que concede el gobierno catalán hace veinte años (y a la vez que la recibieron el Barça y otras cuarenta personas o entidades) estuvo en Sevilla a finales del mes pasado por invitación de Pepe Griñán -ay, Griñán, estás presente en todas las salsas-.
La señora Reding acudía a inaugurar en Cádiz una cumbre de alcaldes europeos y se dio una vuelta, antes por el Parlamento Andaluz, donde concedió una entrevista al Diario de Sevilla. El periodista le planteó a la comisaria doce preguntas sobre la ampliación europea, el avance de los partidos de ultraderecha, la lucha contra el terrorismo y la crisis financiera antes de hacerle las dos últimas, que versaban sobre Cataluña. “Si Cataluña se independiza”, plantea el periodista, “debería abandonar la UE y negociar luego su ingreso”. Nótese que es una afirmación, no una pregunta. A lo que la comisaria dice: “No pienso ni por un segundo que Cataluña quiera dejar la Unión Europea. Conozco a los catalanes desde hace mucho tiempo, tengo la cruz de Sant Jordi, y sé que su sentimiento es profundamente europeo”. El periodista, con buen oficio, insiste: “no le pregunto por la voluntad de Cataluña, sino el proceso que se abre si se declara la independencia y lo que dice la Convención de Viena, que el estado resultante abandonará todos los organismos internacionales en los que el Estado matriz esté representado”.
Y es ahí donde la señora Reding pronunciaba la frase que Artur Mas recibió como si le estuviera dando un beso en la boca y que a Rajoy le sentó como un mordisco: “Vamos hombre”, dice Reding, “la legislación internacional no dice nada que se parezca a eso. Resuelvan en España sus problemas de política interna”. En realidad, como se ve, la comisaria no se estaba pronunciando sobre si una Cataluña independiente podría pertenecer, o no, a la UE. Lo que estaba diciendo es que la convención de Viena no dice lo que el periodista sostiene y nada que ver con este asunto, porque la pertenencia, o no, a la UE no la regula una convención internacional, sino un tratado entre naciones soberanas, entre las naciones soberanas que forman parte de ese club, no cualesquiera otras.
A más a más, cabe interpretar que lo que la comisaria estaba diciendo es que, dado que no cree que los catalanes quieran salirse de la Unión Europea, no cree que estén por la labor de independizarse. Ésta habría sido la conclusión lógica de lo que ella dijo. Pero el título de la entrevista fue este entrecomillado atribuído a Reding: “Ninguna ley dice que Cataluña deba salir de la UE si se independiza”. Primera sorpresa, porque la comisaria en nigún momento dijo tal cosa. A su vez, este título llama la atención -con razón-- de El Periódico de Catalunya y de La Vanguardia, que son los que más leen los nacionalistas catalanes, entusiasmados ante lo que allí pone y decididos a ofrecerle a la luxemburguesa el puesto de Reina Madre, si se tercia.
Un mal trabajo periodístico convierte una declaración rutinaria en la apariencia de un debate europeo sobre si la hipotética Cataluña independiente sería, o no, Unión Europea. A Joaquín Almunia -que es el único comisario de cuya existencia, antes de lo de Reding, teníamos noticia en España- le pregunta Julia Otero unos días después en esta casa por el proceso que se abriría si Catañuña se independiza. Y Almunia recuerda una obviedad: la Unión Europea es una asociación de Naciones que comparten un tratado. Si Cataluña se convierte en una nación nueva, tendrá que solicitar el ingreso porque, por definición, al dejar de ser parte del estado miembro deja de ser parte de la unión de estados. Oiga, de cajón.
Pese a ser una obviedad, la declaración de Almunia es titular en los medios porque se interpreta que está replicando a Reding y poniendo las cosas en su sitio. Ni lo uno, porque Reding nunca dijo lo contrario, ni lo otro, porque las cosas nunca dejaron de estar en su sitio, salvo para quienes inventaron una posición de la comisaria que no existía. Con todo, Almunia va unos días después a Barcelona y en una mesa redonda insiste: “la salida de la Unión Europea sería automática, pero después ya se vería; puede solicitar su ingreso, luego no es honesto decir de forma taxativa -dice Almunia- que quedaría fuera para siempre”.
Obsérvese que el comisario está repitiendo de nuevo las generales de la ley. Una nación recién nacida no puede formar parte de una asociación de naciones a la que no se ha adherido, pero puede pedir la adhesión, y es así donde se abrirá un debate en el que -como ocurre con todas las adhesiones- los países que ya son miembros tienen voz y voto. Pues bien, el diario La Vanguardia titula la declaración de Almunia como si fuera un aval a la permanencia de Cataluña en la UE, es decir, como si estuviera diciendo lo que no ha dicho: que la declaración de independencia no tiene consecuencia alguna en el encaje europeo de Cataluña. El gobierno catalán, que compra ese enfoque averiado, remite hoy a Almunia en respuesta a la carta de Reding que ha difundido el gobierno de España. De nuevo, como si fueran posiciones encontradas lo que nunca lo han sido. De nuevo, como si existiera un debate que nunca ha existido.
Artur Mas conoce sobradamente los tratados europeos y, antes que eso, conoce (por su formación) algo tan básico como quién pertenece a un club: pertenecen los miembros. Un nuevo país recién nacido no puede pertenecer a club alguno mientras no vaya llamando a la puerta y convenciendo a los miembros de que sería bueno para todos que él también lo fuera. El día siguiente a la independencia, Cataluña no sería Unión Europea. ¿Podría serlo en el futuro? Podría. Pero es posibilidad, no hecho. De entrada, no. En adelante, se vería.
Contar cualquier otra cosa, decir que no están claras las normas, distorsionar el sentido de las declaraciones de comisarias o comisarios, es jugar a confundir y a enredar. Cuéntese la realidad cual es que los ciudadanos se harán, sabiendo lo que hay, su composición de lugar. Si el anhelo de plenitud nacional, por emplear palabras del president Mas, es tan hondo y tan mayoritario como él sostiene, pertenecer o no a la UE no debería ser motivo suficiente para que ese anhelo flaqueara.