Durará lo que dure, pero por el momento lo están viviendo y eso ya no se lo quita nadie. Pero además esta mañana, me siento orgulloso también de la metamorfosis a mejor que se ha ido produciendo en nuestras aficiones de fútbol. Ayer se aplazó sin fecha el partido de vuelta de la Final de la Copa Libertadores en Buenos Aires, porque las consecuencias de las salvajadas producidas contra el autobús de Boca el día antes no estaban totalmente liberadas y había futbolistas aún dañados por los cortes de los cristales y el gas pimienta que les lanzaron. No sentí vergüenza, fue más bien una mezcla de pena y desprecio hacia los culpables, que siempre decimos que son una minoría, pero algo funciona mal en una sociedad cuando las minorías acobardan a la mayoría.
Argentina es un país culto, que vive el fútbol con una pasión desmesurada, pero también la literatura…Es el país de Borges, de Cortázar, de Roberto Fontanarrosa, de Gardel, del cardiólogo Favaloro….pero es el país donde anidó el huevo de la serpiente venenosa del fútbol que es la violencia ultra, los Barras Bravas, capaces de acobardar a un club, sus jugadores, sus presidentes, capaces de acobardar a una ciudad, capaces de sonrojar a todo un país como acaban de hacer ahora. Era una fiesta nacional del fútbol, y lo han convertido en una vergüenza nacional.
No imagino una vergüenza parecida aquí, aunque estuvimos a punto de perdernos por ese camino, pero ahora es impensable. Tenemos el mejor campeonato de Liga del mundo, los mejores futbolistas juegan aquí, y nos estamos dando cuenta que el fútbol se disfruta más en paz y alegría, y que la libertad total la alcanzaremos cuando podamos ir al fútbol con cualquier camiseta sin miedo al insulto. Miro hacia Buenos Aires, donde aún no se sabe cuándo podrán jugar ese segundo partido de la final…y se me escapa un susurro: no llores por mí Argentina…llora por ti y quienes te acobardan