El fallecimiento de Robe Iniesta ha conmocionado al rock español y ha desatado una oleada de tributos que trascienden generaciones y clases sociales. En La Brújula, Rafa Latorre conversa con el periodista David Mejía, quien recibió la noticia con sorpresa y dolor, y traza el retrato de un creador irreverente que combinaba la zafiedad callejera con una poesía tierna, muriendo en plena plenitud artística.
David Mejía confiesa que ha recibido la noticia de la muerte de Robe Iniesta con un "respingo" y la sensación de que se apaga a la vez un mito generacional y un creador que seguía en plena forma. En la conversación con Rafa Latorre, el periodista repasa el impacto emocional, la evolución artística de Extremoduro y la paradoja de un artista "libérrimo" que despreciaba a veces al público y, sin embargo, conectaba con todos.
Un golpe inesperado en plena plenitud
Mejía empieza admitiendo que la noticia le llega casi como un sobresalto matutino: "He puesto la radio antes de abrir cualquier periódico y he escuchado a Alsina decir que hoy tenemos que despedir a Robe Iniesta, y he tenido que comprobar que había escuchado bien". Aunque recuerda que Robe había cancelado la gira hacía un año y se le había perdido la pista, asegura que la muerte le deja "sorprendido" y "dolido".
Latorre apunta que, en cierto modo, nunca iba a ser una sorpresa del todo la muerte de Robe porque "no era una persona que se cuidase mucho precisamente" y porque toda su primera época es "una exaltación de las drogas y del beber". Pero lo que le impresiona hoy, subraya, es la diversidad de gente que considera a Robe "parte de su educación sentimental", desde "el pijo más pijo hasta el marginal más marginal".
Del rock sucio al mito compartido
Mejía sitúa la trayectoria de Robe y Extremoduro en un arco que va de lo underground a un fenómeno transversal. Recuerda que empezó como "una cosa más underground", con un rock transgresivo de sonido sucio "que puede echar para atrás", hasta el giro comercial que supuso "El Águila" y canciones como "So payaso", que abrieron la puerta a otros públicos.
Con el paso de los años, explica, la base de seguidores se ha ensanchado hasta abarcar varias generaciones: "Los que eran jóvenes en el 89, cuando sale el primer disco, y los jóvenes de ahora" coinciden en la admiración por Robe. A ello se suma, destaca, el respeto de otros músicos, que lo ven como un referente creativo y de honestidad artística.
Una explosión comercial no buscada
Latorre recuerda que la gran explosión comercial de Extremoduro no fue un plan calculado, sino la consecuencia de un fenómeno que iba por debajo del radar: esos conciertos con Platero y Tú que "llenaban grandes locales" y hacían preguntarse "qué está pasando con este grupo, qué es esto, este Extremoduro, este Jesucristo García, este rock sucio cargado de versos vulgares".
Para Mejía, la clave está en cómo Robe combinaba ese lenguaje bronco con una "poesía muy delicada y muy tierna". Cuando decía algo tierno, explica, resultaba verosímil porque "sabes que no está intentando decir otra cosa". Esa mezcla de zafiedad y ternura, de calle y sensibilidad, es lo que, a su juicio, lo convierte en un artista único.
Un creador que muere en su mejor momento
El periodista insiste en que la dimensión trágica de la muerte de Robe tiene que ver con el momento en que se produce: "Robe ha muerto en un momento de plenitud creativa". A diferencia de otros mitos que se apagan tras sus grandes gestas, como Maradona, sostiene que Robe "seguía siendo Robe": su último disco le parece "excepcional" y lo ha visto en concierto "hace poco más de un año", llenando estadios y componiendo al máximo nivel.
Esa continuidad creativa hace, según Mejía, que la pérdida resulte aún más dura: no se trata solo de despedir al mito de los 90, sino a un artista que todavía estaba explorando caminos, sonoridades y conceptos.
Tres Robe y varios Extremoduro
Latorre propone una lectura en capas de la carrera de Iniesta: "Hay tres Robe y, en consecuencia, dos Extremoduro y un creador en solitario". Por un lado, la etapa primigenia y callejera; después, el Extremoduro que cambia para siempre con el videoclip de "So payaso", cuando entra en el circuito principal de Los 40 principales con una producción más cuidada y un sonido más accesible. Y, finalmente, el Robe en solitario: "más lírico, más introspectivo, más conceptual, más poético".
Mejía añade un matiz: para él hay "otro Extremoduro", el de "La ley innata". Sitúa el gran estallido comercial en "Yo, minoría absoluta", con temas como "Standby" o "La vereda de la puerta de atrás", y luego distingue "La ley innata" como un salto de madurez y sofisticación, "un disco que se escucha del tirón", con coherencia interna y pistas encadenadas, que anticipa la ambición conceptual de la carrera en solitario de Robe.
Un artista libérrimo… y difícil
Latorre y Mejía coinciden en que Robe llevaba al extremo la libertad creativa. Latorre lo define como un músico "libérrimo hasta el punto de que despreciaba completamente a la gente", incapaz de imaginar qué esperaba el público del siguiente disco. Recuerda entrevistas en las que aparecía "completamente desaliñado", con respuestas "a veces ininteligibles" y una actitud que lo convertía en un entrevistado "bastante complicado".
Mejía, que ha visto muchas de esas entrevistas, comparte esa impresión y la enlaza con su gusto por romper normas, hasta el punto de lamentar en broma que la RAE admitiese "iros", porque convertía en correcto el título "Iros todos a tomar por culo". Para él, la gracia de Robe estaba también en esa mezcla de malsonante, zafio y, al mismo tiempo, gramaticalmente incorrecto, un juego que el músico llevó incluso a sus comunicados cuando tenía alguna discrepancia.
Directos, sofisticación y un pionero del micro de diadema
La conversación se detiene también en los directos de Extremoduro y de Robe. Latorre reconoce que el mítico disco "Iros todos a tomar por culo" no es "un buen directo" en términos estrictamente musicales, aunque tenga grandes momentos. Mejía, que ha visto a un Robe ya más sofisticado a partir de los 2000, defiende que sus conciertos recientes eran "magníficos", con una banda más pulida y arreglos más ricos, en buena medida gracias a la incorporación de Iñaki, exguitarrista de Platero, que aportó un sonido "menos callejero" y "más melódico".
Latorre subraya, además, el carácter pionero de Robe en el uso del micro de diadema en el rock nacional: "Cuando nadie utilizaba micro de diadema y él la tenía pegadita a la boca, porque así podía tocar la guitarra y moverse". Mejía recuerda que eso era habitual en artistas como Chayanne o Madonna, pero no en el universo del rock español.
La canción, el disco y el recuerdo
En el tramo final, Latorre somete a Mejía al clásico ejercicio de elegir una canción y un disco. El periodista elige "Cerca del suelo", del disco "Yo, minoría absoluta", precisamente porque "no es tan conocida" y le parece "un gran tema". Como álbum definitivo de Extremoduro, se queda con "La ley innata", por ese equilibrio entre momentos de grito y de introspección y por el nivel de madurez que, a su juicio, alcanza ahí la banda.
Latorre, por su parte, se inclina por "Agila" por pura biografía: es el disco que le pilla de lleno en 1996, en la plenitud juvenil de una época en la que "nuestro problema era si Clemente ponía a este o al otro" en la selección. Como canción, destaca "Quemando tus recuerdos", porque condensa todo lo que ve en Extremoduro: "esa cosa vulgar, a veces brutal, marginal, pero luego a la vez tierna".
