MANU MARLASCA Y LUIS RENDUELES

Territorio negro: Una ejecución impune...todo sobre la muerte del empresario Manuel Salgado

Manu Marlasca y Luis Rendueles nos hablan del asesinato del empresario Manuel Salgado Fernández hace más de 19 años en Vigo, que en dos meses este crimen quedará impune.

ondacero.es

Madrid | 26.06.2023 17:57

Si nada lo impide, el próximo 2 de abril, dentro de unos meses, la muerte de Manuel Salgado Fernández quedará impune. Este empresario y asesor fue asesinado de un certero tiro en la nuca en un garaje de Vigo hace algo más de diecinueve años.

No se ha podido demostrar la implicación de ninguna persona en el crimen

La investigación apuntó pronto a un móvil económico y al entorno más cercano de la víctima, pero en todo este tiempo no se ha podido demostrar con la contundencia que exige la ley la implicación de ninguna persona en el crimen y hace unos pocos días el juzgado dio el caso por cerrado.

Hoy, Luis Rendueles y Manu Marlasca nos hablan de las sombras que han rodeado este caso, que parece que va a pasar a engrosar la lista de crímenes sin resolver.

Empecemos por viajar en el tiempo hasta ese 2 de abril de 2004. Manuel Salgado Fernández, de cincuenta y seis años, va a coger su coche del aparcamiento.

No hubo ningún testigo del crimen

Entre las 8.15 y las 8.50 de ese día, Manuel, empresario y asesor, llega al garaje de la calle Rosalía de Castro, en el centro de Vigo. Cuando está junto a su coche, alguien le dispara un certero tiro en la parte posterior de la cabeza con una pistola de pequeño calibre, un 22. No hubo ningún testigo del crimen, era un lugar solitario y tampoco había cámaras que grabasen a nadie.

Junto al cuerpo sin vida de Manuel hallaron unos papeles desperdigados que llevaba la víctima y unos fragmentos de pisadas incompletas, que no llevaron a ninguna parte a los investigadores.

La principal pista que dio esa escena es que sirvió para descartar por completo la posibilidad de que la muerte de Manuel tuviese el robo como móvil. El cadáver conservaba una cadena de oro con una medalla del mismo metal precioso, el reloj y una cartera con sesenta y cinco euros. Eso sí, le habían quitado las llaves del coche y el teléfono móvil, que diecinueve años después siguen sin aparecer.

¿Si no fue un robo...pudo ser un encargo?

Eso se pensó en un principio por la forma de ejecutar el asesinato, pero la posición del cuerpo indicaba otra cosa. La postura en la que encontraron el cadáver hacía pensar que Manuel conocía a su asesino, que había tenido roces anteriores con él.

Cuando lo vio, no trató de huir ni fue sorprendido, sino que un estudio de la escena determinó que la víctima intentó meterse en su coche para evitar una discusión, como si hubiese tenido alguna otra con esa misma persona y esta vez no quisiese volver a discutir.

Otro detalle descartó casi por completo la participación de un sicario profesional. Una semana antes del crimen un vecino encontró en el mismo garaje donde murió Salgado un cartucho percutido del mismo calibre, marca y características que el que mató al empresario. Y, lo más sorprendente, fue disparado por la misma pistola, según determinaron las pruebas de balística.

Es decir, el asesino ya había estado ahí, en el mismo escenario del crimen, unos días antes.

El vecino entregó a la Policía el cartucho después de enterarse del asesinato de Salgado porque lo había guardado en su casa. Lo que creen los investigadores es que el asesino falló en un primer intento y que además dejó olvidado el proyectil, algo que no haría un sicario, desde luego. El cartucho estaba percutido, es decir, se apretó el gatillo del arma, pero la bala no salió del cañón, lo que ocurre a veces con armas antiguas o modificadas. Parece poco probable que un asesino profesional falle, se deje la bala y utilice la misma arma que en su intento fallido.

La Policía estudió el entorno más cercano de la víctima

Unas relaciones familiares que en los meses anteriores al crimen eran turbulentas, tal y como las define el juez de Vigo que acaba de dar por concluida la causa. Y da por cerrado el caso pese a tener claro, y citamos textualmente, "que todos los indicios llevan a concluir que el autor el homicidio se vincula de manera lógica y natural con personas cercanas a su ámbito familiar".

Manuel Salgado se había separado de su esposa, Marisol, unos atrás, en 1996. Ambos eran propietarios de varios negocios, entre ellos un colegio privado situado en Mos, que antes dirigía la mujer y ahora dirige el hijo del matrimonio.

Marisol había rehecho su vida junto al dueño de una tienda de alfombras y las disputas por dinero y por el control de los negocios eran frecuentes en la pareja desde la separación.

Inmediatamente antes de morir asesinado, Manuel Salgado comentó a sus más cercanos que se sentía vigilado y que temía por su vida. Él vivía en el momento de su asesinato con su hermana, su cuñado y sus dos sobrinos.

Es cierto que el reparto de los negocios y del patrimonio familiar estaba en los juzgados con denuncias cruzadas. Pero, además Manuel fue objeto de unas escuchas y unos seguimientos ilegales por los que fue condenado a cuatro años de prisión un personaje importante en toda esta historia, un detective privado llamado Faustino que ingresó en la cárcel de A Lama poco después del crimen y que para el día de la muerte de Salgado aportó una coartada débil a ojos de la acusación pero que le ha servido para estar libre de toda culpa en este caso. Dijo que estaba hablando con un funcionario de la cárcel sobre su ingreso, que tenía que haberse producido el día 2 de abril, el mismo día del crimen, y se retrasó hasta el 6 de abril.

La importancia del detective en el caso

Como decíamos, antes fue condenado, junto a Marisol, la exesposa de Manuel Salgado, por seguir y escuchar ilegalmente al empresario. Tenía una muy buena relación con la mujer de la víctima y además, está habituado al manejo de armas, según varios testimonios recogidos en la causa. Uno de ellos dijo que tenía en su domicilio dos armas cortas: un revólver y una vieja y pequeña pistola. El propio juez narra en su auto de conclusión del sumario que cinco años antes del crimen, en 1999, un sobrino del detective había comprado doscientos cartuchos como el utilizado en el crimen en una armería de Pontevedra. Y son balas poco comunes, de una marca, CCI, nada extendida y con unos rebordes muy característicos. Pero no solo quedó probado que se compraron esos cartuchos, sino que ese mismo sobrino, el detective y la mujer de Manuel Salgado estuvieron disparando esa munición en varios lugares.

La acusación particular, ejercida por el abogado Ramón Pérez Amoedo en representación de la hermana y los sobrinos de Manuel, pidió que se hiciese una investigación patrimonial al detective, pero el juez lo negó.

El despacho de criminólogos Balfagón-Chippirrás, que asesora al abogado, cree que esa es una de las claves del caso: desde el crimen de Manuel Salgado, que coincidió con su entrada en prisión, Faustino tuvo una comodísima situación económica, que le permitió hacer frente a sus gastos, a los de su entonces pareja –que no trabajaba– y hasta a los de los padres de ésta.

Además, hay otro dato que al menos demostraría que el detective tenía motivos para no tener demasiado aprecio por Manuel Salgado. Después de ser condenado a cuatro años de cárcel por cuatro delitos contra la intimidad por espiar a Manuel pidió el indulto de su pena y un requisito imprescindible para obtenerlo era el perdón de la víctima, pero el empresario se lo negó y Faustino entró en prisión exactamente dos días después del asesinato.

¿Nunca hubo nadie investigado ni detenido?

Sí, poco después del crimen se detuvo a Marisol, la exmujer de Manuel, y al hombre que en ese momento era su pareja, Jaime, un tipo que había estado en prisión, cumpliendo una condena por tráfico de drogas. Los dos han seguido como investigados durante casi todo el proceso. Sin embargo, las pruebas contra ellos eran muy endebles;solo había indicios, algunos bastante evidentes, que ahora recoge en el auto el juez instructor, después de que el caso se reabriese en noviembre de 2021 a petición de la acusación particular para dar una respuesta lógica, leemos textualmente, a las numerosas dudas e incongruencias que tenía la instrucción.

Hemos hablado de los que apuntaban al detective, pero el juez habla de más indicios y de más personajes de esta trama. Por ejemplo, dice textualmente que resulta curioso y no tiene explicación lógica que Rodrigo, el hijo de Manuel, el asesinado, y Marisol, actuase en el proceso, no como acusación particular, sino como como abogado defensor de Jaime, compañero sentimental de su madre e investigado por la muerte de su padre.

El hijo del Manuel Salgado tiene cierto protagonismo en el auto de conclusión del sumario. "No existe explicación al hecho de que la noche de los hechos, sobre las tres de la mañana, se hubiese desactivado la alarma de la casa de Marisol con las claves de Rodrigo, cuando éste no vivía en ese domicilio, sino que lo hacía en una vivienda del colegio con la que entonces era su novia, a la sazón hija de Jaime".

Una empleada dijo que la mañana del crimen solo estaban ella y otro empleado, pero las cámaras de seguridad detectaron esa mañana la llegada al domicilio de un conductor y un empleado de mantenimiento del colegio.

El juez también pone de manifiesto que Marisol era titular de cuatro teléfonos con números consecutivos: uno lo utilizaba ella, otro su hija y otro Jaime, su novio. Pues bien, el cuarto número, cuyo usuario se desconoce llamó a Marisol minutos después del crimen. El juez apunta la posibilidad de que el usuario fuese Rodrigo y pregunta: ¿cuál es el objeto de esa llamada apenas unos minutos después del homicidio? Y lamenta: "nadie tuvo la iniciativa de investigar estos hechos y a estas alturas es imposible averiguar algún dato al respecto".

El juez cree que han quedado "lagunas" pendientes para siempre

En el auto, el juez enumera las lagunas que a su juicio han quedado pendientes para siempre. Habla de que varios testigos vieron en los días anteriores al asesinato una furgoneta en actitud vigilante cerca del garaje donde se produjo el crimen, un vehículo que había sido alquilado por una persona relacionada con Marisol y Jaime que estaba vinculada al narcotráfico. El juez lamenta en este punto que no se pudo avanzar más, "dada la poca memoria de los testigos llamados".

Para enredar aún más la trama, en el auto también se hace referencia a un guardia civil de la intervención de armas que estaba siendo investigado por asuntos internos. Este agente apareció sin que nadie le llamase en comisaría cuando Marisol estaba dando explicaciones sobre un arma que estaba a su nombre y que él dijo que estaba en poder de la Guardia Civil.

El juez tilda la labor policial de "especialmente deficiente, incompleta y carente de un criterio lógico". Y para él, hay una razón de esta ineficacia: se queja de que "los funcionarios más competentes adscritos a la comisaría local fueron sustituidos por otros procedentes de unidades centrales con total desconocimiento de la zona, con lo que se privó de mucha información policial, dejando muchos cabos sueltos que el paso del tiempo ha impedido solventar pues los nuevos testigos llamados ofrecen versiones que en nada ayudan a resolver tales incertidumbres".

¿Hay alguna esperanza para la hermana y los sobrinos de Manuel que forman la acusación particular?

Es muy difícil. El caso se cerró en un principio en 2006, dos años después del crimen. Estuvo mucho tiempo muerto hasta que en 2021 se reabrió ante la insistencia de la acusación particular. El despacho Balfagón Chippirás presentó un informe en el que solicitaba la práctica de medio centenar de diligencias, alguna tan obvia como la declaración de Rodrigo, el hijo, que nunca declaró. Esa prueba no se practicó y las que sí se llevaron a cabo no han servido para desenredar la endiablada madeja del crimen de Manuel Salgado.