Luis Renudeles y Manu Marlasca

Territorio Negro: Carmen Fraile, un crimen resuelto demasiado tarde

A Carmen Fraile se la tragó la tierra hace casi 40 años. Desapareció sin dejar rastro y nada se supo de ella hasta que el año pasado la Policía averiguó que un esqueleto hallado en 1999 en una finca de Sant Salvador de Guardiola (Barcelona) era el de la mujer desaparecida, que, además, llevaba en sus entrañas un feto de cinco meses.

Luis Rendueles | Manu Marlasca

Madrid | 17.12.2019 17:15

La investigación se aceleró a partir de ese momento y hace unas semanas, un juzgado de Sabadell ha imputado a un hombre de 74 años como presunto autor de la muerte de Carmen y del bebé del que estaba embarazada. Desgraciadamente, parece que el caso no va a llegar más lejos, porque nuestra ley dice que los asesinatos prescriben a los veinte años de haberse cometido, si no se ha iniciado una causa contra alguien. La historia que nos traen a su territorio negro Luis Rendueles y Manu Marlasca es apasionante e indignante a partes iguales.

Se empieza a escribir en enero de 2011, en la comisaría del madrileño distrito de Salamanca. Hasta allí va Josefa Fraile, una mujer que entonces tenía 58 años. La mujer le contó a los policías que le atendieron que su hermana había desaparecido de Madrid treinta años atrás, cuando se fue a Barcelona en compañía de su novio, un hombre del que creía que estaba embarazada.

La mujer da el nombre y el apellido de ese hombre: Manuel Macarro. Con esos escasos datos, la Policía cierra el caso en pocos días. No parece que se hicieran muchas gestiones y las que se hicieron resultaron infructuosa. Pero Josefa no cejaría en su empeño y regresó a otra comisaría seis años después, el 9 de noviembre de 2017, tras enterarse de que un juzgado había iniciado los trámites necesarios para declarar a su hermana Carmen oficialmente fallecida. El juzgado lo anunció, como es de ley, a través de un edicto que aún hoy puede encontrarse en Internet.

Josefa cuenta a los agentes de la comisaría de Ciudad Lineal que se llevaba muy mal con su padre (sus padres se separaron cuando ella era y su hermana eran unas niñas) y que ni siquiera le había contado que él fue quien instó el expediente para declarar a su hermana legalmente muerta, un trámite necesario, por ejemplo, para poder hacer testamento.

Josefa insiste a los policías en que su hermana se marchó voluntariamente en compañía del su entonces pareja, Manuel Macarro Thiembach. Pero que desde ese momento nada supieron de ella. La Policía le ofreció la posibilidad de que dejase una muestra de ADN para cotejarla con los cadáveres que permaneciesen sin identificar o con restos que apareciesen a partir de entonces. Y cuando la mujer parecía haber perdido cualquier esperanza, la ciencia le dio una alegría y abrió el camino para saber qué le ocurrió a su hermana.

En enero de 1999, cuando una excavadora hacía unos agujeros en la tierra de una finca de la urbanización Cal Esteve, en el municipio barcelonés de San Salvador de Guardiola, para plantar unos olivos, topó con un esqueleto. La Guardia Civil, que se hizo cargo de la investigación, comprobó que los restos correspondían a una mujer de unos treinta años de edad, que llevaba en su vientre un feto de cinco o seis meses de gestación. El cráneo presentaba un fuerte golpe en la parte derecha de la mandíbula, que estaba fracturada, y un impacto de bala, lo que le causó, sin ninguna duda, la muerte. Los esqueletos estaban envueltos en una sábana que llamó la atención de los agentes, porque tenía una etiqueta de un fabricante de la antigua Alemania Oriental.

La Guardia Civil cotejó el ADN con los que había en las bases de datos, buscó coincidencias con las denuncias por desaparición, llegó hasta los archivos de Europol e Interpol, pero no encontró absolutamente nada que ayudase a esclarecer la identidad de la mujer embarazada, que fue enterrada en una tumba anónima en el cementerio de Manresa. Además, investigaron a las personas que habían vivido de alquiler en esa finca y entre ellos estaba Manuel Macarro, un hombre nacido en Alemania Oriental, el mismo lugar del que procedía la sábana convertida en mortaja. Pero no había forma de vincular a ese hombre con unos restos que ni siquiera habían sido identificados. Así que el caso se convirtió en un caso más sin resolver. Hasta veinte años después…

Veinte años más tarde, después de que Josefa diese una muestra de ADN a la Policía. Y esos restos encontrados en 1999 coincidían con el ADN de Josefa. En abril de 2018, la Comisaría General de Policía Científica certificó que los restos hallados en la finca de San Salvador de Guardiola eran los de Carmen Fraile, desaparecida en 1981. El ADN que había dado su hermana a la Policía no dejaba dudas, pero es que, además, se cotejó con el del padre de las dos hermanas. La Guardia Civil se enfrentaba en 2019 a la investigación de un crimen cometido en 1981, una labor casi imposible, pero para la que contaban con una testigo excepcional: Josefa, la hermana que nunca se resignó a dar por perdida sin ninguna explicación a Carmen.

Josefa contó que ella y su hermana tuvieron una infancia bastante dura. Cuando eran muy pequeñas, sus padres se separaron. De ella se hizo cargo su abuela paterna y Carmen acabó en un internado. Aunque pasaron años separadas, residiendo en lugares distintos, las dos siempre permanecieron muy unidas. Pese a que su padre regresó, años después, con una nueva pareja, ellas no quisieron volver con él y continuaron con sus vidas.

En los primeros meses de 1981, Carmen se independizó y se fue a vivir al madrileño bario de las Letras. Mientras, su hermana, Josefa, comenzó a salir con Antonio, un hombre que se dedicaba a la importación de perros pastores alemanes. Antonio tenía un conocido, Manuel Macarro, propietario de una empresa de traducción, que le traducía la documentación de los perros que traían desde los criaderos alemanes hasta España. Manuel, que en 1981 tenía 36 años, llevaba diez años casado y tenía tres hijos, pero insistió a su amigo en que le presentase a la hermana de su novia.

En una fecha no precisada, entre abril y mayo de 1981, Josefa y su novio, Antonio, presentaron a Manuel Macarro a Carmen. Debió surgir un flechazo entre ellos, porque esa misma noche en que se conocieron, según el testimonio de Josefa, Macarro y Carmen tuvieron relaciones sexuales en la habitación de la joven, mientras Josefa y su pareja se quedaron en el sofá del salón. Ese fue el último día que Josefa vio a Manuel Macarro, aunque sí sabía que seguía teniendo cierta relación con su hermana, Carmen, a la que también dejó de ver de forma regular. Sí le sorprendió que, a finales de año, Carmen se presentase en su trabajo "desaliñada, despeinada y llorando constantemente". A Josefa le dio la impresión de que su hermana estaba embarazada. Le pidió que la esperase a la salida del trabajo, pero no la volvió a ver nunca.

El auto de procesamiento dictado el 30 de octubre de 2019 por el juzgado número 4 de Manresa recoge qué pudo pasar, basándose en la minuciosa y laboriosa investigación hecha por el grupo de Homicidios de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Barcelona, que habló con testigos de la época y recabó todos los datos posibles para completar un puzle incompleto desde hace cuarenta años. El auto hace mención a una postal que la abuela paterna de las dos hermanas había recibido desde Barcelona. Estaba firmada por Carmen y en ella contaba que estaba bien. Josefa nunca llegó a ver la misiva, sino que fue su padre quien le habló de ella. Toda la familia pareció aceptar que Carmen había decidido cambiar de vida y de ciudad y que esta nueva etapa la había comenzado junto a Manuel Macarro, el hombre que había conocido en primavera.

El auto del juez de Manresa sostiene que a mediados de octubre de 1981, Manuel Macarro y Carmen viajaron desde Madrid hasta Barcelona en un Seat 124 sport de color rojo, propiedad de Manuel. Varios testigos reconocieron haber visto ese coche aparcado en la finca donde muchos años después se hallaron los restos de Carmen y su bebé nonato. La Guardia Civil averiguó que Macarro había alquilado la finca de la urbanización Cal Esteve, donde vivió junto a Carmen durante unas semanas. Macarro dejó a su mujer y a sus tres hijos en Móstoles, donde residía habitualmente junto a ellos, con la excusa de que iba a Barcelona en busca de nuevas oportunidades laborales para comenzar una nueva vida.

Y allí, en la provincia de Barcelona, Carmen es asesinada, sin que nadie sospeche. Es una historia increíble, pero pasó hace apenas cuarenta años.

El auto es claro a la hora de relatar el crimen. Leemos textualmente: "Manuel Macarro tuvo conocimiento de que Carmen se había quedado embarazada como fruto de las relaciones sexuales que ambos mantenían, haciéndose en todo caso notorio externamente el hecho porque el feto llegó a alcanzar una edad cercana a los seis meses. Sometido a la tensión provocada por esta circunstancia, que Manuel Macarro había ocultado a su mujer, éste dio muerte a Carmen disparándole en la cabeza con un arma de fuego de características no determinadas, hecho que provocó la muerte de la mujer y del feto que engendraba. Seguidamente, Manuel Macarro enterró el cuerpo sin vida de Carmen en el jardín de la casa que había alquilado".

La investigación de la Guardia Civil también ha reconstruido lo que Manuel hizo después. Según el auto que le procesa por el asesinato de Carmen, semanas después del crimen, en noviembre de 1981, cuando la vegetación había crecido lo suficiente y había tapado las huellas del enterramiento, Manuel recogió a su mujer y a sus tres hijos de Madrid y todos se trasladaron a vivir a la finca donde estaba enterrada Carmen Fraile. Allí permanecieron ocho meses, hasta que Macarro decidió volver a mudarse, con la excusa de que no podían hacer frente a los pagos del alquiler de la casa. La versión de la Guardia Civil y del juez es que Manuel comenzó entonces una vida nómada –así la denominan– para evitar ser relacionado con la desaparición de Carmen Fraile, lo que consiguió durante cuatro décadas.

Durante casi cuarenta años, este hombre logra burlar a la ley, logra permanecer impune, como finalmente saldrá, tal y como veremos más adelante. ¿Qué sabemos de Manuel Macarro? ¿Qué vida llevó antes y después de la desaparición de Carmen?

Sabemos pocas cosas ciertas y contrastadas de él. La mayoría las conocemos por sus libros –se ha autoeditado ocho novelas– y por una entrevista que le hizo en el diario El Mundo nuestra compañera Ana María Ortiz, en la que, en esencia, niega cualquier relación con la muerte de Carmen Fraile. Sabemos, eso sí, que nació en la ciudad alemana de Halle-Saale el 22 de mayo de 1945 y que es hijo del español Manuel Macarro y la alemana Elly Thierbach. En sus libros, él sostiene que nació en un campo de concentración, algo que, como tantos otros episodios de su vida, no está contrastado. A los once años llegó a España y se alejó de su familia. En los años 60 cometió algunos atracos, acabó en prisión y se benefició de algún indulto del régimen de Franco.

En los años 70 montó en Madrid una empresa dedicada a la traducción y él asegura que trabajó para varios organismos oficiales, como el Ministerio de Asuntos Exteriores y hasta para el presidente Adolfo Suárez. En los 80, tras la desaparición de Carmen Fraile, fundó una empresa de extintores, que llegó a contar con medio centenar de trabajadores, pero acabó quebrando. Antes de jubilarse y empezar a escribir novelas, fue ayudante de cocina, vendió pollos asados y montó un puesto de venta de artesanía y bisutería. No tiene una buena relación con sus hijos, que incluso le han llegado a denunciar en alguna ocasión.

En un primer momento, cuando el juzgado lo localizó y le pidió explicaciones, él negó todo. Aún no habían llegado los resultados de ADN, que permitieron identificar a Carmen Fraile, pero a la Guardia Civil el nombre de Manuel Macarro les resultaba familiar, porque en su día, cuando aparecieron los restos en la finca, investigaron a todas las personas que habían residido en el lugar y uno de ellos era Macarro. Éste remitió un escrito en el que incluso negaba conocer a Carmen. El 20 de diciembre de 2018, la Guardia Civil, ya con los resultados de ADN y la investigación muy avanzada, detuvo a Manuel Macarro en una ciudad de la provincia de Castellón por orden del juzgado de Manresa.

No admitió los hechos, aunque sí dijo que a finales de 1981 viajó con ella a Barcelona y que pasaron varios días juntos en la finca donde casi veinte años después hallaron su cadáver y el de su hijo no nacido. Declaró ante el juez que él regresó a Madrid a recoger a su familia y llevarla al chalé de Barcelona, como así fue. Según su versión, le dijo a Carmen que podía quedarse varios días, aunque no supo nada más de ella. Dijo también que no tenía ni idea de que estuviese embarazada. El juez le ha procesado por el asesinato de la mujer y de su hijo, le impuso una fianza de responsabilidad civil de 150.000 euros y le ha citado en el juzgado hoy mismo, para comunicarle el auto de procesamiento.

Pero, desgraciadamente, servirá de poco, porque el asesinato de Carmen es un delito ya prescrito y aunque las pruebas fuesen muy contundentes, nada se podría hacer contra él.

Aunque el juez encargado del caso ha preferido que sea una sala formada por tres magistrados la que decida si el delito está prescrito o no, aunque todo parece que lo está. Nuestra ley es muy clara: si pasan veinte años sin que se inicie una acción contra una persona en concreto, el delito habrá prescrito, es decir, no se podrá juzgar ya a nadie y la primera acción contra Macarro llegó 36 años después de la muerte de Carmen. Eso sí, hay unos análisis pendientes para saber si el feto que llevaba la fallecida en sus entrañas era hijo de Macarro, tal y como sospecha la Guardia Civil.

La entrevista da una buena idea de quién es Manuel Macarro. Ana María Ortiz le recuerda que la Guardia Civil le pidió una muestra de ADN para comprobar si el hijo que esperaba Carmen era suyo. Y su respuesta es terrible: “Aunque estuviera embarazada de mí no es motivo para segar la vida de una muchacha. Y ni siquiera sé si es mío porque ella era bastante proclive al sexo. El mismo día que la conocí me acosté con ella e hicimos un intercambio de parejas, era muy propensa a cambiar de chico. ¿Puede ser que ella hubiera llamado a algún amigo y le citara para que fuera allí y le dijera que estaba embarazada o algún advenedizo que pasó por la parcela? Alguien pudo verla sola y haberla violentado”.