"Estoy muy contento de poder entrenar a estos futbolistas. Con todas las dificultades que ha pasado el club y con el presupuesto limitado que tenemos, lo cierto es que estamos haciendo un gran año", cuenta sobre un grupo al que ha unido como a una piña. "El secreto del éxito no es otro que el trabajo y que los futbolistas crean en el entrenador. En eso estoy muy orgulloso porque creen en mí, hacemos un fútbol vistoso y la gente está enganchada por el juego. Es de agradecer que los jugadores estén encantados con la idea que tenemos", expone.
Después de todo lo acontecido, el preparador no se atreve a mirar más allá del día a día. "Ahora mismo no se me pasa ni por la cabeza meterme en el 'play-off'. Es cierto que el curso pasado, cuando subimos de Tercera a Segunda B, aquí no había ni presidente ni nada. Lo pasamos muy mal. En julio tenía 12 futbolistas y, con un presupuesto de guerra, fuimos capaces de salvar la categoría. A veces por dar dos pasos retrocedes uno. Sabemos lo que queremos y nos gustaría pelear contra los mejores. Pero creo que lo más realista sería quedar entre los diez primeros", dice con sinceridad.
Su filosofía, esté en la categoría que esté, es clara. "Soy un entrenador que me adapto a lo que tengo. Llegué en enero, cuando estábamos en Tercera y opté por un tipo de fútbol que no es igual al que tenemos ahora. Me dejaron libertad para firmar este año y he intentado fichar a futbolistas que quieran tener la posesión del balón. El Barcelona de Guardiola era el equipo que mejor jugaba al fútbol, pero también era el que más corría. Eso es lo que siempre digo a mis futbolistas. Hay que tener un equilibrio y pelear mucho sin la pelota", concluye. La utopía del 'play-off' resulta complicada, aunque no tanto si sueñas con ella desde el liderato.