OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "No coló el argumento de que las 'black' eran parte de su salario"

No coló el argumentario de los tarjetistas. Los 'black guys' de Caja Madrid, cuatreros con maletín y poltrona tarjetera, se gastaron el dinero de la Caja a mayor gloria de sí mismos sabiendo perfectamente lo que hacían. Sabiendo que el dinero no era suyo, que no formaba parte de su salario y que menos aún podían considerarse las compras en el Duty Free, en la marisquería, el restaurante El caciquito (muy propio), la lencería fina y los masajes filipinos.

Carlos Alsina

Madrid | 24.02.2017 08:00

El tribunal juzgador es nítido en esto: los tarjetistas se han pasado el juicio contando una milonga que no cuela.

Sabían lo que hacían: aumentarse el sueldo by the face con cargo a los impostores y eludir la tributación fiscal que corresponde a las rentas personales.

Pierde Rato, pierde Blesa y gana Goirigolzarri, el actual gestor de Bankia que puso en conocimiento del juez instructor las imputaciones de gastos cargadas a las tarjetas que han sido determinantes para confirmar los hechos.

Y cae un mito, otro mito: este que decía que en España los banqueros nunca van a la cárcel (aquí de Mario Conde y de Javier de la Rosa nadie se acuerda). Pues sí que van a la cárcel, sí, cuando un un tribunal así lo decide, naturalmente.

Blesa y Rato no son los primeros de esta nueva hornada.

Ese mérito les correspondió le mes pasado a Gayoso, Estrada, Pego, Pradas y Gorriarán, los gestores de las Cajas gallegas que, un minuto antes de la fusión que les iba a dejar sin capacidad ejecutiva, se regalaron a sí mismos unas indemnizaciones galácticas. Treinta millones de euros a repartir: los de las black al lado de estos eran unos parias.

Paréntesis, pertinente: a estos cinco los condenó la Audiencia Nacional en octubre. Han entrado en prisión a final de enero. Cuando el Supremo ha ratificado la sentencia. Y no antes. Resulta que el ingreso en diferido no es tan raro.

Los banqueros sí van a prisión, cuando un tribunal dice que lo merecen.

Habrá quien pase lo que pase no se apeará de la consigna. Ésta que dice que los poderosos en España siempre quedan impunes. Que a quien roba una gallina lo enchironan a perpetuidad y a los del guante blanco los nombran a todos honoris causa.

A Rodrigo Rato le dieron uno. Honoris causa. Y a Mario Conde otro. Ambos, a la fuerza ahorcan, reversibles.

A Miguel Blesa, el compañero de pupitre más famoso que alumbró la España del aznarismo, lo que le han dado son seis años de prisión. Que tendrá que empezar a cumplir. Como muy tarde, el día que el Supremo (como pasó con los banqueros gallegos) le confirme las penas.

Esta sentencia de las black es la condena a la cohorte del pesebre que los partidos, la patronal y los sindicatos montaron en el consejo de Caja Madrid —aquel formidable y bien pagado reparto de poltronas—. Desde Moral Santín, el hombre de Izquierda Unida que no perdonaba una visita al cajero, a Romero de Tejada el del PP, Ramón Espinar padre —el del PSOE— o Díaz Ferrán el de la CEOE pasando por José Ricardo Martínez, aquelsavonarola de pega que mandó al gobernador del Banco de España, ¿a dónde era?

El tribuno de la pueble ugetista también ha salido empitonado. ¿Por qué tenía que irse el gobernador?

Por decencia, decía el tarjetista black. Condenado él. Condenado el ex jefe de la Casa del Rey, Spottorno.Y Virgilio Zapatero, que fue ministro.

Aquí sólo se salva Verdú, el único que tuvo la decencia de no aprovecharse de cargo para hacerse pagar gastos domésticos, comidas, bebidas, viajes y vicios.

Caja de Ahorros y Monte de Piedad se llamaba. Pero no era monte. Era montería.

Urdangarin entrará en prisión, como Gayoso, el día que el Supremo confirme su sentencia. De momento, puede seguir haciendo vida normal en bicicleta.

Es verdad que la medida cautelar impuesta por el tribunal es la menos gravosa para el condenado. Y que la fiscalía pedía fianza de 200.000 euros. Pero…una cosa es la situación en que permanece hasta que la sentencia sea firme y otra que no vaya a serlo nunca.

Los Rufián, Garzón, Echenique —tuiteros de intervención rápida— harían bien en aprender unas nociones básicas de derecho para no engañar a su público. Por impopular que hoy resulte hacerlo, habrá que recordar que, en ausencia de sentencia firme, la única razón que tiene meter ya al condenado en prisión es impedir que se dé a la fuga. Es decir, garantizar que cuando la sentencia sea firme estén allí para cumplirla.

Las tres juezas baleares han venido a decir que ellas no ven a Urdangarin fugándose. Pues ojalá acierten. No le ven saliendo de noche de su casa y subiéndose a un avión para irse, como Roldán, a Tailandia.

Son ellas, en este caso, las que se la juegan. Porque la única forma de saber si han valorado bien el riesgo de fuga es que el día que el Supremo se pronuncie Urdangarin y Torres estén allí presentes con el petate hecho. Si eso pasa, las tres podrán decir que ellas estaban en los cierto porque no se fugaron —como le ha pasado al juez que no encarceló a Millet y al que le cayó la del pulpo por parte de comentaristas justicieros: el 1 de marzo estará Millet sentado en el banquillo del caso Palau—. Bien es verdad que si las tres juezas de Baleares se equivocan, ahí madre, habrá que ir a buscar a Urdangarin y Torres a Laos. Sin capitán Khan. Y con Paesa ya jubilado.

El fiscal murciano recurriendo a la hipérbole: se persigue más a los fiscales que a los corruptos. Hombre, corruptos hay unos cuantos ya encarcelados, en prisión preventiva a la espera de juicio o condenados a penas de gravedad variable. Fiscales no consta que se haya procesado a ninguno.

López Bernal. También ha dicho que no hay por qué dudar de que el caso Auditorio seguirá su curso y llegará a puerto.