Si el precio es poner más recursos públicos para que el Estado se haga cargo de las prejubilaciones, las indemnizaciones y lo que haga falta, se pone. Los estibadores se salen con la suya y la patronal le pasa la factura al Estado. No va a permitir Rajoy que le hagan quedar de nuevo ante los socios europeos como un dirigente ineficaz que no consigue la aplicación en su país de una reforma menor, gremial, que sólo afecta sólo a seis mil trabajadores de alto nivel salarial.
La novedad que hoy se espera es la presencia del propio ministro De la Serna en la mesa de negociación. La llave para logra el apoyo parlamentario no es modificar su decreto, sino firmar la paz con los estibadores para que estos autoricen, a su vez, al PSOE susanista a dar su apoyo a la reforma.
La presidenta andaluza, con vocación de gobernanta nacional, sostiene que aquí quien chantajea no son los estibadores, sino el gobierno al intentar que el Parlamento le apruebe su reforma.
Chantajea al conjunto de los españoles. No hay como querer ganarle unas primarias a Pedro no-es-no para engruesar el verbo y endurecer la pose contra el Gobierno del PP. ¿Es PSOE o es POSE?
El ex presidente Zapatero, bajo cuyo gobierno nos llegó el primer aviso de Bruselas sobre la estiba, dijo ayer aquí que él desea que la reforma salga adelante. Pero descarga la responsabilidad sobre el gobierno de Rajoy, añadiendo que lo que no podemos permitirnos es la conflictividad que este colectivo sería capaz de generar.
O traducido, que acabará tragando el gobierno —o el Estado— con lo que exijan los estibadores porque es la única manera de evitar la huelga, el conflicto y el boicot de la oposición parlamentaria a la reforma. Después de todo, tanto el gobierno Zapatero como el gobierno Rajoy dieron todas las largas que pudieron a Bruselas haciendo pandilla con los estibadores y pagando así el precio de la paz —y el silencio— en los puertos.
El pistoletazo de salida de la campaña susanista lo dio ayer aquí el ex presidente Zapatero, quizá el mayor fan que tiene Susana ahora mismo. ZP es un hombre agradecido que no olvida que ella le invitó a su toma de posesión de 2015, cuando la dirección del PSOE prefería mantenerle escondido en el desván de los trastos inservibles porque le reprochaban haber traicionado al electorado de izquierdas y haberse encamado con el PP para cambiar la Constitución por las bravas y a mayor gloria de los malvados inversores, es decir, cuando Sánchez le compró el discurso a Podemos y repudió la reforma zapaterista que él mismo había votado.
Lo de Zapatero con Susana es de un entusiasmo militante que sólo se explica teniendo presente contra quién compite. Todos los méritos que ayer fue atribuyendo aquí el ex presidente a la candidata deben traducirse como deméritos de Pedro Sánchez.
Cuando Zapatero destaca que ella tiene madera de líder está diciendo que él no la tiene. Cuando dice que ella defiende con convicción la historia de su partido está diciendo que él lo hace con la boca pequeña y según le conviene. Cuando menciona que ella ganó sus elecciones y aspira a ganar las generales está reprochándole a él que se resigne a ser el primero de la izquierda y que siempre le esté quitando hierro a sus derrotas electorales. Ella es lo que el partido necesita, él es el lo que el partido debe descartar cuanto antes.
Como Zapatero habla siempre con esa convicción de sus apadrinados, ese optimismo antropológico que le llevó a glosar las virtudes de Trinidad Jiménez o de Pérez Rubalcaba, no es fácil saber si de verdad está convencido de que Pedro no tiene la menor opción frente a Susana o se deja llevar por su entusiasmo. Algún malvado pedrista comentó ayer, en privado, que conociendo el ojo clínico del ex presidente para los pronósticos, ya puede ir ensayando Sánchez si discurso a lo MacArthur: "He vuelto".
El FBI contra la Casa Blanca, la Casa Blanca contra el FBI. En Estados Unidos la historia sí que se repite. El director del FBI, Comey, que no fue nombrado por este gobierno sino por el anterior y que en la campaña electoral tuvo una actuación influyente cuando anunció una investigación a la señora Clinton que perjudicó sus expectativas, le ha atizado dos golpes en el mismo día al presidente Trump. Primero, que el FBI investiga conexiones de asesores de Trump, durante la campaña, con un ruso que distribuía correos interceptados al partido Demócrata. Segundo, que no tiene el menor fundamento la acusación de Trump contra Obama por haberle pinchado el teléfono cuando era candidato.
El rebote de Trump con el director del FBI es para nota. Nada más escuchar su intervención en el Senado salió a airear una nueva teoría: que fue Comey quien le chivó a Obama los contactos del general Flynn con el embajador ruso, sugiriendo a la vez que fue Obama quien se lo chivó a la prensa. Flynn fue el efímero consejero de seguridad nacional que acabó siendo destituido por Trump a las primeras de cambio.