Pues algo así, querido director. Parece que no hay conflicto catalánporque, efectivamente, no hay gobierno catalán. Y como no hay gobierno catalán, los independentismos primero tienen que ponerse de acuerdo a ver cómo montan el gran desafío. Y el gobierno central tampoco puede mover ficha porque no tiene interlocutor. Y eso vale para todo, para el conflicto y para la gobernación.
Lo dice hoy la vicepresidenta Teresa Ribera en La Vanguardia: “La ausencia de govern dificulta el diálogo sobre los fondos europeos”. Y añade que no ha tenido ningún contacto con el Ejecutivo de la Generalitat. Un Pere Aragonés en funciones, que no sabe si gobernará con el apoyo exclusivo de la CUP o bajo las exigencias de Puigdemont, no está en condiciones de decidir ni hablar de nada. Pero no nos engañemos: sin Govern, el Estado vive mejor, pero la cuestión catalana está viva. Durmiente, pero viva.
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No hay gobierno, pero hay una presidenta del Parlament que plantea la colisión con el Estado. Y hay voces para reclamar la amnistía y el referéndum de autodeterminación. Y a lo peor hay que repetir elecciones, todo depende del capricho de un fugado de la Justicia, manda narices, y el dinosaurio seguirá ahí. Y lo que te puedo asegurar, Alsina, es que en Cataluña hay hastío de tanta parálisis, de tanto procés sin resultado alguno, mientras las gentes empiezan a notar en su vida diaria el peso de una palabra. Y esa palabra no es España, ni es soberanía. Esa palabra es decadencia.