Rubén Amón indulta a Sergio Scariolo: "Ha demostrado que la lealtad a un equipo prevalece a las obligaciones con una patria"

Nos ha coronado campeones del mundo, igual que nos hizo tres veces campeones de Europa, más allá de la plata de los JJOO de Londres o los tres bronces continentales que convierten a Scariolo en un alquimista -será por metales- y que redondean un imponente hostorial.

He puesto hostorial por error, pero lo mantengo. Porque es la hostia, ya me perdonen, la trayectoria de la selección de basket contemporáne. Expresión de una generación que se reencarna sobre la siguiente, ahí tenéis a Marc Gasol, a los Hernangómez, y mérito de un entrenador que ha inoculado la estrategia y el cinismo italianos.

Nos ha venido muy bien la psicología y la mentalidad de Scariolo. Su capacidad para gestionar los egos olímpicos. Y nos ha venido aún mejor la autoridad con que ha inculcado la disciplina defensiva.

Es el rasgo italiano de nuestra selección. Y de la suya, pues de tanto vestirse del uniforme oficial, Scariolo ha ido asimilándose como el más español de los españoles, hasta el extremo de conceder unas lágrimas cuando sonaba el himno en la ceremonia de premiación.

Su mujer es española, la ex jugadora Blanca Ares y su castellano es modélico, pero no parece dispuesto a cambiar de pasaporte. De otro modo, no se repeinaría como se repeina ni gesticularía como un traductor simultáneo de sordomudos, pero Sacariolo ha demostrado que la lealtad a un equipo prevalece a las obligaciones con una patria.

Por eso permítanos que le hagamos este homenaje compensatorio.

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