@Ruben_Amon
Madrid | 07.12.2018 09:54
Y la doctrina dice que los homosexuales forman parte de una categoría sospechosa. De otro modo, no tendrían que exponerse a un proceso de selección específico. Para evitar que violen a los niños. Y proteger así a la Iglesia de las perversiones.
O sea, que el origen de la pederastia no es la dimensión criminal del individuo que la perpetra, sino su orientación sexual. Y que el homosexual, porque es homosexual, transgrede el voto de castidad. Porque es incorregible, se supone, en su voracidad.
Cuidado con los homosexuales, dice Francisco. Sometámoslos a criterios de idoneidad. Establezcamos un cordón sanitario para asear a la Iglesia, como si el heterosexual estuviera provisto de una cualificación superior para ejercer el sacerdocio o la vida monacal.
Dice Francisco que la homosexualidad, atención, es una moda. Una moda, suponemos, como la de ser chino, o rubio. Una moda que no pasa de moda, añadimos. Y que el Papa debería comprender no como una anomalía sino como una expresión antropológica equivalente a la heterosexualidad. Y no como una enfermedad.
Enfermizo es observar a un cura homosexual como a un violador en potencia. Lo recordaréis. ¿Quién soy yo, decía Bergoglio, para juzgar un homosexual? Ya sabemos la repuesta. Es usted, santidad, nada menos que el Papa, provisto del azufre del antiguo testamento para expulsar del paraíso a los sodomitas.