EL INDULTADO DE RUBÉN AMÓN

Rubén Amón indulta a Jair Bolsonaro: "Se jacta de su propia verborrea"

El nombre de Bolsonaro es Jair, pero es más interesante su segundo nombre, Messias, porque lo ha convertido en un argumento providencial sobrevenido a su propia irrupción en la política brasileña. Que ha sido altisonante, descarada, provocadora, hasta el extremo de postularse como favorito al asiento presidencia.

Rubén Amón | @Ruben_Amon

Madrid | 11.10.2018 09:27

Es de los políticos que dicen lo que piensan -y no necesariamente al revés-, pero consciente de que la sinceridad tabernaria se observa como un rasgo antipolítico y como un camino de identificación con los instintos del electorado.

Por eso Bolsonaro, ex militar, paracaídista, habla con las botas militares sobre la mesa. Y se jacta de su propia verborrea. Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. Ha prometido restaurar la tortura y la pena de muerte. Y ampararía a la policía en las ejecuciones extrajudiciales.

Tiene sentido compararlo con Trump desde los presupuestos del populismo y la demagogia, pero Bolsonaro no es un cuerpo extraño de la política. Llevaba 20 años resignado en su plaza de diputado federal, pero ha asomado sus agallas cuando el descrédito del Partido de los Trabajadores es tan aparatoso como la crisis de la política convencional, especialmente negligente en los problemas sociales y en el peligro de las calles: 60.000 asesinatos al año.

Bolsonaro se propone como solución autoritaria y paramilitar, aunque ha recurrido al camino homologado de unas elecciones no solo generales sino polarizadas en el odio y pasión que despierta su machismo y su testosterona. Por eso la segunda vuelta es un plebiscito personal. Y por las mismas razones tiene muchas posibilidades de ganarlo.

Lo decía el sociólogo Celso Barros. Si la política brasileña fuera normal, Bolsonaro sería un contrapunto cómico a las elecciones. Pero como la política brasileña no es normal, Balsonaro es el favorito para ganarlas.