El monólogo de Alsina:

El monólogo de Alsina: Para los amantes del flamenco, Dios era Camarón y Paco de Lucía

Les voy a decir una cosa.

Hace un mes se murió Félix Grande. Memoria del flamenco. “La guitarra no interrumpe el silencio, lo agujerea. Sin la música, que también es memoria y viceversa, vivir sería un error”.

ondacero.es

Madrid | 26.02.2014 20:14

Hace un mes se murió Félix Grande y ese día se quedó el amigo sin Félix a quien llamar para que lo amansara. Lo cuenta el biógrafo, Téllez: “Cuando Paco estaba agobiado llamaba a Félix Grande y le decía: háblame de lo que quieras pero háblame un rato”. La voz del narrador, y poeta, y pensador (y, antes que todo eso, hombre sencillo) como tranquilizante, la valeriana telefónica que este último mes le faltó. A Paco de Lucía, nombre máximo de niño tímido que habría querido tener arrojo para cantar en público pero protegió su timidez poniendo una guitarra (momento mágico) entre su corazón y el público. Un escudo elevado a la excelencia, el talento que hizo de la coraza cauce de expresión para mostrar fuera lo que nace adentro.

“Puse un disco de Camarón y Paco de Lucía, dejó escrito Félix Grande,“solo en casa, esperando a los míos, escuchando la vida y con ganas de no morir, con ganas de que no muera nadie a nuestro lado, de ningún modo, nunca”. Para los amantes del flamenco Dios no era ni uno ni trino. Dios eran dos. Mortales, hasta el día que los visitó la muerte señalándolos, para siempre, como inmortales. Dios eran dos. Camarón (muerto en el 92) y Paco (muerto en este día). El hijo de la Isla (de San Fernando) y el hijo de Lucía, en Algeciras. El uno con el otro, el otro con el uno. Juntos primero y después, por separado, únicos. “¡Cómo van a llorar (escribió hoy Juan Luis Cano), cómo van a llorar, vibrando, las falsetas en todas las guitarras”. Hoy dijo Javier Limón: “Han amanecido los flamencos huérfanos de faro que indique el camino”.

No siempre el nombre de los más grandes forman parte de la cultura popular. No siempre los mejores son los más conocidos. Al hombre tímido que ha muerto a los 66 años le incomodaba (como hoy nos han contado todos los medios de comunicación) la fama, la servidumbre del escaparate y de los premios. “Era muy reacio a conceder entrevistas”, hemos escuchado hoy en todas partes, pero no ha habido medio que no haya podido recuperar aquella entrevista que sí le hizo. La fama puede llegar a incomodar tanto como la leyenda negra que acompaña a algunos de los mejores artistas. Por más veces, y con más pruebas, que se haya desmentido la imputación de haberse aprovechado económicamente de Camarón y de la “Chispa”, ha seguido circulando el bulo, el eco doloroso del insulto que tuvo que aguantar cuando el entierro. “En las falsetas ardidas de penumbra”, vuelvo a Félix Grande, en los sonidos negros, en esos quejíos tiritados e impetuosos del flamenco, sentimos las raíces de la vida y el hilo del tiempo, una oscura caravana de rostros que son, en suma, nuestra vida”.

Rara es la familia española que no ha tenido, o tiene, en casa algún disco de Paco de Lucía. No te digo ya si hay algún estudiante de guitarra en casa. Una familia, la suya, ha querido compartir con todas las demás, a través de un comunicado, dos cosas: una lágrima de dolor y la convicción de que él vivió como quiso y murió jugando con sus hijos al lado del mar. “El dolor ya tiene fecha para nosotros”, dice el texto, “miércoles, 26 de febrero de 2014”.

Hace un mes se murió Félix Grande. Hoy se ha muerto Paco de Lucía. Escribió el primero escuchando al segundo: “La música del artista flamenco habla de un entrañable terremoto, de una súbita eternidad o un rayo infinito; se nos pone el corazón como una torre solitaria a la que fueran llegando d esde el fondo del tiempo los instantes de nuestra vida, una tremenda bandada de palomas blancas y de palomas negras volando al torreón, acudiendo a una cita que es a la vez una fiesta y un rito y un gemido, taponando el agujero de la muerte con un fogonazo de verdad absoluta”.

No hay guerra, pero sí hay un cierto susto. Al escuchar, cuatro días después de la caída de Yanukovich en Ucrania, que Vladimir Putin, que ha respirado poco esta última semana, pone en estado de alerta al Ejército ruso en el centro y el oeste del país. Oficialmente sin que tenga la medida relación alguna con lo de Ucrania (pura “verificación”, dice el Kremlin, de la capacidad ofensiva de las tropas) pero añadiendo que se va a garantizar al precio que sea la integridad de las instalaciones y los arsenales de su base naval en Crimea. Los ministros de la OTAN reunidos en Bruselas “toman nota” de los movimientos rusos y quieren creer que es sincera la determinación de Putin de no intervenir militarmente en Ucrania. Si ayer Estados Unidos anunció su decisión de reducir el tamaño de sus Fuerzas Armadas a niveles anteriores a la Segunda Guerra Mundial, hoy ha anunciado Rusia que está negociando la instalación de bases militares en Nicaragua, Venezuela y Cuba. No hay guerra fría, aunque algunos días lo parezca.