Tanto mítin multitudinario, tanto reunión sectorial, tanto hacerse fotos acunando bebés y abrazando ancianos, y al final el pelotazo mediático del día lo da un candidato que graba un vídeo absurdo en el que sale trotando por el pueblo mientras canta una canción indigna de tal nombre y pide a sus vecinos que le voten.
Sí, le han dado cera hasta en el velo del karaoke a este hombre, Rubén Garrido. Y uno siente la tentación de subirse a la ola del linchamiento por pura decencia musical. Pero sería muy erróneo hacerlo. En la España que envió a Eurovisión a Rodolfo Chiquiliquatre no cabe condenar a nadie por hacer malas canciones. Ni siquiera, por exhibirse cantándolas.
Bien al contrario, se impone esta mañana un canto propio, un elogio, una sentida defensa del vídeo electoral cutre. Como concepto. ¿Que canta el alcalde de Oyón en su denostada filmación? Dice: “Ser tu alcalde es un honor, quiero estar contigo y conseguir lo mejor”. La la la, la la la. Ciertamente es la nada. Y esto que sigue es aún más vacuo. “Vamos camino al ayuntamiento, seguiremos nuestro proyecto haciéndolo cada vez mejor”. Podría limitarse a mover la boca porque la letra es un hablar por hablar, un por decir algo. Pero fíjense, justo eso es lo que convierte este vídeo tan malo en la expresión máxima, cuasi perfecta, de lo que significa una campaña electoral. Si le quitas toda la hojarasca, toda la paja a los mítines y los discursos, en esencia lo que te queda es esto: candidatos que dicen “mi proyecto es el mejor y vótame porque yo lo valgo”. La la la, la la la.
En el fondo ellos también que nos pasamos la vida reclamando un programa pero que luego lo miramos más bien poco. Votamos —casi todos—- por la impresión que nos produce el candidato, si te fías más de Carmona o de Carmena, te interesa más Page o Cospedal. Si el partido al que pertenece te resulta más o menos simpático. Por lo que pienses de Rivera y de Iglesias, porque los candidatos de sus partidos son poco o nada conocidos incluso en los municipios por los que se presentan. Si al final todos nos están prometiendo, ¿verdad?, que si gobiernan ellos vamos a vivir mejor, a pagar menos y a tener mejores servicios públicos. Dices: normal, no van a prometernos lo contrario. Como la pintaba aquella que apareció en una pared de Buenos Aires: “Basta de realidades, queremos promesas”.
No hay programa que no prometa un trato fiscal más justo, ¡bien!, y mejor sanidad, mejor educación, más bicicletas y dos huevos duros. Como dijo Rajoy después de disputar su contrarreloj (lenta) con Cifuentes y Aguirre, “si gobernamos irá más gente en bicicleta, eso mejorará el medio ambiente y seremos todos más felices”. Con menos de eso el alcalde de Oyón te hace un tema eurovisivo de primera. La la la, la la la.
Miren lo que le pasó a Esperanza Aguirre el otro día. Promete: “cuando yo sea alcaldesa bajaremos los impuestos”. Y le dice Ana Botella: “que la alcaldesa aún soy yo y ya los hemos bajado”. No hay pueblo o ciudad de España en el que no nos estén prometiendo hoy menos impuestos. Piénselo bien: si nos hubieran bajado los impuestos cada vez que nos lo han prometido en las elecciones municipales, ¡ya no habría impuestos! Elección tras elección desde 1979. ¿Cómo pueden estar bajándolos siempre?
El pésimo vídeo del alcalde de Oyón es la mejor pieza de persuación política que se ha difundido en toda la campaña. En crudo, en artesanal, en sincero. Mucho mejor, dónde va a parar, que aquel de Floriano y Cospedal tomando café. Nos ha faltado piel. Toda la que le ha faltado a Floriano le sobra al alcalde cantante.
La mejor campaña la ha hecho el PP en Oyón, desinhibido, y en Madrid, convirtiendo la campaña en una competición consigo mismo.
Los partidos tradicionales viven sus turbulencias tradicionales. Los ex líderes del partido haciendo saber que todo lo que vino detrás de ellos fue peor. Tenemos a Aznar tocándole las narices a Rajoy por haber ninguneado a su señora. Y tenemos a Zapatero tocándole las narices a Pedro Sánchez por haber colocado de cartel electoral a Gabilondo. Ha declarado Zapatero que “no se improvisa un candidato en un mes”. Lo dice el hombre que hizo candidato ¡a Miguel Sebastián! No se improvisa, no.
Los partidos grandes, en la batalla por no menguar. Los emergentes, en la pelea por seguir emergiendo.
En Ciudadanos sufren un problema de criba: tienen que examinar con lupa las credenciales de los nuevos afiliados para que no se le cuelen imputados y cosas así, y tienen que repasar ahora las listas que el propio partido ha presentado para que no se repita lo de Miranda de Ebro. Han tenido que retirar la lista electoral al descubrirse que estaba llena de jubilados que no tenían ni idea de que eran ni candidatos ni de Ciudadanos. Les dieron a firmar un papel y lo firmaron. Ponte en la piel del jubilado que está el hombre en la residencia, echando su partida de cartas, al Tute —o al Julepe—- y llega la directora a decirle: “pero, hombre, Victoriano, que no me dijo usted que ahora es politico”. ¿Que yo soy qué? “Político, va usted en una lista”. Con los de Albert Rivera. Y con Cipriano y la señora Rosa, cuénteme usted el programa. Fuera lista, ha dicho la dirección de Ciudadanos, y con buen criterio, que hay ahí nombres que nunca deberían haber estado.
A Podemos la puñeta se la han hecho unos presos de ETA por andar tertulianeando en prisión. Los terroristas, como una vez se creyeron ideólogos y sesudos estrategas políticos (panda de matones) siempre están diseñando hojas de ruta futuras y esas mandangas. Ha grabado Interior algunas conversaciones carcelarias, charletas, entre tres o cuatro reclusos de estos que sueñan con que alguna vez algún gobierno se decida a perdonarles sus condenas —-que sigan soñando—. Dicen cosas como que, hombre, con el PP y el PSOE ya han visto que no hay nada que hacer, ¿verdad, Iñaki?, y que a ver si gobierna Podemos y cambia el panorama. El suyo, se entiende. Y que por eso se lo están diciendo a todos los demás presos, lo que no son de poner bombas a la gente debajo del coche: les están diciendo: eh, si queréis que las cárceles cambien, votad a los de Podemos, a ver si toda la peña vota al Coletas”. El predicamento de los etarras viejunos entre la población indecisa carcelaria es un enigma —el predicamento que tienen en la izquierda abertzale extra carcelaria es ninguno—, pero claro, estas tertulias de patio llegan a la primera página de un periódico —-“Los presos de ETA suspiran por la victoria del Coletas”—- y a Podemos, en vísperas de las urnas del domingo, pues no le ayudan. Va a tener que repetir más veces Pablo Iglesias que él no va a pactar con Bildu mientras no condene a ETA (esto que ahora machaca todos los días). Porque uno no es responsable de lo que hace o dice aquel que le vota, pero sí es responsable de haber coqueteado con la idea de que a ETA y sus pistoleros los movía la lucha por la libertad contra un sistema injusto. Uno no es responsable de lo que dice un tipo que le vota. Uno, si acaso, es responsable de haber querido agradar a la izquierda abertzale en la que ha crecido ese tipo difuminando la línea que separa la defensa de una ideología del ejercicio de la violencia. Es por esos vídeos de YouTube en los que aparece Iglesias aclamado en una herriko taberna por lo que uno de los etarras dice sobre Podemos: “Estos son como nosotros, pero españoles”.
A ver, etarras desahuciados, no os minusvaloréis. Ser como vosotros es difícil. Requiere de muchos años de actividad criminal secuestrando, extorsionando, reventando coches y pegándole tiros en la cabeza a otras personas.