OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Tócala otra vez, Cristóbal"

Tócala otra vez, Cristóbal. Toca la tecla de espabilar votos. El ministro más antipático de un gobierno en el que hay de todo, el sin-par Montoro, hace saber que ha echado unas cuentas y le sale que tan pronto como en enero podría bajarnos a todos los impuestos. Ole y ole. Que le den tila al comisario Moscovici. Si baja la recaudación —que ha bajado en el primer cuatrimestre del año— y no alcanzamos a cumplir con el déficit público, se siente: ya acabará rindiéndose Bruselas, como ha hecho siempre, y aguará por enésima vez el calendario del déficit cero.

Carlos Alsina

Madrid | 03.06.2016 08:09

Tócala, Cristóbal, tócala.

Hasta ayer el PP prometía —lleva desde diciembre con la promesa— bajar el IRPF a lo largo de la nueva legislatura. Pero se ve que la promesa de bajar impuestos, por repetida, ya no tiene el mismo efecto. Hay que relanzarla, tunearla, doparla. ¿Cómo? Poniéndole fecha. Haciéndola parecer inminente. Montoro, el desaparecido, dice ¡enero!

La oferta electoral, en resumen, es así de clara: usted me mantiene en el gobierno, votándome, y en la primera nómina de 2017 ya le estarán descontando menos. Ahora, usted vota a otro partido y ah, entonces olvídese de tener más dinero para sus gastos. Porque los demás van a crujirle a impuestos: sólo el PP piensa en usted y en las ganas que tiene de pagar menos.

La doctrina clásica dice que una rebaja fiscal es el estímulo más potente que se le puede meter al electorado. La idea de pagar menos nos espolea. Puede parecer un poco obvia la maniobra, o burda, pero tradicionalmente funcionó. Rajoy ganó de calle en 2011 después de haber prometido una bajada de impuestos. Pero es que Zapatero, en 2008, se sacó la manga los cuatrocientos euros aquellos del IRPF que devolvió a los contribuyentes en vísperas de unas elecciones generales. Y aunque descuadraron las cuentas, a media España le pareció estupendo porque así aumentaría el consumo y sería conjurada, en un pis pas, la crisis económica que ya asomaba la cabeza. Como dice Pablo Iglesias, lo importante es que la gente se tome más cafés en el bar. Y para eso hay que subirle el sueldo y bajarle los impuestos, quién dijo que la economía fuera una ciencia complicada.

Tócala otra vez, Cristóbal, tócala. No queremos realidades, queremos ¡promesas!

Que dice Aznar que España va por el camino equivocado, que hay que trabajar por el entendimiento entre PP y PSOEy no por la polarización, Mariano— y que si hay que hacer sacrificios personales después del 26 de junio, se hagan. O sea, que Rajoy los haga.

Felipe, por su parte, dice que coalición no ve. De PP y PSOE. Entre otras cosas, porque cada vez va más justa de tamaño. Reverdece el ex presidente su propuesta de siempre: que gobierne o el PP o el PSOE con la bencición, en forma de abstención, del otro.

Para poco más de sí ha dado la campaña electoral en las últimas veinticuatro. Salvo que Podemos ha presentado su campaña a lo Anne Igartiburu, con sonrisa y con corazón corazón para hacer patria.

Pagar lo menos posible, dentro de las obligaciones legales, es una pretensión legítima y bastante extendida. La familia Messi, con un crack del fútbol en sus filas y un surtidor de hacer dinero porque Messi no hay más que uno, también quiso pagar lo menos posible a la Hacienda española. El problema, en su caso, es que una vez que pagó lo menos posible, quiso seguir pagando aún menos.

Y para ello ya sólo había un camino, que era hacerle creer a Hacienda que Messi ingresaba menos de lo que, en realidad, recibía. Falseando, por ejemplo, el cobro de sus derechos de imagen para fingir que estaban cedidos a sociedades de terceros que, en realidad, eran el propio Messi. El futbolista, que era el profesional que cobraba por sus servicios (muy bien prestados y con innegable talento sobre el césped, de eso no cabe duda), estampaba su firma en las actas, los contratos y las declaraciones de impuestos, pero lo hacía —ésta es la tesis de la defensa— por indicación del padre, Jorge Horacio, el consejero delegado del holding empresarial que era (o es) su hijo. Leo en el nombre del padre. Y el padre, porque se lo decían los abogados. Que ésta es la segunda parte de la historia: Messi no culpa al padre porque el padre se dejaba llevar por lo que le decían los abogados. ¡Ellos son los culpables! Les contrataron para pagar lo menos posible y se tomaron la tarea tan a pecho que idearon la forma de eludir cuatro millones de euros al fisco sin informar a sus clientes de que estaban defraudando.

Salvando al soldado Messi.