OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Otegi se retrata"

Nombre de hoy en la lista: Rodrigo Rato. Ya estaba tardando, este otro panameño. A ver, mucha sorpresa no hay. Si está viendo usted Titanic, ya sabe que cómo termina el barco. Y que a Leonardo Di Caprio no lo quiere ni Kate Winslet en su tabla.

ondacero.es

Madrid | 18.04.2016 08:09

Tenía todas las papeletas para salir en los papeles el ex de Bankia. En el informe que aportó la Agencia Tributaria al juez que investiga su patrimonio aparecen propiedades vinculadas a Rato en unos cuantos paraísos fiscales, incluyendo Gibraltar y Suazilandia.

Lo de Rato hace tiempo que, en términos políticos, se da por amortizado. En el PP hace tiempo que lo borraron de las fotos y prohibieron mencionar su nombre. “¿Cómo se llamaba aquel que estuvo a punto de suceder a Aznar, el del milagro económico?” No tenía nombre. Ni cargo. Ni nada.

El árbol caído no sirve ni para ponerlo en Navidad con las bolas colgando. Ya lo está comprobando en sus carnes canarias José Manuel Off-Soria, desenchufado, fundido por la falsa información que dio sobre su actividad empresarial en el extranjero. Se ha pasado el fin de semana explicando que lo de Jersey nunca lo mencionó porque lo tenía olvidado. Como en el banco le dijeron que lo mejor para el negocio era tener una sociedad allí, pues él lo hizo y se desentendió del tema. No va estar uno acordándose siempre de a qué paraísos ha enviado sus barcos.

Se le ha complicado a Rajoy el horizonte electoral. Un ministro a la hoguera por mentir, un alcalde atrincherado en Granada y una hoja de servicios económica que no resulta tan brillante como se pretendía. La recuperación económica flojea y el objetivo de déficit público se vuelve a incumplir. Y con todo, el PP es el partido que más beneficiado aparece en los sondeos de la segunda vuelta de las elecciones. Mejoraría su resultado y rozaría el 30 % del voto. Ganaría de nuevo en las urnas y, ésta vez, con mejores cartas para seguir gobernando.

Y elecciones va a haber. Pablo Iglesias recurrió al comodín del público para cerrar con doble llave cualquier posibilidad de facilitar el gobierno de los hermanos Sánchez Rivera y este lunes tendrá lo que estaba buscando: el certificado de que las bases avalan su criterio. Mientras Sánchez no rompa con Ciudadanos, peineta y a preparar la re-campaña.

Otegi. Arnaldo Otegi. El “preso político” que dijo Iglesias. Tal vez vieron ustedes anoche la entrevista en “Salvados”. El ex recluso, condenado por actividad terrorista, vendiéndose como estadista de altos vuelos para poder ser lendakari.

Otegi. El cincuentón superviviente, al que no se conoce más oficios en su larga existencia que los de integrante de comando —ése fue su primer empleo— y portavoz de la izquierda aberztale —ése con contrato indefinido—. El inventor de marcas blancas batasunas para eludir la prohibición de sus actividades que sólo se desmarcó del terrorismo cuando vio que nunca alcanzaría, por esa vía, su objetivo. No fue por convicción moral —-sigue hoy sin serlo— fue por pura utilidad y en beneficio de sus propios intereses. Táctica, que no ética, como dijo anoche la hija de Fernando Buesa.

El hombre de pazOtegi esperaba que Évole le preguntara menos por ETA y más por el País Vasco que él desea. Qué le vamos a hacer, Arnaldo, a tu edad el currículum es lo que más pesa.

Cuánto esfuerzo en aparecer como alguien ajeno a ETA. En presentarse como sufrido pacificador al que le han criticado mucho en un sector de su propia parroquia. Pobre, con lo que duelen las críticas. “Me van a dar por defender a hablar bien de Zapatero”, guau, cuánto arriesga.

Al terrorismo le sigue llamando lucha armada.

A los etarras huidos de la justicia los llama refugiados. Manda huevos.

Se declara abrumado porque en Hipercor murió gente trabajadora. Abrumado.

Aquella gente no murió, la mataron. Y eran trabajadores, sí, como todos los asesinados por la banda. Los policías, los militares, los concejales, también tienen un trabajo.

Y en el colmo de la hipocresía, va Otegi y presume de haber hablado mucho con policías y guardias civiles que ven con normalidad su proyecto independentista y tienen, por ello, más talla que los políticos que gobiernan.

“Algunos hablan mucho de las víctimas pero hablan poco con ellas”, dice el antiguo terrorista. Manda huevos, de nuevo.

La entrevista sirvió para confirmar que todo es como parece. La miseria moral de quien nunca condenará el terrorismo porque nunca le pareció condenable ni la bomba lapa, ni el tiro en la nunca, ni tener a un hombre encerrado bajo tierra más de quinientos días. A este individuo no le repugna el terrorismo. Lo que le repugna es que, después de cuarenta años matando para lograr la Euskalherría independizada de España y con un gobierno de extrema izquierda el estatuto de Guernica sigue en vigor, el País Vasco sigue siendo España y el gobierno del País Vasco sigue desempeñándolo el PNV. Lo que le repugna es que la historia haya puesto en su sitio a los etarras, como asesinos múltiples que se envolvieron en la coartada de la lucha política y han acabado policial y políticamente derrotados. Batasuna tuvo que aceptar las reglas del juego de la democracia parlamentaria y Otegi tuvo que reinventarse (o camuflarse) como dirigente político homologable.

Lo que pasa es que cuando uno se ha pasado la vida amenazando a los demás, aprovechando en su beneficio las bombas que sus colegas ponían, las pistolas que sus colegas empuñaban, el estilo amenazante le sale solo. Va con él, hasta el día que se muera. Ahora el mensaje es que no se le debe recordar a quienes apoyaron el terrorismo tantos años que no han conseguido nada más que destrozar familias.

Es verdad que ETA ya no mata. Y es verdad que Otegi usa esa circunstancia, como en su día aprovechó la contraria, para empujar a los demás a hacer lo que él quiere que se haga.