EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: "300 años de esclavitud"

Les voy a decir una cosa.

Diez para “La gran estafa americana”, nueve para “12 años de esclavitud”, otros nueve para “Gravity”, un corto español (que también es cine) -“Aquel no era yo”, sobre niños soldado-, y, naturalmente, un año más, la candidatura de Meryl Streep.

ondacero.es

Madrid | 16.01.2014 20:28

Las quinielas para los oscar de este año ya pueden ponerse en marcha porque han sido proclamadas las candidatas en las distintas categorías. La de película extranjera incluye este año una película palestina (y ésa es la nacionalidad que se ha mencionado, Palestina) y una cinta camboyana. No ha habido nominación, sin embargo -esto sí que es un disgusto, qué decepción en el Palau-, ninguna nominación para “300 años de esclavitud”, que es esta otra película en la que sale Artur Mas haciendo de negro esclavizado en los campos de algodón de Felipe V con Aznar, Zapatero, Rajoy y el Tribunal Constitucional en el papel de amos que lo forran a latigazos impidiéndole vivir en libertad. Esta peli, pese a la gran inversión realizada, no ha seducido a los miembros de la Academia -a Obama tampoco, como ya quedó claro-, seguramente porque este año se llevan más los guiones basados en hechos reales -”El lobo de Walll Street”, “La gran estafa americana”, “Capitán Phillips”- y no la novela histórica aligerada para convertirla en folletín de consumo rápido.

A falta de oscar, y como consuelo local, han premiado a Mas en el Parlamento de Cataluña esta mañana con una votación favorable que mantiene vivo el serial y también el discurso que viene haciendo el president, este guión adaptado que dice que él está haciendo todo lo que está en su mano para convocar un referéndum por las buenas, es decir, por lo legal. Lo que hoy se sometía a la consideración de la cámara autonómica es una petición al Congreso de los Diputados para que delegue (o les traspase) la competencia para convocar un referéndum.

No hay mucha noticia, la verdad, en que haya sido aprobada. Los números son los que son: la suma de los grupos que se hicieron la foto de familia cuando dieron a luz la célebre bi-pregunta del “y en caso afirmativo”, esa suma equivale a la mayoría (de largo) del parlamento autonómico. Aprobada iba a ser, la única duda era cuántos más diputados, aparte de los de estos partidos, se añadían a la causa. Han sido tres, los tres del PSC, el único partido que está pasando por serias discrepancias internas a raíz de todo este proceso. Va camino el PSC de acabar como la familia Weston, la de Meryl Streep en “Agosto”: como se sienten a cenar todos juntos, acaban rodando por el suelo después de lanzarse los unos al cuello de los otros.

Debilitado por los vaivenes en que ha incurrido desde que Mas y Junqueras echaron a rodar la bola, el PSC, en efecto, se está “agostando”, y ésta es la gran preocupación entre los dirigentes y militantes de esa formación política y entre los dirigentes del partido hermano a cuya Ejecutiva pertenece, el PSOE de Pérez Rubalcaba: que el socialismo en Barcelona languidece. Aún conserva en el Parlamento su condición de tercera fuerza política, pero las encuestas le sitúan a la altura del PP y en riesgo de ser superado por Ciudadanos.

El debate de hoy, en el PSC, está versando sobre la disciplina de voto, el castigo que merecen los disidentes (insubordinados) y este viejo asunto de a quién pertenece el escaño, si al diputado o al partido, pero el verdadero debate en el PSC va más allá de este episodio de hoy. No les falta razón a los diputados díscolos que hoy votaron a favor de la propuesta (con CiU, Esquerra e Iniciativa) cuando dicen que no debería merecer tanto escándalo que ellos hayan expresado ese criterio cuando es sabido que entre la militancia del partido (y sus votantes) existe también una parte que ve con buenos ojos esta vía hacia la consulta legal que se ha intentado hoy.

Si la parroquia socialista en Cataluña tiene criterios diversos sobre la materia, por qué no va a manifestarse esa diversidad en el grupo parlamentario que los representa. Éste es el argumento de los díscolos. El argumento de la dirección es éste otro: dado que ya hubo debate en la dirección del partido, se votó y ganó el “no”, la obligación de los diputados para con su partido es trasladar a la cámara ese voto sin ponerle ni quitarle nada. ¿Por qué? Porque el escaño lo han obtenido yendo en una lista y bajo unas siglas, no en solitario. De nuevo, como ya comentábamos anoche, el debate sobre la independencia de criterio del parlamentario (bendecida por la Constitución) y el hecho de tener que pertenecer a una lista cerrada para serlo (bendecido por la ley electoral).

El voto díscolo siempre produce vértigo en la dirección de un partido político. Se interpreta como “desafío a” o “debilidad del” líder en ejercicio. Y acostumbra a ser ese líder que ahonda en esa interpretación cuando se pone en jarras y les exige a los rebeldes que se rindan. “¡Entreguen el acta, desleales!”, le gritó esta tarde la dirección del PSC al trío vamos por libre. Y claro, una vez que has exigido que pase algo, si luego no pasa te has quitado autoridad a ti mismo. Ni la señora Geli, ni el señor Elena ni la señora Ventura han atendido la exigencia de su secretario general -dices: si no le hacen caso cuando toca votar, por qué se lo iban a hacer cuando les dice que cojan la puerta-, de tal manera que lo que hoy tenemos es a tres diputados que se insubordinan y un jefe (así lo ve el PSC, en términos de jerarquía) que no es capaz de hacer valer su autoridad. Pero si alejamos el zoom para que entren más personajes en escena, lo que tenemos es a un partido, el PSOE, tremendamente incómodo porque el PSC no es capaz de exhibir una posición monolítica en el Parlamento catalán, que a la vez está poniendo a caldo a Rajoy por decretar el cierre de filas y prohibir a sus diputados la libertad de voto sobre la eventual nueva ley del aborto.

En Cataluña reclamas disciplina y en Madrid exiges lo contrario. Ahí Patxi López ha intentado encontrar un argumento al que agarrarse y ha aportado esta tesis, un poco forzada, que luego debatiremos y que revela lo poco que a él le gusta también que cada diputado vote lo que crea oportuno (es secretario general de una federación socialista, hay que entenderlo) : lo que él dice es “a ver, si el asunto que se vota en un parlamento tiene que ver con cuestiones morales, entonces puede haber cierta libertad de voto (obsérvese el “puede” y el “cierta”); pero si el tema afecta de manera nuclear al proyecto político, entonces no ha lugar a libertad alguna, disciplina y hay que hacer lo que toca”. El recurrido argumento de “una cosa es una cosa y otra cosa es otra”. De dar por bueno el argumento habrá que establecer quién, cómo y dónde fija la frontera entre lo que es una cuestión “moral” y lo que es el “proyecto político”. ¿Forma parte del proyecto político del PSOE una ley de plazos para regular el aborto? Elena Valenciano diría seguramente que sí, pero según la tesis de López no lo sería.

Por no hablar de la tesis de los rebeldes del PSC, que sostienen que es el proyecto político del partido, reflejado en su programa electoral, el que les ha llevado a votar hoy al revés que Pere Navarro. Y en su apoyo han salido esta tarde otros nombres conocidos del partido, como Joaquim Nadal o Montserrat Tura. La crisis, por tanto, es de gravedad. O como diría Alfonso Cuarón, de “gravity”. Planteada la trama, para los que hayan visto la película, falta saber dónde acaba cada uno.