EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: Venezuela se escribe con "V" de violencia

Les voy a decir una cosa.

Venezuela se escribe con “v” de violencia. Éste es el fracaso de Nicolás Maduro y puede acabar convirtiéndose en el fracaso de Capriles Radonski, cabeza visible de la oposición al gobierno. “La violencia no apareció con la revolución de Chávez, dice el ministro de Exteriores venezolano. Muy cierto. Violencia ya existía.

ondacero.es

Madrid | 18.02.2014 20:10

El gobierno de Maduro sólo está acreditando su incapacidad para reducirla y una voluntad que es más de palabra -de boquilla- que de veras -en los hechos-. La identificación de protesta ciudadana con altercados, de manifestaciones con incidentes y con violencia, puede acabar engullendo, a su vez, el discurso de movilización pacífica que vienen haciendo los grupos opositores.

Los índices sobre violencia y criminalidad en Venezuela cuentan siempre con el menosprecio del gobierno, que sólo da por buenos los datos que él mismo ofrece, tan alejados de lo que dicen las ONGs, tan alejados de la percepción de muchos ciudadanos y tan alejados de lo que a diario reflejan los medios. El ochenta por ciento de los venezolanos opina que el principal problema de su país es la inseguridad. Por “tasa de homicidios” se entiende el número de muertes violentas causadas por otras personas respecto de cada cien mil habitantes. El gobierno venezolano reconoce una tasa oficial de 40 por cada cien mil.

El Observatorio de la Violencia en Venezuela, una ONG que disgusta particularmente a Maduro, sostiene que la tasa real está más cerca de 78 o 79. Veinticinco mil homicidios en 2013. La última vez que la estadística sobre delitos fue pública en Venezuela fue diez años antes, en 2003. Desde entonces no está autorizada su difusión y el único dato público que existe es el que difunde el gobierno. Consciente de que la sociedad venezolana sabe de la realidad que padece, Maduro lanzó una campaña que llamó “La gran misión a toda vida, patria segura”.

La versión oficial dice que está obteniendo éxito en la reducción de los comportamientos violentos. La realidad dice que no hay un solo día en que no resulten muertas varias personas por disparos, o a cuchilladas, en Caracas. El responsable de esta ONG, Roberto Briceño, de formación sociólogo, sostiene que las personas terminamos por habituarnos a entornos claramente violentos. “Sucede en las sociedades en guerra”, dice, “donde la gente es consciente de la realidad que vive, pero no puede dejar de hacer su vida”. La supervivencia te lleva a convivir con la muerte sin escandalizarse por ella. El sociólogo apunta una razón, entre otras diversas, que él considera clave en la realidad venezolana: la exaltación institucional de la violencia, el elogio de los violentos en los discursos, la denominación, por ejemplo, de las milicias como guerrilla urbana; la expresión del debate político como un enfrentamiento pasional y constante, en el que prima el lenguaje bélico y virulento.

Cuando alientas esta forma de vivir la política, como si fuera la guerra; cuando alimentas esa confrontación social, a muerte, como seña de identidad de tu revolución o lo que sea, no esperes que después te resulte fácil embridar el conflicto callejero. Los incidentes de estos últimos días han puesto en situación apurada al gobierno de Maduro. No tanto por la afluencia a las protestas -siempre son multitudinarias las marchas en Caracas, tanto de los opositores como, aún más, de la mayoría chavista— como por las grietas que han surgido luego en la versión oficial sobre la muerte de tres personas. La difusión de vídeos y fotografías captadas con teléfonos móviles ha probado la autoría de agentes del servicio de inteligencia, el Sebin (la oposición lo llama “policía política”) en los disparos y ha tumbado la tesis gubernamental de que todos los agentes estaban acuartelados.

Ayer Maduro admitió que algunos funcionarios habían incumplido sus órdenes de quedarse quietos. Hoy ha habido dos nuevos signos de que asume la erosión que está sufriendo su gobierno. Por un lado, ha destituido al responsable del Sebin (cabeza de turco). Por otro , ha dado instrucciones para que se permitiera a los estudiantes y opositores celebrar la manifestación de esta tarde en Caracas. Hasta esta mañana, el alcalde del municipio de Libertador, en la capital, hombre fuerte del chavismo, proclamaba, desafiante, que la manifestación no había sido solicitada, que la consideraba, por ello, prohibida y que ni un solo manifestante pasaría por su municipio.

En la tradición del pulso político que mantienen el chavismo y sus contrarios estos últimos años, a la movilización de protesta convocada por Leopolodo López –fugitivo a ojos del gobierno— ha respondido el chavismo con una abrumadora movilización de los suyos convocada por el sector petrolero bajo la coartada de condenar la injerencia norteamericana. Si en Globovisión¸ el canal privado antes identificado con la oposición y ahora ya menos, se han transmitido esta tarde ambas marchas, en la televisión oficial sólo existía una, la chavista.

“Rodilla en tierra con Nicolás Maduro”, era el hashtag. Leopoldo López sólo existe, para los medios gubernamentales, cuando se trata de denigrarle como conspirador y bandido. Hace dos horas se entregó este líder opositor, reclamando a las autoridades que le informes de cuáles son los delitos que, según ellas, ha cometido. “Me presento ante una justicia injusta”, dijo.  La policía tiene instrucciones de evitar a toda costa cualquier exceso, cualquier maltrato, sobre este detenido. Si a López le pasara alguna cosa, la situación en la calle se volvería incontrolable; el caldo de cultivo, sembrado de violencia, es explosivo.

Dejar hacer a los grupos paramilitares –los “motorizados” que se pasean, en sus motos, armados y provocadores- conduce a un clima tan inflamable como éste. Alimentar la polarización extrema de la sociedad, la consideración del adversario como enemigo y del crítico como termita que debe ser exterminada, conduce a esto.

Tiene poco sentido predicar el diálogo y la concordia, como hace Maduro, a la vez que utilizas un lenguaje bélico para llamar a los tuyos a acallar a los otros, a la vez que recitas todos los términos descalificadores y delictivos que se te ocurren (gusanos, traidores, golpistas) para describir a la oposición -no a los agitadores violentos que tiran piedras, sino a toda la oposición-, caracterizada por el gobierno como antipatriótica y antivenezolana. Tiene poco sentido proclamarse el gobierno más democrático del continente mientras haces cuanto está en tu mano para silenciar a los medios de comunicación que se resisten a ser meros altavoces, recaderos, de tu prédica interesada y victimista.