El monólogo de Alsina: No es Pablo Iglesias el único que entrena
Les voy a decir una cosa.
No es Pablo Iglesias el único que entrena. Del líder máximo de Podemos se sabe que cuando empezó a hacer sus pinitos como presentador de televisión se metía en el plató con el monólogo que se había escrito y ensayaba para que le saliera redondo. Lo cual habla bien de Iglesias: se tomaba en serio la comunicación, o la persuasión, y oye, se lo trabajaba.
Carlos Alsina | @carlos__alsina
Madrid | 12.12.2014 21:14
En España somos más de celebrar al dirigente político que se sube al escenario sin un solo papel y es capaz de hablar durante una hora –aunque sea a base de repetirse y repetirse como le pasa a Junqueras- que de aplaudir al que se ha escrito previamente un buen discurso, lo ha pulido y lo ha ensayado. Barack Obama, que pasará a la historia como mejor orador que presidente, procura no presentarse nunca ante la prensa sin ese trabajo hecho.
Antes de cualquier entrevista, o de cualquier rueda de prensa, es tradición en la política que el dirigente ensaye: qué preguntas me pueden caer y qué respuestas me interesa dar o no dar. No es Pablo Iglesias el único que entrena. En el palacio de la Moncloa, y en la víspera de cada consejo de ministros, la portavoz del gobierno de España también ensaya: qué preguntas me harán mañana los periodistas y qué respuesta me interesa, o nos interesa, dar (o no dar). Los periodistas, al final, somos casi tan previsibles en las preguntas como la mayoría de los políticos en las respuestas.
Si esta semana de lo que más se ha hablado en los medios es del portal de transparencia -léase salarios de altos cargos- y la salida de Bankia a bolsa -léase encontronazo entre Luis de Guindos y el Banco de España-, prepárate respuesta sobre estos dos asuntos porque van a caer seguro. Y si al presidente del gobierno se le ocurrió sugerir ayer que esto de la crisis económica es agua pasada -ya quisiéramos- apuéstate algo a que eso también cae: ¿considera la portavoz del gobierno que la crisis ya pasó?
Soraya Sáenz de Santamaría también entrena, y hace bien porque en buena medida depende de eso que un portavoz salga airoso de una rueda de prensa (por airoso se entiende que no ha derrapado, no ha tenido laspus dignos de arrasar en youtube y no ha provocado incendio alguno). Entrenada iba, por eso cuando le preguntaron por la frase -epílogo de Rajoy -hasta aquí llego la crisis- echó mano del folio que tenía delante y se puso a recitar indicadores económicos. No todos los que existen, claro, sólo una selección de los más pintones.
A saber: comparativa entre el comportamiento del paro en este último año y el último año de la legislatura anterior (hay menos parados), exportaciones (hay más que entonces), consumo (repunta), prima de riesgo (que está mucho más delgada). ¿No están de acuerdo ustedes en que las cosas han cambiado?, ha dicho la portavoz.
Esto de elegir qué comparas y con qué periodo lo comparas es una táctica muy vieja, y muy conocida, para que aportando sólo datos te salga la conclusión que estás buscando (ahora que no nos oye nadie, es lo que hacemos las cadenas de radio cada vez que sale el EGM). De manera que sí, los datos selectos con que se había preparado la respuesta la vicepresidenta son correctos.
La situación económica del país, hoy, es mejor que la tenía (el país) hace tres años. O mejor que la que tenía hace dos años, por mencionar el primer año de esta legislatura, que es cuando se alcanzaron en realidad los indicadores económicos más amargos. La cosa va mejor. Pero la pregunta, rebobinemos, era ¿considera usted que la crisis ya pasó? Toda respuesta a esa pregunta que no sea un “sí”, corto y al pie, debe ser interpretada como un “no”.
Cualquier añadido que se introduzca en la respuesta viene a ser el reconocimiento de que una cosa es que la crisis sea menos profunda y otra que ya no sea. “El signo ha cambiado pero aún queda mucho por hacer”, dijo hoy la vicepresidenta, su forma de decir que sabemos que no, que aún no estamos en una fase de crecimiento lo bastante sólida, lo bastante prolongada y habiéndose hecho sentir ya lo bastante sus efectos como para que eso que llamamos “crisis” pueda darse por enterrado.
El mismo Rajoy añadió ayer a su misión cumplida tres palabras que cambian su significado: “en-muchos-aspectos”, “en mucho aspectos”, dijo, “la crisis es historia del pasado”. Que en realidad significa que aún no lo es, aunque el efecto que produzca -efecto buscado- es el contrario.
A diferencia de “recesión”, que es un concepto muy tasado (dos trimestres seguidos con la economía menguando se considera recesión), “crisis” es un concepto indefinido y elástico. Quien llame “crisis” al decrecimiento de la economía de un país podrá afirmar que ya pasó cuando esa misma economía crece. Pero quien llame “crisis” a una situación económica precaria con indicadores desequilibrados y repercusiones sociales muy marcadas, seguirá percibiendo un país en crisis por mucho que la economía nacional crezca un uno y pico por ciento al año.
Lo que la experiencia nos enseña, en todo caso, es que el dirigente político se apuntará al primer significado o al segundo dependiendo de una única circunstancia: si está gobernando o está aspirando a hacerlo. Atrás quedan aquellos otros diagnósticos que tantas veces hicieron los dirigentes populares en la oposición. Aquello de que no podía afirmarse que hubiéramos salido de la crisis mientras tuviéramos más de dos millones de parados.
No podía decirse que la crisis quedaba atrás mientras siguiera endeudándose cada vez más a las generaciones futuras, o mientras existiera un desequilibrio manifiesto entre los ingresos del Estado y sus gastos. Con un 4% de déficit público, una deuda del 100 % del PIB y una tasa de paro del 24 % difícilmente hubiera afirmado ningún dirigente popular, cuando estaba en la oposición, que la crisis económica había sido superada. Una afirmación como ésa la hace siempre quien está gobernando, más aún si pretende sembrar esa percepción en la opinión pública para que sea la percepción la que genere un doble efecto: más consumo fruto del optimismo y mejores perspectivas electorales para el gobierno fruto de la idea de que su gestión ha sido un éxito.
Cuando Rajoy repitió por tres veces este mensaje -España viento en popa- en su visita a México (a su llegada, en su conferencia y en la entrevista con Televisa) hubo quien dijo: bueno, es natural que el presidente, estando fuera y dirigiéndose al público extranjero, haga una descripción lo más positiva posible de nuestro país. En efecto, es lo natural. Pero no era un mensaje pensado para el público extranjero, no sólo, era también el ensayo general del discurso que vamos a escucharle al gobierno desde ahora y hasta el mes de noviembre de 2015. “Las navidades de la recuperación”, la llamó ayer el presidente del gobierno. En ausencia de oro, nos regalan por navidad incienso y mirra.