Se pondrá una película de John Ford y le dará una última pensada al paso siguiente.
Tal vez haya lamentado -sólo un poco- Eduardo Torres -Dulce que no hubiera más resistencia, o algo de resistencia, entre los fiscales de sala que hoy ejercieron de gran jurado. El jurado profesional, de fiscales veteranos, convocado para emitir veredicto sobre la presentación de la querella. Pudo haberse sentido Henry Fonda en “Doce hombres sin piedad” (doce enojados) de haber tenido que ir desgranando argumentos para persuadirlos a todos de lo equivocados que estaban. Pero no sólo no hubo resistencia, sino que todos los presentes (menos uno), 27, se sumaron a la interpretación que, de este asunto, hizo el fiscal general del Estado.
A saber: que hay que presentar esta querella porque la suspensión ordenada por el Tribunal Constitucional no dejaba margen a la duda: toda actuación que contribuyera a impulsar la consulta de cartón suponía desobediencia al Constitucional, luego la actuación del presidente autonómico, que se enorgulleció en público de ser el responsable, su vicepresidenta, que montó un centro oficial de seguimiento de la consulta, y la consejera de Educación, como responsable de los centros donde se instalaron las urnas, es constitutiva (criterio del ministerio fiscal, ya veremos lo que dice el Tribunal Superior) de un presunto delito de desobediencia. Hasta aquí parece que todos los fiscales de sala, o casi todos, estaban conformes. Discrepaban, por tanto, del criterio emitido por la fiscalía del Tribunal Superior de Cataluña, que argumentaba que el Constitucional había evitado ser categórico al no enviar una advertencia expresa a la Generalitat de Cataluña y que, por tanto, no cabía achacar desobediencia a quien no había recibido orden alguna.
Estos fiscales expusieron sus razones para no querellarse, la Junta de Fiscales las ha escuchado y ha emitido veredicto de disconformidad: o sea, que no, que el criterio profesional de la carrera fiscal es el que había expresado Torres Dulce. Y procede el fiscal a transmitir de nuevo la decisión a la fiscalía catalana para que, compartiéndola o no, proceda. Este pulso lo gana Torres Dulce, con una segunda parte hasta esta tarde menos conocida, y es que entre los fiscales en Cataluña tampoco todos estaban conformes con la negativa a presentar la querella. Hay división de opiniones, hasta el punto de que, según contó la agencia EFE, la jefa de los fiscales de Barcelona, Ana Magaldi, reunió a los fiscales de la provincia con idea de emitir un comunicado que dijera dos cosas: que ellos sí están a favor de la querella; y que no es correcta, por tanto, la expresión “fiscales catalanes” que estamos utilizando los medios para referirnos a la fiscalía del Tribunal Superior.
También son catalanes, y son fiscales, los de Barcelona y han apoyado la admisión a trámite de todas las denuncias contra la consulta de cartón piedra que el 9 de noviembre presentaron organizaciones y particulares. La intención de la fiscal era entregar a la prensa un comunicado, pero…de la reunión no ha salido acuerdo alguno y el comunicado ha quedado aplazado sine die. Es decir, que tampoco entre los fiscales barceloneses el criterio es único.
De haberse resuelto hoy la reunión de los Fiscales de Sala en sentido opuesto al que lo hizo -desaconsejando la querella- a esta hora estaríamos hablando de cómo de desautorizado había quedado el fiscal general, él solo contra la opinión del resto, Henry Fonda, pero al principio de la película. Habiendo sucedido lo contrario, que los fiscales bendicen la querella, de lo que hablan ya la oposición y los partidos soberanistas es de la injerencia gubernamental que revela, opinan, todo este asunto. “Se ve la mano del gobierno en la querella”, ha dicho el socialista Antonio Hernando. “Es el mamporrero del PP”, ha dicho el diputado Bosch, de Esquerra.
Próxima estación, para la querella, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Una vez que el fiscal catalán la formalice -aún no se sabe en qué términos, cuáles son los delitos presuntamente cometidos- habrá de decidir el Tribunal si la admite o la desecha. Y argumentarlo.
Hasta ahora el foco ha estado puesto en la actuación del Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo y la fiscalía general del Estado. La Generalitat y los partidos aliados de Artur Mas han denunciado repetidamente lo que entienden que es una presión inaceptable del gobierno central sobre estas otras instituciones del Estado: los magistrados, los jueces, los fiscales. Bien, ahora el foco cambia de escenario y se traslada al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. No le extrañará Artur Mas que ahora sean los demás quienes digan que es él quien presiona para que los jueces catalanes hagan naufragar, torpedeen, boicoteen, las pretensiones del gobierno.
Torres- Dulce gana el pulso a la fiscalía superior catalana, sin que eso suponga, atención, que su permanencia en el cargo esté asegurada. Tiene otro pulso planteado, éste más largo, más agrio y menos explicitado. El pulso que le tiene echado a un gobierno que cuenta ya las horas que faltan para que Torres- Dulce cese en el cargo. Para que cese él, porque echarle no pueden.
Mientras la querella sigue su cauce, el fiscal general se lo piensa. Seguir o mandar el cargo a tomar viento.
No es el gobierno el único que anhela la dimisión de Torres- Dulce. Lo hacen también, por motivos bien distintos, los aficionados que añoran al crítico cinematográfico que coexistía antes con el fiscal, y los tuiteros que seguían aquella cuenta falsa, y ácidamente divertida, que llevaba un Torres- Dulce también falso; más que un impostor, un rendido admirador -un esclavo, un siervo, un amigo- que acostumbraba a publicar algunas de las reflexiones más redondas de la red. “A veces me gusta más Centauros del Desierto y a veces Liberty Valance. Y así echo las tardes de domingo, oigan, en el filo y arriesgando”.
Esta noche se tomará un dry martini. Se pondrá una película de John Ford o leerá a Sir Arthur Conan Doyle. “Menudo se ha puesto Garci cuando le he dicho que Sherlock Holmes nunca existió”. Concretamente.