Opinión

Las cinco conclusiones que Alsina extrae de la comparecencia de Sánchez: "Tiene un serio problema de desmemoria"

Carlos Alsina ha hecho un repaso a los momentos más importantes del interrogatorio al que fue sometido el presidente del Gobierno por parte de los senadores.

Carlos Alsina

Madrid |

Monólogo de Alsina, en Más de uno

Hace sesenta años, más o menos, dos jóvenes se conocieron en el Bronx porque compartían una misma rareza. Eran los únicos interesados en alquilar una película filmada diez años antes, 'Los cuentos de Hoffmann'. Lo de entonces más que videoclubs eran 16mm clubs, porque lo que te llevabas a casa eran los rollos de las películas para ponerlos en tu proyector.

El joven George se la llevaba a casa cada semana, hasta que llegó un viernes y le contaron que otro chico se la había llevado antes. Al otro, de nombre Marty, le pasó lo mismo unas cuantas veces, y acabó acuñando la broma de que alquilaba la película siempre que el tal George no se le había adelantado. Era inevitable que terminaran congeniando y que se hicieran amigos. Marty era Martin Scorssese. Y George, George A. Romero, nieto de ferrolano emigrado a Cuba y autor, 1968, de 'La noche de los muertos vivientes'.

En este último día de octubre, noche de Halloween, cómo no recordar a Romero. Padre, a decir de muchos, del cine de terror contemporáneo. Más en concreto, de las películas de zombies. Él se tomó con humor el encasillamiento y el hecho de que se le preguntaral por las características precisas que distinguen al zombie pata negra de las imitaciones, como si él fuera el doctor Frankenstein y le estuvieran preguntando por su monstruo.

Pero dejó establecidas algunas normas. Por ejemplo, que el zombie no puede correr. "Si ves a un zombie correr es que no es un zombie", dijo. Y también, que del zombie uno nunca se debe burlar. No por miedo, sino porque, a diferencia de los vivos, los zombies no son ni mentirosos ni tramposos. Ni mienten, ni hacen trampas, ni corren. Ni usan gafas de Christian Dior para ver de cerca.

Los zombies ni mienten, ni hacen trampas, ni corren. Ni usan gafas de Christian Dior para ver de cerca.

Lo digo por si en el PP, hoy que están de digestión de la opereta de ayer en el Senado, quieren revisar este diagnóstico suyo de que Sánchez es un presidente zombie. Desmemoriado, sí. Necesitado de comer rabos de pasos, también. Pero zombie, no parece.

La corrida parlamentaria de ayer empezó con enorme interés pero luego se fue desinflando. Y embarullando. Y enmerdando. La primera senadora que saltó al albero salió brava. Caballero, de UPN. Los siguientes fueron mansos, incluido el de Vox, pretendiendo no serlo. El de Junts, Eduard Pujol, formuló, en su papel de ex socio desengañado, la pregunta más tonta del día.

Imagínese que responde que no, habríamos estado ante un desdoblamiento de personalidad inquietante. Y el senador del PP, Miranda, elegido y entrenado expresamente para lance, queriendo oler la sangre (que no había) se emborrachó de su propio cuestionario y le sirvió al compareciente, que nada quería responder, la coartada final que necesitaba para fingir que lo habría hecho, responder, si Miranda le hubiera dejado.

Microcuento: Preguntó el discípulo al maestro: "¿Cuál es la clave de una buena pregunta?" Respondió el maestro: "Dejar que sea respondida para poder hacer la siguiente". "¿Y la clave de la siguiente?" "La misma".

Nada puede agradecer más quien sufre de alergia a responder preguntas que un fiscal sobreactuado al que le importan un pito las respuestas. Y eso es lo que el PP sirvió ayer al presidente en el Senado: una ametralladora de cuestiones llenas de trucos y un lanzador de puñales espídico que impide al compareciente hilvanar media respuesta porque en cuanto dice dos palabras ya le está lanzando, a la vez, la pregunta siguiente y el reproche por no haber respondido a la de antes. O sea, un despropósito. Y una bendición para quien, como Sánchez, finge (porque finge como nadie) dolerse porque no le dejan responder cuando a no responder es, precisamente, a lo que ha ido.

Antes de que la mañana entrara en el barullo total y la competición por ver quién es más ocurrente y quién se ríe más del otro, el Sánchez más genuino fue el que consiguió retratar, en la primera media hora, la senadora Caballero. El Sánchez pata negra es este que hacer ver que responde a una pregunta cuando lo único que hace es decir algo después de que se le haya formulado. Es bien sabido que decir algo después de una pregunta no es lo mismo que responderla.

Y Sánchez quedó descolocado de inicio porque se le abortaba cada intento de homilía difusa. La perseverancia de la senadora provocó que el presidente echara mano, mucho antes de lo previsto, de todos sus comodines más conocidos. El que más, ese que dice "mi gobierno no es como otros", "mi partido no es como otros", "yo no soy como otros, yo soy puro".

'Otros', en realidad, no es más que uno, el PP. Y el comodín, por ello, siempre es el mismo. Gürtel, los sobresueldos, Casado, la foto de Feijóo o el hermano de Ayuso son encarnaciones diversas de una misma fórmula: compararse con el PP y proclamarse ganador de la comparación, todo en uno.

Le llevaron al presidente cinco minutos de insistencia, cinco repreguntas y dos tarjetas amarillas del árbitro dar una respuesta a la pregunta más sencilla que se le formuló en toda la mañana. Tan lícito y legal como es cobrar en el PSOE gastos de representación en efectivo, y mira que le costó responder no que sí, sino que "está convencido de que alguna vez debió pasar".

Tiene un serio problema de desmemoria el líder socialista. Si uno tuvo por costumbre que el partido le pague los viajes, los hoteles y las comidas, no parece posible que se le olvide. O que le cueste tanto precisarlo. Si se te persona en la Moncloa el gerente de tu partido para advertirte de que tu número dos, ministro-secretario Ábalos, se está pasando con los gastos, tampoco parece posible que se te olvide.

Tiene un serio problema de desmemoria el líder socialista

No solo es poco creíble que no recuerdes una visita como esa, es poco creíble que habiéndose publicado estos días que el gerente estaba mosca y que iba a tener que responder sobre su labor de aquellos días en el Senado y en el Supremo, el presidente-secretario no haya encontrado un minuto para llamar a su compadre Pavón y refrescarse juntos la memoria.

La cosecha que queda de la comparecencia es:

  • Primero, que cobró en efectivo pero no es capaz de dar detalles. Sabiendo ahora cómo era el tema éste de los tiques en el partido, como para preguntarle qué gastos le fueron abonados y si el sobre lo recogió él personalmente o como Ábalos con Koldo. Podría haber presentado el tique de un crucero por los fiordos noruegos y le habrá sido reembolsado sin más preguntas.
  • Segundo, que ninguna responsabilidad admite por el descontrol confeso del dinero que se pagaba en Ferraz.
  • Tercero, que vivió en Babia. Sobre Ábalos y Cerdán, que nunca supo. Ni en qué andaban ni de cómo eran. Llegó a ensalzar lo articulado que era Ábalos, lo buen político que era, a la vez que repudiaba sus hábitos cotidianos, o sea, la prostitución que sólo ha conocido ahora. Le engañaron, le torearon, le traicionaron. Como a Esperanza Aguirre sus batracios. Qué culpa tendrás tú de que tus más estrechos colaboradores, los dos, te salgan rana.
  • Cuarto, que para Sánchez asumir responsabilidades significa hacer que las asuman otros. En rigor, nunca ha tomado decisión alguna que le afectara a él o le obligara a él a renunciar a algo. A Ábalos lo mandó al grupo mixto por haber dejado hacer a Koldo. Pero él no se manda a sí mismo a ningún sitio por dejar hacer a Ábalos, a Koldo, a Santos Cerdán y a Leire. Tan severo con los demás y tan misericordioso con uno mismo.
  • Y quinto, que sobre Delcy insiste en mantener esta tesis curiosa según la cual el Gobierno estaba al tanto del viaje pero solo intentó abortarlo cuando tuvo conocimiento de que pesaban sobre ella sanciones de la Unión Europea. En realidad, el Gobierno tiene conocimiento de las sanciones el día que se aprueban, supongo, no el día que viene Delcy.

Es natural que aplaudan, entusiastas, los muchos fans del presidente en el ámbito político y mediático por lo suelto, lo entretenido, lo burlón y lo vivo que lo encontraron. Es natural porque su vara de medir es si el matador por el que beben los vientos (y al que se deben) sale más o menos arañado de la plaza, no ninguna otra cosa.

Ninguno de los fans políticos y mediáticos espera del presidente -ni le va a exigir nunca- que responda con precisión, algún día, alguna vez, a las preguntas precisas que se le vienen haciendo. La comisión empezó entretenida y acabó en gallinero ingobernable e ingobernado. La Moncloa se declaraba entusiasmada con el desempeño del patrón -viva el jefe- a la vez que se fingía desolada por el triste espectáculo que los otros ---siempre los otros--- habían dado.

George A. Romero contó una vez que tenía la CNN puesta todo el día. Le interesaba la actualidad. Y años antes de pasar a mejor vida dejó hecha esta suerte de profecía: "En los oscuros días que se avecinan, algunos dirigentes políticos se preguntarán si, de haber escuchado con más atención, habrían podido oir cómo los tendones de la nación se desgarraban como alambres de piano rotos y haber hecho algo para curar las heridas antes de que todo se hubiera hecho añicos".

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