Hoy no es un buen día para decirle a los brasileños: “no dramaticen, que sólo es fútbol”. En Brasil el fútbol nunca es sólo fútbol y está aquel país en estado de conmoción profunda. Anoche sufrieron a los alemanes inmisericordes y hoy están sufriendo a los argentinos, la crueldad del choteo ácido que están restregándoles hoy a sus vecinos. Sólo si Holanda les metiera esta noche ocho cesaría la coña para extender el drama hasta la Tierra del Fuego. A la selección brasilera lo peor que le puede pasar ya, y le puede pasar, es perder otra vez, en el partido por el tercer y cuarto puesto. “Quedar terceros para Brasil es nada”, dijo anoche Marcelo: si terceros no es nada, imagina si al final son cuartos. Una presidenta, Rousseff, puso hoy cara de viuda para sumarse al duelo de sus compatriotas y trasladar a la selección sus condolencias. Otra presidenta, Merkel, tuvo que contenerse hoy para no salir a la calle a pegar botes coreando el oe, oe, oe, que en alemán se dice “ein dreifaches hurra”, o sea, “nos da lo mismo Holanda que Argentina, este mundial lo ganamos nosotros”. Rousseff y Merkel, dos mujeres de ideologías y temperamentos distintos pero con dos rasgos comunes: a las dos les gusta el fútbol y a las dos las ha espiado la NSA norteamericana. Y las dos le montaron, por ello, una buena a Obama.
Hoy tienen motivos los alemanes para estar eufóricos porque les han metido siete a los brasileños y le han sacado dos a los norteamericanos. Siete goles y dos espías. En el partido éste que se traen Merkel y Obama por los servicios de inteligencia (la versión políticamente correcta del entrometimiento en asuntos ajenos) la canciller ha neutralizado ya dos topos americanos por ninguno, que se sepa, alemanes. Al primer espía lo destaparon el jueves, un empleado (¿o se dirá “agente”?) de los servicios de inteligencia alemanes que pasaba información sensible a los americanos. Entre sus misiones estaba la de enterarse de en qué andaban los diputados de la comisión parlamentaria sobre el espionaje de la NSA para chivárselo no a la NSA sino a la CIA, que era quien le pagaba. El gobierno alemán tiró de las orejas al embajador y puso a trabajar a la fiscalía. “Intolerable”, dijeron los diputados, “creíamos que América era un amigo”. O sea, lo mismo que se dijo cuando Snowden contó que la NSA tenía pinchado el teléfono personal de la señora Merkel. Hoy se ha informado de un segundo espía descubierto, o son espías tirando a malos, o el departamento de contraespionaje de Berlín es de una eficacia digna de Toni Kroos. Este segundo topo estaría ligado al ministerio de Defensa o al Ejército y estaría a sueldo, a la vez, de la CIA, según informaciones de los medios alemanes que el gobierno no ha querido aún confirmar. A la señora Merkel le preguntaron por el nuevo capítulo de esta historia a lo Le Carré (calderero, sastre, espía, soldado) y ha dicho que la comisión de secretos del Parlamento será convenientemente informada. “¿O sea que sí, lo confirma?”, le repreguntó la prensa. “No”, dijo ella, “no confirmo nada, sólo digo que hemos estado hablando de estos asuntos con el gobierno de los Estados Unidos”.
No consta si ha habido telefonazo hoy, o ayer, de Berlín a la Casa Blanca, pero sí que al espía de la semana pasada, el del jueves, lo cazaron justo unos minutos antes de que Merkel recibiera una llamada de Obama. Debió de ser ésa una conversación que ni Smiley, porque a la alemana le acababan de contar lo del topo pero el americano llamaba, supuestamente, para hablar de Ucrania. Y si él no sacaba el tema, no iba a sacarlo ella: “Oye, Barack, que os hemos cazado al topo, deja de hurgar en lo que no te importa, ¿ok, my friend?” En toda la charla que tuvieron, ni la una ni el otro dijeron nada. Luego se ha sabido que, en el caso de Obama, no es que eludiera el asunto, es que a él no se lo habían contado. Fuentes oficiales que cita el Times de Nueva York sostienen que el presidente estaba in the dark, o sea, en la inopia. Y aunque podría parecer una excusa para justificar el silencio de Obama al respecto, lejos de serlo es un nuevo patinazo de la administración norteamericana. Los colaboradores del presidente no salen de su asombro: detienen en Berlín a un tipo que trabaja para la inteligencia alemana y confiesa estar a sueldo, a la vez, de la CIA y nadie en la agencia tiene la gentileza de poner el asunto en conocimiento de la Casa Blanca. Llueve sobre mojado porque ya le pasó lo mismo a Obama cuando estalló el escándalo Snowden, el del espionaje cibernético a norteamericanos en territorio americano. Se hartó de decir que aquello jamás había sucedido hasta que tuvo que anunciar cambios en el funcionamiento de la agencia para que aquello que nunca sucedió no vuelva a repetirse. En el ecuador ya de su último mandato, y con una cosecha política más escasa de lo que su arrolladora llegada a la Casa Blanca hacía pensar hace seis años, esta imagen de presidente en permanente fuera de juego no ayuda en nada a la memoria que quedará de Obama una vez que haya dejado paso al siguiente. Frustrado en muchas de sus iniciativas políticas por la mayoría republicana de la Cámara y con una política exterior zigzagueante, la reforma sanitaria se quedó a medio gas y la reforma migratoria (su otra iniciativa ambiciosa) no termina de concretarse. En lo que queda de año, ha dicho la mayoría republicana, no se aprobará ley alguna: el Senado bendijo la reforma pero la Cámara de Representantes aún no la ha votado. No hay, por tanto, reforma migratoria Obama, pese a lo cual la difusión en Centroamérica de versiones averiadas (y torcidas) de las supuestas novedades legales ha multiplicado, como sabemos, el número de migrantes, miles de ellos niños, que se juegan la vida por cruzar México, primero, y cruzar, después, la frontera tejana. “Es una crisis humanitaria que hemos de resolver”, viene diciendo Obama. La primera parte es muy cierta, es una crisis de dimensiones épicas. La segunda parte, que el presidente vaya a ser capaz de resolverla, es un asunto ya más cuestionado. La Casa Blanca informa de que el presidente ha viajado hoy a Tejas para analizar la situación con el gobernador Perry. En realidad a lo que ha ido Obama es a hacer campaña por los candidatos demócratas para las elecciones de noviembre y a recaudar fondos para la campaña. La principal cita de su agenda de hoy en Dallas es la cena, con los donantes. Y aunque mañana bajará un poco en el mapa, hasta Austin, lo más cerca que va a estar el presidente de la frontera con México es a 400 kilómetros de distancia.