· Cada día admiro más a los pensadores que son capaces de exponer hoy, con aparente solvencia, cómo va a ser el mundo después de la pandemia. Cada vez los admiro más y me lo creo menos. Esto de ‘nada volverá a ser igual’, esto del ‘antes y el después’, esto de ‘no seremos los mismos’. Es encomiable el esfuerzo por explicarnos lo que vamos a ser, el nuevo mundo que viene, pero temo que los castillos en el aire sirven sólo como entretenimiento. Dudo que alguien sepa qué va a ser de nosotros y nuestros hábitos cuando aún no hemos averiguado por qué nos ha llegado a pasar (y nos sigue pasando) todo esto.
· Yo intuyo que en el futuro inmediato (digamos septiembre) vamos a ser lo que éramos, pero con más parados, menos empresas y más familias entrampadas. Calculo que, en cuanto se nos pase el susto, volveremos a acercarnos físicamente a las personas con las que hablamos, nos lavaremos las manos y, por supuesto, dejaremos la mascarilla en casa. El temor que manifiestan muchos médicos, muchas enfermeras, muchos científicos, es que el susto se nos pase antes de tiempo.
· Sigue habiendo contagios. Por eso el personal de los centros de salud, sobre los que descansa ahora el grueso de la atención a los enfermos, está reclamando más medios y más prevención.
· Me dijo ayer un oyente atento: ‘La prueba de que la emergencia pasó es que ya volvéis a dedicar horas enteras a discutir si Arrimadas se ha hecho sanchista o sólo ha matado al padre, Rivera; si Casado es un líder del todo o se ha quedado a medias; si Vox es impermeable a lo que suceda porque para Vox pase lo que pase siempre es la prueba de que tenemos un régimen bolivariano; ya le dedicáis minutos y minutos de análisis a la última ocurrencia de Rufián, al último desahogo de Lastra y al matrimonio mal avenido que forman Ayuso y Aguado.
Era un reproche, pero me sonó como una voz de alarma. Por si estuviéramos dejándonos llevar por la inercia de convertir cada episodio político en un acontecimiento cuando muchos de ellos no pasan de peripecia secundaria.
· Con 250 fallecidos el martes, mil nuevos contagiados, sin estudio serológico que consultar todavía, sin la inundación de test que nos prometieron, sin noticias de las aplicaciones para móvil que iban a permitirnos hacer una desescalada a la coreana, no sé si estamos para fijarnos mucho en Rufián. Salvo por lo de siempre: que Rufián es el gobierno de Cataluña. Segunda comunidad más castigada por el coronavirus. Casi toda seguirá en fase cero la próxima semana porque no se dan las condiciones para levantar la mano. Pero el gobierno catalán votó ayer en contra del estado de alarma. A Rufián nadie le reprochó nada.
· Si el gobierno fuera coherente con su argumentario sobre el caos, a quien habría atizado ayer el grupo socialista ayer habría sido a Esquerra Republicana.
· Si Vox se creyera lo que dice, la dictadura bolivariana, empezaría por sorprenderse cada vez que sube a la tribuna del hemiciclo de poder decir lo que le da la gana.
· Si el PP fuera coherente con la filípica que le dedicó Casado a Sánchez, habría votado en contra. No sé qué significa abstenerse en un debate como el de ayer. Si Casado llegó a la conclusión de que, con todas las críticas que se quiera, no cabe otra que mantener el estado de alarma, debería haber obrado en consecuencia y no usar como burladero la abstención. Y si cree a pies juntillas que Sánchez intenta exterminar nuestras libertades a base de decretos, entonces no se entiende qué hace absteniéndose.
· El gobierno podría haberse ahorrado el vértigo de los últimos días generando las siete semanas anteriores el clima de confianza que Sánchez sigue siendo incapaz de generar. Menos chapa discursiva, menos andar exigiendo a los demás que te sigan y más liderar el país de verdad. El liderazgo por imposición no es liderazgo. Ser alérgico a la cesión sólo conduce a que se encarezca el precio que al final, y en minoría, te va a tocar pagar por todo.
· Antes de que se nos pase el susto, hemos de aprovechar todo lo que hemos aprendido. Todo lo que tenemos de sociedad escarmentada. Ahora sabemos que aquello que podamos hacer cada uno por nosotros mismos es conveniente que lo hagamos. Confiar en que vendrá un gobierno, central o autonómico, o en que vendrá un experto, o en que vendrá un periódico a preservarnos de los males que nos acechan es incurrir en comportamiento de riesgo. Además de la mascarilla, de las manos lavadas, de la distancia de seguridad y del desinfectante en casa, es conveniente que tomemos ésta otra medida de prevención: no esperar que en la alta política española cambie nada.
· Del discurso de Adriana Lastra ha quedado que llamó cacatúa a Teodoro García Egea. Enhorabuena. No hay forma más eficaz de sabotearse una misma el discurso. En estos casos siempre es un ejercicio entretenido imaginar cómo habría sido la situación al revés, si a quien llama cacatúa se lo hubieran llamado a él, o en este caso, a ella.
· Le agradezco a Lastra la mención que hizo ayer en el Congreso a este programa. Aunque fuera una mención sin mencionarnos.
Comparto con ella que Casado no respondió a lo que le pregunté varias veces. Y aprovecho para recordar que a Adriana Lastra en este programa hace años que no podemos preguntarle nada porque Adriana Lastra tiene a este programa vetado. Repito: ve-ta-do.
· Sánchez quiere a Patxi López presidiendo la comisión de la reconstrucción. Gracias a esta noticia he recordado que había una cosa llamada comisión de la reconstrucción que era una iniciativa del PP que fue aceptada por el gobierno para poner en pie los nuevos pactos de la Moncloa que iban a emular en importancia y trascendencia a la transición económica del año 77 alumbrando el consenso necesario para sacar adelante España en tiempos de recesión (y bla bla bla y todo aquello que nos contaron tan campanudamente hace ya un mes, o mes y medio). Pactos de la Moncloa, decían. Y ha durado lo que un piruleta a la puerta de un colegio. Cuánto chiquillo por ahí suelto.
· Chiquillería en Madrid. Lo del gobierno regional es para poner un espejo en la Puerta del Sol. Todo el día reclamando certezas a Sánchez. Dime de qué presumes y te diré que volvieron a demostrar lo poco que se entienden el PP y Ciudadanos. Por la mañana dice Ayuso en Rne que no está Madrid para cambiar aún de fase. Por la tarde anuncia el gobierno que ella preside que solicitan a Sanidad el cambio de fase.
· Confieso que hasta ayer no había sentido curiosidad por saber quiénes son los expertos que integran el comité de evaluación que va a decidir cada semana quién promociona y quién repite (lo de las fases). Saber sus nombres me parecía poco relevante. Hasta que le escuché a Fernando Simón decir esto.
Un equipo de personas sin nombre. Ya fue raro que en el BOE apareciera una empresa con la que se había contratado un suministro y cuya dirección era desconocida. Pero aquello dijo el ministro que era un error. Y esto no es un error sino una decisión tomada. Ahora tengo la duda de si se puede tener una responsabilidad pública tan alta y ser anónimo. Y también, a qué se refiere el doctor cuando dice que si se conoce tu nombre, la presión hace difícil que puedas trabajar con la suficiente libertad. ¿Trabajan con libertad los expertos del comité médico que ha venido asesorando al gobierno? ¿Se puede ser asesor del gobierno con la cara y el nombre borrado? Sé que estamos en una situación excepcional, pero esto de no vamos a decir quiénes somos más que excepcional es inaudito.
· De los días de confinamiento y cuarentena, que aún no terminan, guardaremos cada uno memoria de momentos que nos conmovieron. Pueden ser momentos pequeños, como éste de Mayte. El telecolegio al que asisten desde la segunda semana de marzo los ocho millones de estudiantes que hay en España. Mayte tiene en casa a uno, Rodrigo, tercero de la ESO, catorce años. El otro día estaba dando el profesor on line la clase de matemáticas y sufrió el asalto de un grupo de gamberros virtuales que se colaron en la videoconferencia y le boicotearon. El profesor, parece que harto de sabotajes, tiró la toalla y dijo que se acabaron las clases. Lo que conmovió a Mayte no fue eso, claro. Fue que Tomás, un compañero de clase de Rodrigo que es un crack en matemáticas, tomó la iniciativa y se puso él a explicar la materia a sus compañeros de grupo. Se conectan por el zoom y ahí se ve a Tomás con la pizarra vileda hablando de funciones e intervalos mientras los demás toman apuntes. Como dice Mayte, con los chavales de catorce a menudo ocurre que no sabes si son niños o mayores, si pueden salir solos o acompañados, pero está claro que a veces te sorprenden. Lo dice una madre emocionada.
· Si todo va bien, que seguro que sí, Ignacio se perderá el lunes que viene el programa porque estará con su mujer asistiendo al nacimiento de Alba. ‘Asistiendo’ quiere que él asiste, es decir, colabora, pero que la parte difícil la hace ella. Ha sido un embarazo de riesgo, y encima en cuarentena y con coronavirus por ahí suelto, y la madre lo ha llevado con entereza y una sonrisa. No sé en qué fase estaremos los demás el lunes, pero Ignacio y su mujer estarán en la fase más importante de sus vidas. Y como han sido días complicados para ellos, a Ignacio le parece bien que vayamos cerrando el diario si eso significa que vamos saliendo de ésta poco a poco.
· Velilla del Río Carrión es un pueblo de Palencia, que tiene mil y pico habitantes, a la vera del río y al pie de la montaña, y en el que tengo la impresión de que todos los vecinos, los mil y pico, cantan. El Facciamo, naturalmente. Y si no todos, sí por lo menos los treinta y tantos de la coral La Reana, que se han organizado para grabar esta versión sacra.
· Hay un género radiofónico que nunca muere que es las canciones dedicadas. Y hay un género nuevo que es dedicar lo que uno mismo canta.
· Me cuenta Eric, residente en Vietnam y oyente de este programa, que alguna clase de poder hipnótico ejerce el Facciamo sobre las pequeñas criaturas porque a su hijo Martín todo lo que yo cuento antes no le interesa lo más mínimo (a ver, Martín tiene cinco años), pero en cuanto escucha voces de pito canturreando lo de Ombretta Colli se pega al altavoz y no hay quien lo despegue. Aprovecha el padre para hacer de corresponsal e informa de que en Vietnam han reabierto las escuelas, llevan veinte días sin ningún contagio y en total sólo han tenido 270 casos.
· Hombre, cantar, han cantado aquí el Facciamo niños de todas las edades y de todas las ciudades de España. Incluso de alguna del extranjero. De Ho Chi Min aún no habíamos recibido cantantes. Por eso tengo el placer de presentarles a Martín, cinco años, nieto de Mari Carmen que está en Irún (muy madrugadora Mari Carmen, no se pierde detalle desde las seis de la mañana) y que además de cantar es mini locutor de radio. Ahora veréis por que lo digo.
Facciamo. Finta. Che.
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