La última palabra de este referéndum de hoy la tendrá mañana una señora. Ni Salmond, ni Cameron, ni Miliband,ni Gordon Lázaro Brown -levántate y habla-. Dices: será la reina. No, the queen tampoco. La señora que hoy tiene más poder en Escocia se llama Mary Pitcaithly, rubia, bienhumorada y grandota. The woman in charge, la señora que está al cargo de que la votación discurra como debe y de que se cuenten bien los votos esta noche. Es la jefa, o la reina, del escrutinio. Y la mujer a la que más veces le han preguntado estas dos últimas semanas: “oiga, no pasará lo de hace siete años, ¿verdad?” Hace siete años. ¿Qué pasó hace siete años? Mayo de 2007. Hubo en Escocia elecciones autonómicas y municipales. Cerraron las urnas al caer la noche, como hoy, se esperaba el resultado para primera hora de la mañana, como hoy, pero...empezaron a surgir dificultades porque el novedoso sistema electrónico de lectura de las papeletas no reconocía miles de ellas. Código rojo, el escáner se ha vuelto loco. Aquellas papeletas también eran nuevas, una con nombres, otra con siglas, casillas para poner cruces por todas partes -ríete tú de las papeletas mariposa de Florida- y buena parte de los electores se habían hecho, con perdón, la cabeza un lío. Hasta última hora de la tarde del viernes no hubo manera de proclamar el resultado. La señora Pitcaithly ha jurado y perjurado que esta vez todo irá bien, que el escrutinio es muy sencillo (o has puesto la cruz en el “sí” o la has puesto en el “no”) y que anunciará cómo queda la cosa a la hora del desayuno: tantos para el “sí”, tantos para el “no”. Atención: lo que diga esta señora mañana va a misa. Incluso si la diferencia entra la opción ganadora y la perdedora fuera mínima, un porcentaje de una décima por ejemplo, no cabe pedir que se cuenten otra vez los votos. Incluso si la diferencia es de un solo voto, no hay posible revisión. La palabra de la reina Mary de Escocia es ley, aunque no se apellide Estuardo. El otro día le preguntaron en la BBC: “pero vamos a ver, y si usted se confunden por ejemplo al hacer una suma, ¿qué hacemos?” Y ella dijo: “Descuiden, que eso no va a pasar”.
Qué responsabilidad. Qué presión sobre los árbitros del partido. Contemplen ustedes en primera línea el peso de la Historia. Pendientes los escoceses que viven allí. Pendientes los escoceses que viven fuera. Pendiente el resto del Reino Unido, los ingleses, galés y norirlandeses. Pendiente the queen. Pendiente el resto de la Unión Europea y singularmente otro país dentro de esa unión, la España que gobierna Rajoy y en la que una ley autonómica, la ley catalana de consultas, competirá mañana con el veredicto escocés por abrir los informativos del mediodía. Hay tanta expectación que usted mismo, que igual hasta ayer todo lo que sabía de Escocia es que hacen un whisky de primera, siente ya el cosquilleo del suspense que hoy todavía se alarga. Ya le aviso de que en estas cuatro horas próximas vamos a seguir pronunciando, con cierta reiteración, estas palabras: “expectación, incertidumbre, suspense”, o estas expresiones que, para no aburrir, iremos alternando: “en ascuas, en vilo, en un ay” (se admiten otras fórmulas similares si son ustedes tan amables de aportarlas). “Velando urnas, conteniendo la respiración” (lo que vean). Se ha contado ya sobradamente que la participación parece que está siendo alta, que los pronósticos dicen que alcanzará casi el ochenta por ciento, que no hay sondeos al cierre de los colegios y que los dos dirigentes políticos que más se juegan en este envite, Salmond y Cameron, tienen dicho que pase lo que pase y pierda el que pierda, no está en sus planes quitarse de en medio. Lo raro, claro, habría sido que dijeran lo contrario. Si Escocia decide independizarse, difícilmente podría el señor Cameron mantenerse al frente del gobierno del Reino Unido. Salmond, por el contrario, y aun perdiendo hoy el “sí”, podría presumir de haber logrado el hito de hacer posible una votación vinculante y reclamarse como imprescindible para el nuevo reto: hacer cumplir a Londres su promesa de más autogobierno, “arrancarle” al Parlamento británico un buen paquete de nuevas competencias. “En Escocia ya están votando”, están diciendo hoy los soberanistas en Cataluña, “están votando y no se está hundiendo el mundo”. Arrimando el ascua escocesa a su sardina.
“Las gaitas de la historia llaman a la puerta de la Moncloa”, dijo hoy el diputado nacional de Esquerra Alfred Bosch, en este afán que muestran algunos parlamentarios por hacer cada día una frase campanuda. En lugar de discursos, encadenan tuits. A ver quién es el primero que, si gana el sí, se lanza a decir mañana que “el Reino Unido se va a hacer gaitas”. Ni de faldas, ni de gaitas, ni del uso del gaélico-escocés en los colegios se está hablando hoy en Escocia. A juzgar por las respuestas que estamos escuchando y viendo en los medios cuando los periodistas le ponen el micrófono a personas corrientes, el argumento más repetido por los partidarios del sí no es ni la balanza fiscal ni la batalla de Stirling. El argumento es que al gobierno británico ellos no le han votado. Como gobiernan los conservadores y en Escocia sólo obtuvieron un diputado, ah, a ese gobierno no lo hemos elegido nosotros, dicen, rompamos para poder tener un gobierno que de verdad nos represente. Es el no nos representan personalizado en el señor Cameron.O el hecho diferencial basado en la ideología: como aquí somos menos conservadores que el resto del país, salgámonos porque sumando y sumando, ellos nos ganan.
En cosa de doce horas, si la señora Pitcaithly hace bien su trabajo, salimos de dudas. Si los escoceses se independizan, asistiremos a una experiencia inédita. Que nos permitirá cuánto cambia la vida cotidiana de los ciudadanos al ser, el suyo, estado independiente, en qué lo perciben y si se cumple la promesa de un mundo mejor, se cumple –por el contrario- la profecía del apocalipsis o ni lo uno ni lo otro. A ver si al final un escocés en la Escocia independiente lleva una vida muy parecida a la de un escocés en la Escocia del Reino Unido.