Jorge Freire visitó las instalaciones de Línea Directa, desde donde Más de uno ha emitido un programa especial por su 30 aniversario, con una saca llena de cartas, dispuesto a compartir uno de los muchos dilemas morales que le llegan cada semana. En esta ocasión, el remitente era Javier, dueño de un perro de nombre tan ilustre como su carácter: "el Marqués". Según contaba en su carta, el animal —un mestizo de procedencia incierta, mezcla entre sabueso de Versalles, setter bávaro y arzobispo inglés— vive rodeado de comodidades, tronos acolchados e infinitas atenciones. Tan dependiente es el Marqués de su dueño que no soporta quedarse solo ni un instante, hasta el punto de acompañarlo incluso en sus visitas al baño.
El conflicto surgía cuando Javier recibía la invitación a la boda de su mejor amigo, un enlace no "pet friendly". Ante la imposibilidad de llevar al Marqués, el dueño se debatía entre asistir al evento o quedarse en casa para no enfrentarse al rencor de su mascota, capaz —decía— de castigarle con un silencio aristocrático de tres días. "¿Qué hago?", se preguntaba Javier, consciente de que su vida había empezado a girar más en torno a los caprichos de su perro que a sus propias decisiones.
Freire, con su característico tono irónico y sereno, respondió al dilema recordando que incluso el afecto más puro necesita límites. A veces, explicó, la ternura mal entendida convierte el cariño en servidumbre, y educar implica también enseñar a soportar la ausencia. "No hay amor verdadero sin libertad", concluyó, invitando a Javier —y a los oyentes— a reflexionar sobre cómo equilibrar el apego y la autonomía, incluso cuando el vínculo es con un ser tan encantador y tirano como el Marqués.
