Venimos con la película del momento. Pero, para generar suspense, no vamos a desvelar el título todavía. Y tampoco a destriparla porque merece ser vista. Pero sí vamos compartir lo que aprendimos de una cinta que vale para interpretar los próximos días y buena parte de la vida.
Este es un largometraje que ahonda en la condición humana porque hace emerger la universalidad de los dilemas éticos en los momentos de incertidumbre, cuando nuestra fe en todo, también en nosotros mismos, corre el riesgo de tambalearse y cuando nuestra honestidad y nuestra integridad son puestas a prueba de verdad.
Esta es una película que aborda, sobre todo, la crueldad. La crueldad en la lucha por el poder. El poder porque el trono al que todos aspiran ha quedado vacío. Señoras y señores, con todos Ustedes: 'Cónclave'.
“Cónclave” es la película más violenta que puede encontrarse hoy en la cartelera. Y lo es porque la dirección artística robustece la historia. La cinematografía, cuidadísima, trae el aroma de la liturgia, el peso de la tradición, la importancia de los rituales, el contraste con la modernidad. Y, a la vez, potencia la tensión narrativa, porque todo eso choca frontalmente con el nudo principal del guion.
Hay recogimiento en el aislamiento del cónclave. Un recogimiento que condene el susurro de las hostilidades y de las conspiraciones más retorcidas. Hay más ambiciones que religiosidad. Y eso se nota poco después del funeral, justo antes de que se cierren las puertas, cuando los venerables llegan, desde todos los rincones del mundo, para librar un combate infernal.
Cualquiera de los convocados puede terminar siendo el elegido, por eso este es un tipo de combate sofisticado. Y, por eso, quien entra como favorito no suele terminar siendo el designado.
En la vida real, los expertos señalan que Parolin es quien tiene más opciones para suceder a Francisco. En el cine, ese personaje es el Cardenal Belini. Ya está en el núcleo del poder, es conocido y respetado por todos, quizá demasiado dubitativo.
Belini entraría en la categoría de los moderados, aunque viene de ser cercano al papa (igual que el Cardenal Paolin de la vida real) y, por lo tanto podría ser considerado progresista. Pero, ¿qué sería un cardenal progresista? El propio Belini nos lo perfila al fijar su posición cuando está con los suyos.
Uno de sus rivales, de saque el archirival, sería el cardenal Tedesco. Conservador, histriónico, de vibración autoritaria y, simultáneamente y desaforada, muy Borgia. Mira, allí le vemos en la mesa del comedor cardenalicio, acerquémonos a él, a ver qué nos cuenta, a ver cómo ve el paisaje.
Este Tedesco de ficción, encajaría en el plano de la actualidad con el Cardenal Burke, el favorito de Trump, pertenece al otro extremo, al punto más reaccionario. Entre Tedesco y Belini, hay más jugadores que cuentan con opciones. El africano Adeyemi, el americano Trembley por citar a los más papables. Pero, perdonad, ya tenemos el resultado de la primera votación.
Fumata negra. Ninguno de esos favoritos está completamente intacto a debilidades personales que, en más de un caso, están vinculadas a las amenazas que sufre la Iglesia Católica actual y eso es determinante para tomar el resto de decisiones de voto. Los abusos a los menores, el dinero, el choque ideológico… Todo se convertirá, desde ese primer recuento, en arsenal para una guerra sin cuartel que se redobla para cada nueva votación.
Fumata negra. No vamos a contar como se trenzan las conspiraciones que van
descabalgando a unos y a otros. Son muchas, tantas que termina llegando un momento de vacío en el que quienes pretenden impedir lo peor acaban dándose cuenta de la situación en la que están.
A partir de este punto, la película pierde algo de pie. Pero las cosas cambian. Entran en acción dos factores esenciales en todos los acontecimientos. Primero, el azar (o el designio divino, como dirían algunos)
Y luego la palabra, la respuesta a la pregunta que marca el Cónclave: ¿Qué relación ha de establecerse con el fundamentalismo islámico? El choque entre posiciones que termina desequilibrando la balanza. Fumata blanca.
¿Cuál es, en mi opinión, el mejor momento de toda la película? Sucede al principio del segundo acto, está en este sermón, en este discurso que vale para la Iglesia pero que, como decía al principio, es bien útil para nuestra vida entera.
La duda es la razón de ser, también de la democracia. Los autoritarios y los populistas no dudan. Pero los demócratas debatimos porque dudamos. Y, al debatir, acordamos el consenso hacia el bien común. Dudar es bueno. Dudar es una de las mejores cosas que nos trae la vida. Esa es la lección que nos deja la película, creo yo. Pero bueno, hasta aquí llego. Vienen el padre Colmenero y el Padre Azpiroz, ya es hora de que llame a misa de ocho.