Empezaremos por el nombre de la operación policial ¿Por qué se llama operación Resplandor a las investigaciones sobre la desaparición de los dos niños de Córdoba?
El padre de los niños, y único acusado de su secuestro y desaparición, José Bretón, contó a los policías que su actor preferido es Jack Nicholson, y añadió que sus dos películas favoritas son Mejor Imposible y El Resplandor. Además, en los registros que se hicieron en la casa de los abuelos paternos de los niños se encontró también un ejemplar de El Resplandor, la novela de terror de Stephen King.
Muchos oyentes recordarán ese libro o esa película, en la que Jack Nicholson hacía de un padre que enloquecía en un solitario hotel y trataba, por ejemplo, de asesinar a su esposa y a su hijo… Recordarán la famosa escena de Jack Nicholson con el hacha en la mano y su mujer aterrada al otro lado de la puerta. En cuanto a Mejor imposible, tiene lógica que José Bretón encontrara similitudes con el personaje de Nicholson, un maniático compulsivo que acude a restaurantes con guantes y sus propios cubiertos para no contagiarse de no se sabe qué virus.
Empezamos por el sumario que recoge los exámenes psiquiátricos y forenses que se han hecho al padre de los niños. Los doctores José Sáez y José Manuel Jaqutot se entrevistaron dos veces con Bretón en la cárcel de Córdoba, donde está encerrado desde el 27 de octubre. En su informe concluyen que no padece ningún trastorno mental relevante aunque sí tiene rasgos anancásticos de personalidad.
Se le conoce también como el síndrome del perfeccionista. Significa que estamos ante una persona inflexible, insegura, muy exigente, obsesiva… El mismo Bretón reconoce que tiene lo que él llama “mis manías”. Entre otras, no quiere sentarse en bancos públicos, no soporta oír comer a la gente (tampoco a sus hijos, incluso se ponía tapones en los oídos para evitarlo)…
Bien, tenemos a un padre obsesivo y muy exigente, pero ahora vamos a ir hacia atrás. ¿Quién es José Bretón? ¿Qué había hecho hasta ahora, cuando se ha convertido en un presunto criminal?
Bretón va a cumplir este verano 40 años. Es el segundo de tres hermanos de una familia de clase trabajadora de Córdoba. Tiene un cociente intelectual de 121, bastante superior a la media (que oscila entre 90 y 100) y su informe psiquiátrico recoge algunos aspectos de su infancia: su padre le pegaba, a veces con la correa del cinturón, aunque el lo justifica porque asegura que era “el más revoltoso” de los tres hermanos, y sufrió enuresis (se hacía pis en la cama) hasta los 14 años. Por lo demás, tuvo una infancia normal y acabó sus estudios en el instituto. Luego, se matriculó en Derecho. Y aquí viene ya alguna pista de su carácter.
No fue nunca a clase. Bretón admitió ante los psiquiatras que se matriculó solo para cobrar la beca del Estado. Luego, se apuntó al ejército en el año 1993 como soldado profesional porque “estaba al lado de casa y no tendría que hacer la mili”. No le salió bien.
Lo que ocurrió fue que al año siguiente, su unidad fue enviada a Bosnia Herzegovina, en la primera misión internacional de los militares españoles en mucho tiempo. Bretón confesó a los psiquiatras que si llega a saberlo, no se apunta, pero en el ejército y en Bosnia demostró su capacidad de adaptación. Allí condujo ambulancias y consiguió varias medallas. Él mismo cuenta que no sabe por qué le dieron tantas condecoraciones si era "el más cobarde de todos".
Y en el año 1997, el que entonces era cabo José Bretón tiene una novia, Mari Carmen. Pero ella decide romper la relación. Y el hombre reacciona de una forma violenta.
El 9 de abril de 1997, el padre de José Bretón lo encontró en la finca de Las Quemadillas, ahora conocida por todos. Bretón estaba inconsciente y dentro del coche. Se había tomado unos 80 comprimidos de un medicamento para el insomnio que le había recetado un médico y tenía dos bombonas de camping gas abiertas. Tuvieron que llevarlo al hospital y hacerle un lavado de estómago.
No es la única similitud, digamos inquietante, con aquella antigua historia de desamor. Dos días antes de intentar suicidarse, Bretón escribió una carta a un amigo, en la que le dijo que iba a tomar una decisión muy difícil, porque una novia no le había valorado.
Y esta vez, en 2011, dos días antes de que desaparecieran los niños, Bretón escribe una carta a su esposa pidiéndole que le permita volver a estar juntos… Y en esos cinco folios Bretón amenaza también veladamente con el suicidio: ¿para qué quiero vivir si no estoy con vosotros?, le dice a su mujer. No olvidemos, además, que también ahora, en 2011, Bretón había acudido a un psiquiatra, el mismo que le trató tras su intento de suicidio, y que le recetó esta vez Orfidal y Motivan, dos medicamentos, cuyas pastillas no se han encontrado, solo las recetas. Bretón ha dicho que él no las tomó porque no las necesitaba. Nadie sabe, por tanto, para qué las pidió y las compró.
Volvamos a Ruth, a la madre de esos niños. Conoce a José Bretón a finales de 1998, Ruth Ortiz era una estudiante de veterinaria en Córdoba y les presentó una amiga común. Se casaron en 2002. Ante los psiquiatras Bretón asegura que fue “un auténtico flechazo”, a ella le escribe incluso que “me enamoré de ti el primer día que te vi, un rayo de luz te iluminó cuando entré en el pub”. Pero a su policía sombra, Bretón le confesó que “le he escrito esas cosas porque sé que le gustan, pero no las pienso” e incluso va más allá en sus confesiones: “me casé con Ruth porque me pareció buena persona. Nunca la he querido”.
En los casos de desaparición de una persona en circunstancias extrañas, la policía tiene un protocolo de actuación. A los familiares más directos se les coloca un agente sombra, un policía que trata de aliviar la angustia y la incertidumbre de la familia y también es útil para que conozca todos los detalles de amigos, costumbres, problemas de la persona que ha desaparecido porque pueden ayudar a encontrarla.
En el caso de Ruth, primero se designó para ser su sombra a un policía de Huelva y luego fue una curtida investigadora de Homicidios; en el de Bretón, su sombra fue un veterano agente también de homicidios que no esperaba lo que encontró y cuyo resumen de lo que vivió entre los días 10 y 17 de octubre (la semana en la que Bretón pasó de ser una víctima a un sospechoso de secuestro) consta en el sumario de la operación Resplandor.
Situémonos. 10 de octubre, los niños Ruth y José, de seis y dos años, llevan dos días desaparecidos. Su padre mantiene que los ha perdido en el parque Cruz Conde de Córdoba. En la finca familiar, el último sitio donde con seguridad llegaron los niños, Bretón asiste a los registros que hacen varios policías. Y junto a él, está su sombra.
Durante una media hora, Bretón insiste a su policía de confianza que perdió a sus hijos en el parque Cruz Conde. El policía le nota incómodo, ve que cambia de conversación varias veces e incluso, mientras otros agentes están inspeccionando los restos de la hoguera en la que Bretón afirmó que había quemado ropas de su esposa, el hombre les da la espalda y se sienta. “Se muestra frío, distante, parece que lo que allí pasa no va con él. No nombra a sus hijos, no muestra el más mínimo síntoma de angustia, pena o desesperación”, escribe el policía sombra, que entonces decidió cambiar de táctica para intentar averiguar más datos.
Imaginen la batalla psicológica entre ese policía y el que ya es sospechoso de hacer desaparecer a sus dos hijos. El policía le pregunta por su esposa. “¿Cómo estará Ruth?, tiene que estar sufriendo mucho, José”. Y Bretón aquí sí se explaya mucho más que sobre sus hijos. “Más he sufrido yo. Ruth es una hija de puta, lo digo aquí, lo digo delante de un juez y donde sea”, le responde.
Ha perdido supuestamente a sus hijos y está insultando a su esposa, que cometió el pecado de querer separarse de él, claro. El policía es discreto en su informe y escribe que Bretón admite que leyó los diarios de su esposa, que no se fía de ella y refiere y detalla cómo eran las relaciones sexuales con su esposa. “Cuenta cosas muy degradantes sobre ella y la tiene como un objeto sexual”, escribe. Y pone solo un ejemplo de esa visión del matrimonio: “Soy el que paga y aquí se folla todos los días, tanto si ella quiere como si no”, repite varias veces Bretón.
Además de repugnante, es falso. No olvidemos que la que pagaba era ella, que ella era la que trabajaba y que él estaba en paro. Vayamos a lo que ocurre con este padre, con dos hijos desaparecidos, recuerden la noche del 11 de octubre, otro día de registros en su finca, el tercer día sin noticias de sus pequeños.
El informe del policía que no se despegaba de él es increíble. Poco después de las once de la noche, y de un día largo y tenso buscando pistas sobre los niños, los policías piden que les lleven unas pizzas a la finca y cenan por turnos mientras otros siguen trabajando en Las Quemadillas hasta bien entrada la madrugada. Entonces Bretón se acerca a comer algo junto a ellos. “Se muestra bromista y chistoso”, escribe el policía sombra
El policía casi se molesta un poco por la actitud del padre y le pregunta. “¿Tienes ganas de fiesta, José?” Bretón contesta que sí. El policía envida: “Porque no hay aquí una guitarra, que si no te pones a tocarla y a cantar”. Entonces, Bretón anuncia que dentro de la casa hay un radiocasete y se va a por él. El policía no se lo puede creer y lo comenta con otros cuatro agentes que están allí cenando.
Encontró el aparato de música, pero solo tenía una cinta, de José Luis Perales, que quitó pronto porque dijo que le traía malos recuerdos de su mujer. Eso sí, un par de minutos después se recupera y de nuevo a solas con su policía sombra, le cuenta otra historia
Leemos textualmente… “Hace unos días me fui de putas. Nunca había ido. Me lo propuso un amigo, pero al final no pudo venir y me fui solo al club PK2, que está aquí cerca. Me cobraron 20 euros por entrar, estaba muy oscuro y elegí una mujer alta y con muchas curvas. Era rumana y se llamaba Roberta. Fuimos a una habitación y de repente se desnudó y vi que ya no tenía curvas y era bajita”.
También que la mujer le hizo sexo oral, entonces Bretón admite que se animó y quiso “puntearla” (Bretón tuvo que explicar a los policías que así llama él al sexo anal), pero recuerda que la mujer le pidió 90 euros más y él no quiso pagarlos.
En el informe escribe: “el compareciente no podía creer que, dadas las circunstancias, Bretón estuviera pensando en esas cosas y se recreara contándolas al detalle y en plan festivo". Así que hace que se acerquen otros policías y Bretón, tan campante, les repite esa historia.