SALUD

Por qué Ozempic adelgaza: los riesgos que tiene y quién debería tomarlo

La popularización de este fármaco, originalmente indicado para personas con diabetes, para tratar la obesidad se ha multiplicado en los últimos meses.

María Josefa García Barrado, Universidad de Salamanca

Madrid | 08.11.2023 11:03

Una persona utilizando Ozempic
Una persona utilizando Ozempic | Ricardo Rubio / Europa Press

En el último año hemos visto cómo el Ozempic ha ganado una enorme popularidad para tratar la obesidad en todo el mundo. Promocionado por actores e influencers a través de las redes sociales, su fama ha generado una alta demanda e, incluso, escasez de suministro en algunos países. ¿Tiene sentido el revuelo que ha levantado? ¿Para quién está de verdad indicado?

¿Por qué adelgaza?

Denominado de forma genérica semaglutida, este fármaco es una incretina comercializada exclusivamente por el laboratorio danés Novo Nordisk bajo los nombres comerciales de Ozempic, Rybelsus y Wegovy.

Para explicar su funcionamiento tenemos que remontarnos a las investigaciones desarrolladas en la primera mitad del siglo XX. Con ellas se demostró que la administración oral de glucosa producía una mayor liberación de insulina que si ésta se hacía a una dosis equivalente por vía intravenosa. Fue en el laboratorio dirigido por el profesor W. Creutzfeldt donde se descubrió, en los años setenta, la existencia de ciertos péptidos responsables de este efecto. Se les otorgó el rango de hormonas bajo la denominación de incretinas.

Las incretinas endógenas, como el GLP-1 (péptido similar al glucagón 1) y el GIP (péptido insulinotrópico dependiente de glucosa), se producen en las células intestinales L y K, respectivamente. Estas hormonas se liberan en el intestino tras la ingesta de alimentos y actúan directamente sobre sus receptores específicos.

Su diana principal es el páncreas, estimulando la liberación de insulina e inhibiendo la de otra hormona: el glucagón. Así consiguen regular los niveles de glucosa en la sangre, aunque también actúan en otros órganos. Esto hizo de las incretinas un importante recurso terapéutico en el tratamiento de la diabetes tipo 2 y, a posteriori, de la pérdida de peso.

En concreto, Ozempic es un análogo del GLP-1 que originariamente fue desarrollado, como otros de su mismo grupo, para tratar la diabetes tipo 2. Ahora también se ha convertido en un valioso recurso contra la obesidad. De hecho, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), en 2021, y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA), en 2022, autorizaron una nueva indicación de este fármaco para adultos con obesidad, sobrepeso o comorbilidades asociadas.

Este efecto se debe a que atraviesa la barrera hematoencefálica y actúa en las redes nerviosas centrales que regulan la ingesta de alimentos. Así consigue disminuir el apetito y ralentizar el vaciado gástrico, lo que prolonga la sensación de saciedad y reduce las ganas de comer.

Además, Ozempic puede mejorar la sensibilidad a la insulina. Esto ayuda a quienes tienen resistencia a esta hormona, hecho muy común en la obesidad y la diabetes tipo 2. También conviene recordar otras acciones favorables sobre la presión arterial, la inflamación y los lípidos plasmáticos.

¿Qué riesgos tiene?

Como cualquier otro medicamento, Ozempic no está exento de efectos adversos. La información disponible hasta el momento describe como efectos indeseados más comunes los que se producen a nivel gastrointestinal. Entre ellos se incluyen náuseas, vómitos, diarrea, flatulencia, dispepsia e hipoglucemia.

Se debe tener especial precaución al prescribirlo en pacientes con retinopatía diabética e informar sobre el riesgo potencial de tumores de células C de tiroides y de pancreatitis.

Ozempic y Wegovy se administran por vía subcutánea una vez por semana con muy buena biodisponibilidad. Es decir, la cantidad de fármaco que llega inalterada a la sangre es casi del 90 %. Novo Nordisk también produce semaglutida para administrarlo por vía oral (Rybelsus), pero ofrece una biodisponibilidad reducida.

¿Para quién estaría indicado?

Actualmente, el número de personas obesas en el mundo va en aumento, hasta el punto de considerarse una pandemia. Esta patología conlleva asociadas otras enfermedades, como hipertensión arterial o diabetes tipo 2. Por ello, la pérdida de entre el 5 % y el 10 % del peso corporal es imprescindible para disminuir los riesgos de desarrollar estas comorbilidades.

Con ese objetivo, la FDA y la EMA han aprobado la administración subcutánea de semaglutida para reducir y mantener el peso en adultos con obesidad o sobrepeso o que sufran al menos una de las patologías relacionadas, como hipertensión arterial, diabetes tipo 2 o colesterol elevado.

En todo caso, este tratamiento siempre es el complemento a una dieta baja en calorías y un aumento de la actividad física. Es decir, debe llevar asociados cambios de hábitos en estos dos ámbitos de nuestra vida.

Sólo con receta

En la actualidad, las opciones terapéuticas para perder kilos son escasas, por lo que el impacto positivo de Ozempic ha despertado un gran interés en la comunidad médica y entre la población en general. Sin embargo, es inútil tratar de luchar frente a la obesidad si los hábitos dietéticos o la falta de actividad física que la desencadena no se corrigen. En España, por ejemplo, este fármaco se dispensa sólo con receta médica y habitualmente en la diabetes de tipo 2.

Según el grupo de expertos que ha elaborado el Informe de Posicionamiento Terapéutico, la pérdida de peso con Ozempic después de 60-68 semanas se detiene o se estabiliza. Si se retira el tratamiento, el paciente puede volver a ganar los kilos perdidos. Eso significa que se requeriría un uso continuado para mantener estable esa reducción, aunque desconocemos si existen efectos adversos a largo plazo.

El “fármaco milagro” con el que se consigue perder peso de forma rápida y sin ningún esfuerzo no existe. En la obesidad es imprescindible la supervisión médica; lo contrario resulta ser un autoengaño y un riesgo para la salud.

 María Josefa García Barrado, Profesora titular de Farmacología, Facultad de Medicina, Universidad de Salamanca 

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation