MEDICINA

Por qué no debemos tener miedo a la anestesia cuando vamos al dentista

El tristísimo suceso de Alzira ha dejado a muchas familias con miedo y un montón de dudas sobre lo que pasa cuando vamos al dentista y nos "duermen" o nos "sedan".

Maria Pilar Pecci Lloret | Francisco Javier Rodríguez Lozano | Julia Guerrero Gironés | Miguel Ramón Pecci Lloret

Madrid |

Un vaso con un colutorio en una clínica dental.
Un vaso con un colutorio en una clínica dental. | Agencia EFE

Estos últimos días han sido raros para quienes trabajamos en el mundo de la odontología. El pasado 21 de noviembre saltó a las noticias el caso de una niña que falleció tras una sedación profunda en una clínica dental de Alzira (Valencia). Este tristísimo suceso ha dejado a muchas familias con miedo y un montón de dudas sobre lo que pasa cuando vamos al dentista y nos "duermen" o nos "sedan". Resulta totalmente comprensible la preocupación, pero también es importante arrojar un poco de luz sobre el asunto, porque no todas las técnicas de anestesia o sedación son iguales, ni implican un riesgo elevado.

Veamos caso por caso.

1. Anestesia local: la que aplica casi siempre el dentista en la clínica dental

Es la que todos conocemos: un pinchacito en la encía y ya está. La anestesia local simplemente bloquea el dolor en la zona donde va a trabajar el odontólogo. El paciente está despierto, consciente, hablando, moviéndose y respirando normalmente. Lo único que nota es que el diente o la encía dejan de molestar.

Se trata, con diferencia, de la técnica más utilizada y segura. No "duerme" al paciente, no afecta a la respiración, no produce pérdida de memoria ni nada parecido. Sirve para empastes, extracciones sencillas, limpiezas profundas y prácticamente cualquier tratamiento habitual. Y como cualquier procedimiento de este tipo, puede acarrear ciertas complicaciones locales (dolor, hematomas, adormecimientos prolongados, mordeduras involuntarias…) o sistémicas (toxicidad del anestésico, reacciones alérgicas…), aunque estas últimas ocurren muy raramente.

2. Sedación mínima: un empujoncito para quien lo pasa mal

Aquí entramos en otro terreno: la sedación mínima no duerme, simplemente relaja. Es ideal para personas muy nerviosas o niños que tienen auténtico pánico al sillón dental.

Dentro de esta categoría habría dos opciones:

a) Premedicación oral

Medicamentos como diazepam o midazolam, administrados según el peso y la edad del paciente, ayudan a reducir la ansiedad. De efecto suave, puede aplicarlos un odontólogo. El paciente sigue consciente, responde cuando se le habla y mantiene todas sus funciones con normalidad.

b) Óxido nitroso

Probablemente lo conozca como "el gas de la risa". Este gas sedante se respira por una mascarilla nasal y hace que estemos más tranquilos, pero sin que perdamos en ningún momento la consciencia. Lo notamos como una sensación agradable y sus efectos duran mientras lo estamos respirando.

Hablamos de una técnica muy segura, con complicaciones poco frecuentes. Si estas aparecen, casi siempre son leves: algo de temblor, sudoración o náuseas. Cuando se retira la mascarilla, el efecto desaparece en cuestión de minutos.

Y sí, el óxido nitroso también puede administrarlo un odontólogo debidamente formado.

3. Sedación profunda: la administra un anestesista en una clínica dental

En este caso, el paciente puede llegar a dormirse, no recuerda casi nada de lo que ocurrió durante el procedimiento y responde poco o nada a estímulos. Para lograr el nivel de sedación profunda hace falta una vía intravenosa, fármacos administrados por un anestesista y monitorización continua (oxígeno, ritmo cardíaco, tensión, etcétera).

Es decir: no lo lleva a cabo el dentista, sino un médico anestesista. Puede aplicarse en clínicas dentales, pero solo cuando cumplen con todos los requisitos legales y técnicos. Aunque es una técnica segura cuando está bien controlada, no carece totalmente de riesgos, porque puede afectar a la respiración o requerir ayuda para mantener la vía aérea permeable.

4. Anestesia general: la aplica un anestesista en el hospital

El paciente es intubado, se encuentra bajo control anestésico total y no se mueve ni responde de ninguna manera (está completamente “dormido”). Es el método elegido para tratamientos muy largos, pacientes con discapacidades severas o situaciones donde es imposible trabajar en el sillón dental, y solo se lleva a cabo en hospitales.

En la Región de Murcia, el Programa de Atención Dental Infantil (PADI) atiende a menores con más de un 33 % de discapacidad que necesitan tratamiento dental bajo anestesia general. Pues bien, un estudio realizado con 111 niños a los que se administró dicha anestesia no encontró ningún caso de complicación. Es decir, cuando se hace en un entorno hospitalario, con anestesistas y con todos los recursos necesarios, es un procedimiento muy seguro.

Entonces… ¿hay que tener miedo?

No. Hay que tener información. La sedación y la anestesia son herramientas necesarias que permiten tratar a miles de personas cada día sin dolor y sin sufrimiento. Lo ocurrido hace unas semanas es una tragedia aislada, no la norma.

La clave está en:

-Usar la técnica adecuada para cada caso.

-Informar bien a las familias.

-Contar con profesionales cualificados.

-Trabajar en entornos seguros.

Un buen dentista explicará siempre qué se va a hacer, qué nivel de sedación se usará y quién estará encargado de ella. Y, ante cualquier duda, no debemos tener miedo a preguntarle.

Maria Pilar Pecci Lloret, Profesora Ayudante Doctor en Clínica Odontológica Integrada Infantil, Universidad de Murcia; Francisco Javier Rodriguez Lozano, Catedrático de Estomatología, Universidad de Murcia; Julia Guerrero Gironés, Profesora Titular de Odontología, Universidad de Murcia y Miguel Ramón Pecci Lloret, PROFESOR ASOCIADO EN ODONTOLOGÍA, Universidad de Murcia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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