La búsqueda de la comodidad se ha convertido, en cualquier aspecto de la vida, en una necesidad diaria, ya sea a la hora de trabajar, de distraerse o de comer. Por esta razón, los productos como la uva sin pepita están cogiendo cada vez más presencia en los carros de compra de los españoles que buscan un tentempié rápido y saludable. Más ahora, en plena Navidad y a las puertas de la celebración de la Nochevieja, en la que los granos de esta fruta se consumen por docenas entre los españoles para celebrar la llegada del año nuevo.
La uva de mesa embolsada alicantina está viviendo un descenso en su consumo frente a la uva sin pepita. A pesar de que esta nueva variedad es un 22% más cara en su precio final, la comarca del Medio Vinalopó no consigue mejorar sus ventas durante estos últimos años, siendo sólo la preferencia del 30% de la población española.
La uva sin pepita llegó desde California
La uva sin pepita llegó a España a finales del siglo XX. Esta novedad, procedente de California, planteaba un fruto jugoso, crujiente y de piel fina, agradable de consumir. Pasó desapercibida por el territorio español debido a que la uva de mesa embolsada ya tenía su sitio dentro de un mercado más tradicional. Actualmente, este panorama ha sufrido un cambio notable en los supermercados.
Esta variedad se consigue a través del cruce de diferentes tipos de uva cuando están en el periodo de floración, escogiendo aquellas que van surgiendo con una menor cantidad de semillas hasta conseguir una que carezca de ellas. Un proceso que se consigue de manera natural y sin químicos de por medio, en contra de lo que se dice en torno a este tipo de uva.
La uva tradicional ha bajado un 20%
La Denominación de Origen (DOP) de uva de mesa embolsada del Vinalopó también se ha visto afectada en su producción por la uva sin pepita, denominada ‘apirenas’, ya que este tipo de variedad no está bajo su amparo porque no sigue con la técnica del embolsado. La Asociación de Jóvenes Agricultores (ASAJA) de Alicante ha comprobado que la cantidad de uva de mesa embolsada con denominación de origen ha disminuido un 20% debido a la elección de los agricultores por el cultivo de estas 'apirenas'.
Entre los agricultores que apuestan por la uva tradicional se ha generado un gran descontento dado que la variedad sin pepitas ha pasado a ser la primera opción de los supermercados, ya que esta viene en su gran mayoría importada por países como Perú, Brasil y Chile. Ramón Espinosa Sáez, secretario de ASAJA, explica que “la uva sin pepita que procede de otros países y tarda dos meses en barco para llegar a España y ha sido tratada con productos fitosanitarios que en Europa llevan prohibidos algunos años”. “No es una fruta de calidad porque no garantiza la seguridad alimentaria”, añade, por lo que el cultivo de la uva de mesa embolsada se ve en desventaja frente a esta competencia con precios más bajos.
La uva sin pepita, problemas con la patente
Otro de los problemas al que se enfrentan aquellos agricultores que optan por pasar a la plantación de la variedad ‘apirena’ es la poca accesibilidad a la patente para poder comercializarla. Es por eso que pequeños agricultores se amparan en grandes empresas que les proporcionan los medios necesarios para salir al mercado, adquiriendo toda su cosecha para gestionar su posterior venta. Una de ellas es la compañía ‘UVASDOCE’, una empresa tradicional que se sumó a la tendencia de esta nueva variedad con un catálogo completo de uvas sin pepitas y la única excepción de la variedad Aledo, la tradicional y popular uva de Nochevieja.
‘UVASDOCE’ es uno de los mayores productores y exportadores del Medio Vinalopó, generando millones de kilos de uva por temporada. María José Gallego expone que producen unos cinco millones de kilos propios, pero que exportan casi lo mismo que importan, sumando entre las dos variedades un total de 10 millones.
Importación desde países como Perú, Brasil o Chile
A pesar de que la compañía importa este tipo de uva de terceros países como Perú, Brasil o Chile, cuenta con la diferencia de que este producto sí que ha pasado los controles sanitarios que se exigen en Europa, manteniendo así su calidad y seguridad. Además, las grandes cantidades importadas generan un gran número de empleo en el sector, apostando por la sostenibilidad y la labor humana tan característica en el trabajo manual de la uva de mesa.
La uva sin pepita no tiene por qué significar una amenaza para la uva de mesa tradicional, siempre y cuando cumpla con los requisitos reglamentarios, sino que debe ser una opción y una oportunidad más para el consumidor, conviviendo en un mercado que se enfoque en el mantenimiento y la apuesta de la agricultura. Y, sobre todo, debe ser la mejor compañía para disfrutar del cambio de año, dando la bienvenida a 2024, y convirtiéndose en el producto en el que se saborean los mejores deseos de cara a los doce próximos meses.