Desde hace ya algunos años el concepto de sostenibilidad, economía circular, renovables y energía verde se han asentado en nuestra sociedad como conceptos estratégicos y de futuro. Y es que la realidad, aunque haya negacionistas, es tan tozuda que si no los aplicamos de manera transversal en nuestro día a día no habrá mucho futuro para los que vienen por detrás de nosotros… o al menos será de peor calidad que nuestro presente.
Lo cierto es que la sostenibilidad ha estado de moda estos últimos días en la provincia de Castellón, pero no solamente porque se haya celebrado Ecoforum, que también, sino porque los indicadores de eficiencia verde siguen estando en rojo a pesar de que los españoles decimos estar dispuestos a pagar más por nuestros productos y nuestra energía si se producen de forma más sostenible.
Esta es la realidad. Lo que sucede es que nuestra realidad, y nuestra voluntad de ser más responsables en nuestros hábitos de consumo para favorecer la economía circular en la provincia de Castellón chocan con una realidad, la global, en la que los países y las industrias más contaminantes del mundo se niegan a asumir compromisos alineados con los de Castellón, en particular, y la Unión Europea, en general.
Y eso es algo que nos perjudica mucho a los particulares en nuestra voluntad de ser más eficaces en nuestra sostenibilidad, y muchísimo más a nuestra industria… que se ve obligada a competir en desigualdad de condiciones con rivales que juegan con las cartas marcadas. Y si no, a ver cómo conjugan ustedes que convivan en el mismo fin de semana titulares que se refieren a que los costes energéticos seguirán disparados un buen tiempo si se mantienen, como parece, los conflictos bélicos que tanto nos preocupan.
Con otros titulares que reflejan las quejas de las industrias de la Comunitat Valenciana por los retrasos de la Generalitat a la hora de tramitar las solicitudes para generar más energías renovables en nuestro territorio. O el que deja bien a las claras que el hundimiento de la cerámica lastra la balanza comercial no solo de Castellón, sino de la Comunitat Valenciana y de España.
Y resulta que esta misma industria cerámica, que sigue dando de comer, ya veremos cuánto tiempo más, a más de 60.000 personas en nuestra provincia, tiene que seguir haciendo magia para seguir avanzando en su transición hacia una producción energéticamente sostenible sin morir asfixiada por unos plazos que les obliga a trabajar a contrarreloj y sin apenas ayudas. Pero es que, además, resulta que mientras estamos obligando a nuestra industria cerámica a una transición hacia fuentes de energía más sostenibles a marchas forzadas, sus rivales en el mercado internacional, especialmente los de Asia y América, están a sus anchas compitiendo no solo con una energía con menos filtros tecnológicos, por tanto más barata, y más contaminante, sino que a eso le unen unos costes laborales infinitamente más bajos, por si fuera poco.
En esa tesitura no se trata de que la industria castellonense esté o no sensibilizada, que lo está, para seguir avanzando en esta transición ecológica de cara al futuro. Ahí están la cogeneración, sus inversiones en plantas solares y su camino para hacer del hidrógeno una fuente de energía limpia y rentable. Pero de lo que se trata es de que está obligada a hacerlo en unos plazos, con unos costes y una eficacia energética a corto plazo realmente inasumibles. Tanto, que si le obligan a mantener esta obligación, es posible que lleguemos a la próxima década sin este clúster que tanto orgullo genera.
Pero de orgullo no se come. Esto es algo que al Gobierno parece importarle un pimiento. Ya sé que algunos de ustedes me dirán que soy un pesado. Sí, lo soy. Pero es que no hemos conseguido convencer a Pedro Sánchez aún de que detrás de nuestra industria está uno de los sectores que más aporta, en positivo, a la balanza comercial de España. Mucha culpa la ha tenido el propio sector que, hasta hace no tanto, prefería ir a la suya porque no necesitaba a los políticos, de los que se fían poco… y en muchos casos con razón. Por eso, las administraciones autonómica, española y europea tienen dos deberes pendientes: reformular los plazos en la transición energética para hacerlos sostenibles económicamente hablando y plantear ayudas a nuestra industria mientras no sean capaces de alinear a todo el mundo para competir en las mismas condiciones.
Mientras no sean capaces de hacerlo, estaremos obligando a nuestra industria a enfrentarse a rivales que juegan con las cartas marcadas, lo que tiene un alto coste en términos de sostenibilidad, rentabilidad y empleos.
De todas formas, no hagan mucho caso… que es solo mi opinión.