En nuestro país la violencia digital se ha convertido en una amenaza silenciosa. No se ve, pero está ahí: detrás de una pantalla, en un mensaje que llega de madrugada, en un vídeo que se comparte sin control. Hablamos de ciberacoso y violencia digital contra niñas, un problema creciente que preocupa a familias, docentes y cuerpos de seguridad en toda la Bahía de Cádiz y la Janda.
Los centros educativos alertan de un patrón que se repite: niñas que reciben comentarios humillantes, burlas sobre su cuerpo, presiones afectivo-sexuales o la difusión de fotos sin consentimiento. Ana Roseti es psicóloga sanitaria especialista en intervención familiar. Muchos casos comienzan en la escuela —o incluso dentro de la misma pandilla— pero dan el salto a las redes, donde la violencia se multiplica y se hace viral. Y en los colegios falta sobre todo formación para atender estos casos. Pablo Terrada es psicólogo especialista en intervención social y profesor de la UCA.
Hay colegios que si tienen protocolos pero no cuentan, dice Terrada, por personal especializado.
A partir de aquí hay una cuestión clara: ¿Cómo identificamos a las personas que sufren violencia digital? Aquí según Rosetti entran en juego la vigilancia de las familias. Aunque a veces esas familias también sufren un condicionante externo que muchas veces influye en una falta de supervisión y es la precarización de los trabajos y la falta de conciliación.
La Policía Nacional y la Guardia Civil en la provincia reconocen un aumento claro: más denuncias, niñas más jóvenes y agresores también menores. El anonimato relativo, los móviles a edades tempranas y la presión social aceleran un fenómeno que deja heridas profundas.
Hay un patrón claro: niñas de 11, 12 y 13 años que dejan de ir a clase porque un grupo crea un chat paralelo para insultarlas. O menores a las que se exige enviar fotos íntimas bajo amenaza de ridiculización pública. Algunas cuentan que el acoso no termina al cerrar la puerta de su casa: sigue en el móvil, a cualquier hora, sin descanso. Los expertos coinciden: el concepto de privacidad para las nuevas generaciones ha cambiado y ya no lo conciben como nosotros, y eso es un alma de doble filo.
En muchos centros se trabaja ya con protocolos de actuación rápida: detección, acompañamiento psicológico y coordinación con las familias. Pero la clave, dicen, está en la educación digital. Hay que hablar y concienciar a nuestra juventud: hay que hablar de consentimiento, de respeto, de cómo identificar un comportamiento violento y de cómo pedir ayuda. Y sobre todo: tener especial tacto con ellas. La Fiscalía de Menores de Cádiz advierte que la difusión de imágenes íntimas, las amenazas o la suplantación de identidad son delitos, incluso cuando los responsables tienen menos de 14 años. En la provincia ya se han archivado móviles, abierto diligencias y activado intervenciones educativas obligatorias.
