Putin ha recurrido esta mañana a la vieja táctica del chivo expiatorio. Yo no quería la invasión, me han obligado a ello, me estaban provocando. Los líderes con ínfulas mesiánicas acostumbran primero a no tener la culpa de nada y segundo a presentarse a sí mismos como la solución a todos los males.
De ahí un desfile militar megalómano en Moscú en el que el presidente ruso ha querido exhibir poderío. Ante el mundo y ante los suyos. Porque la campaña en Ucrania está resultando un descalabro. Lo peor de los mandatarios que se creen eternos es que son capaces de cualquier cosa por perpetuarse. Esa es su convicción y el temor de los demás.