Su travesía por el desierto a raíz de la pandemia cumple ya un año y aunque ya quedó atrás el peor momento, el apagón total en el primer confinamiento las restricciones, son ahora el principal obstáculo.
La vacuna, al menos, les ha traído algo de luz y más gente al teatro. El viejo oficio de la interpretación sobre un escenario ha logrado reinventarse en pocos meses, pero no es suficiente. La Administración con el Ministerio de Cultura al frente debe desempeñar su papel.
Llaman a la puerta de las Instituciones y no están solos, les acompañan los tablaos flamencos de nuestro país atenazados por esta misma crisis que ha precipitado la caída de locales emblemáticos como el popular 'Café de Chinitas', 'La Sala Villarosa' y 'Casa Patas' en Madrid.
Cae también casi la totalidad de artistas de flamenco de nuestro país que lo sustentan. No están en juego solo unos negocios, sino el arte del flamenco declarado Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO.
El nuevo comienzo puede llegar a partir de 2022, pero sin ayudas tampoco entonces será viable. Ante ese abismo el 'quejío' flamenco suena hoy más desesperado que nunca.