Sigue escanciándose la resaca en la parte azul de Asturias tras el retorno a Primera en una dolorosa peregrinación que ha durado 24 años. Todos los que sienten pellizco por un equipo modesto dicen que eso de ascender sabe mejor que un título, y no seré yo quien les contradiga.
El Real Oviedo es otro de esos clubes con tanta historia como sofocos escandalosos propios de gestiones chafarderas, quiero decir, que los descensos y los disgustos se han de achacar más a la gestión que a los rendimientos puros sobre el césped. El último presi en la máxima era el peculiar Eugenio Prieto, hijo de peluquero republicano, con ínfulas de boxeador y siempre lanzándose chinitas cruzadas con el todopoderoso alcalde ovetense Gabino de Lorenzo.
De la nostalgia con sustancia al presente mexicano del Grupo Pachuca. No se escapa nuestro fútbol de las inversiones foráneas en busca de rédito y retorno sabiendo que la pelota no se mueve al son del índice Dow Jones.
Hoy cotiza la sonrisa de Santi Cazorla, un rara avis que prefirió el pote, el culín y el alma de chaval al contrato final de Arabia o Catar para contar billetes en el ocaso de su carrera.
Humilde, cariñoso y feliz por lo vivido aunque sus piernas parezcan más las de un "maletilla" sin arte con tanta cicatriz retorcida. Con sus entradas y sus canas, se plantó en el Tartiere para esto, cumplir la misión del retorno, capitalizar la ilusión y la energía positiva. Ser catalizador, llama y Don Pelayo en calzón corto si fuera menester. No puede cruzar Uría ni Gascona sin recibir parabienes. Pero se adentra en las calles porque su labor sacra lo requiere.
Lo que es este negocio, el citado grupo mexicano Pachuca es parte del ascenso y anoche, ante el Madrid, el equipo matriz sucumbía para que los de Alonso encarrilen los octavos. Todo está conectado, que diría Koldo…