Los nuevos instrumentos también son los clásicos con alguna novedad. La primera, situar en la cabeza de las listas a procesados para hacer un corte de mangas a la Justicia y recoger aliento popular a su causa. Si son condenados, no podrán ejercer función pública, pero eso es lo de menos: importa el follón por el follón.
La segunda, el juego de villano que se trae Puigdemont, que engaña a los ciudadanos con su retorno y su impunidad. Es la mayor mentira que hasta ahora se le ocurrió, pero vive de sus imposturas. Todo lo que dice es falso, empezando por cuanto predica de su impunidad futura, no aplicable a los delitos anteriores.
Y la tercera, la negativa deTorraa retirar lazos y esteladas de edificios públicos.Es algo elemental en un proceso electoral, pero se impone la rebeldía. Y lo tiene fácil: 3.000 euros de multa por no obedecer –debe salir a menos de un euro por lazo y estelada-- es lo más rentable que se puede haber en una política de insumisión. Y con todo, esto no es lo peor. Lo peor es que haya ciudadanos dispuestos a respaldar ese juego de trileros en perjuicio de la democracia. Y lo mucho peor, que el resto de los españoles tengamos que asistir a la proclamación del propósito de hacer ingobernable este país. Que sean ingobernables ellos, si así lo desean. Pero que no nos condenen a los demás.