La vertiente doméstica, es decir, la española, es decir, la de Sánchez, es justo la contraria de la que podíamos esperar.
Tenemos un presidente de mucho dirigirse al país, gran virtud democrática, pero practica el sermón cuando puede ponerse sensible porque se muere la gente por un virus. Entonces le sale un ramalazo de capitán generaly dice a la tropa: unidos vamos a ganar.
Pero llega el virus de una guerra y, en vez de orientar a las masas, dice que se explicará “cuando corresponda”. Sánchez gobierna con políticos que gritan “no a la guerra” y no quiere más problemas en el Consejo de Ministros. Manda un par de fragatas bajo paraguas de la OTAN, mandará cuatro cazas en unos días, pero lo explicará cuando corresponda.
Y luego está el hablar con el primer partido de la oposición. Sánchez no llama a Casado para que Podemos no le diga si quiere cambiar de socios y le rompa el bloque de investidura. Contesta la llamada de Casado por cortesía, pero lo doméstico, reforma laboral, fondos europeos, pesa más que el desafío bélico supranacional.
El diálogo con Casado se resume más o menos así: tú me hablas de la guerra, yo te hablo de la reforma y los fondos. Y el diálogo con las demás fuerzas se resume de otra forma: vosotros desempolváis el no a la guerra, un gobierno socialista trajo las tropas de Irak.
Y si la gente pregunta qué piensa el presidente, el presidente está en el “cuando corresponda”. En eso se resume nuestra brillante aportación.