Bueno, originalmente fue el título de un poema de Bertolt Brecht, aquel autor alemán que escribió un montón de obras de teatro pero de quien todo el mundo recuerda algo que, en realidad, nunca escribió: lo del “primero vinieron” -”primero vinieron a por los comunistas y guardé silencio porque yo no era comunista; después a por los judíos y guardé silencio porque yo no era judío”, etcétera-.
Esto, en realidad, es de un señor llamado Niemöller, pero a estas alturas no hay participante habitual de una tertulia que no lo haya citado alguna vez atribuyéndoselo a Brecht, del mismo modo que no hay participante habitual de una tertulia que no haya dicho alguna vez, en estos cinco últimos años, que estos son malos tiempos para la lírica, atribuyéndoselo probablemente a Golpes bajos. Si no fuera por el “con la que está cayendo”, la frase comodín más repetida en las tertulias de estos años de recesión y paro sería el “son malos tiempos para la lírica”.
Hoy, sin embargo, el premio Cervantes de 2012, Caballero Bonald ha dicho que es justo al revés, que ahora que todo está fatal y que entre la troika y el FMI no están dando el siglo a todos, justo ahora es cuando hay que reivindicar la lírica. La creación literaria como terapia, la poesía como bálsamo y complemento vitamínico para una sociedad desfondada y zaherida. Ha evocado a Cervantes, como corresponde a esta ceremonia y a este día, para trazar la historia del perdedor errático y zarandeado por la vida que gana sus batallas en la literatura.
Visto así, tal vez los malos tiempos económicos son buenos tiempos para la lírica. Y si eso es así, debemos de estar teniendo la mejor producción poética de todos los tiempos, porque la cosa lleva estando malita desde 2008 y aún va a estarlo por lo menos un año más (un año más de recesión y veremos cuántos más de crisis, de crecimientos pequeñitos pequeñitos). El último trimestre de 2012 fue tan malo (un 0,8 de caída) que todo lo que sea menos “pésimo” corre el riesgo de ser presentado con repique de campanas.
Hoy el Banco de España ha estimado que en el primer trimestre la caída fue de medio punto, “sólo” de medio punto, dicen los entusiastas. Del mismo modo que cuando sube el paro lo que subraya el gobierno es que el ritmo de subida es cada vez menor (aunque, de hecho, sigue subiendo, que ése es el drama), cuando decrece la economía lo que se esfuerzan en destacar el gobierno y sus aledaños es que el ritmo de caída es cada vez menor (aunque, de hecho, sigue cayendo, que ése es el problema).
Este repertorio de estribillo único que dice “lo peor ha pasado ya” no es que se haya convertido ahora en un disco rallado, es que ya lo era hace tres años, cuando era el gobierno anterior quien lo tenía machacado. A tres días de presentar su corrección menguante de las expectativas económicas, el ministro De Guindos ya ha asumido que 2013 será otro año malo de indicadores malos y sin cambios sólidos de tendencias.
Y como ya ha asumido eso, ahora el equipo económico del gobierno se lanza a la tarea de persuadirnos de que tampoco es para tanto que se corrija una estimación en cinco, seis, siete décimas. Que si antes iba a ser medio punto de caída y ahora es punto y medio, oye, ¿cuán diferente es medio punto de un punto y medio? Dices: ¡el triple de caída! Pues sí, pero después de todo, ¿qué es eso? Después de todo lo que llevamos ya cargado en las espaldas, y pagado al Estado en impuestos, ¿tanta importancia tiene que el 0,5 se convierta en 1,5, que el paro del 26 % vaya a ser del 27 %, que la salida de la recesión se retrase de nuevo, que los cálculos que se hicieron hace menos de un año hayan quedado arrasados por los hechos?
El gobierno, claro, nos va a decir que no, que lo relevante no son las correcciones a las estimaciones sino estas otras cosas que cabe anotar en el haber, a saber, que los inversores internacionales han dejado de sacarnos los higadillos para prestarnos su dinero -la prima de riesgo está a raya, hoy por debajo de 300, oe oe; la subasta del Tesoro ha colocado las letras a tres años al interés más bajo de la historia, otra vez oe oe-, que las comunidades autonómicas se han puesto las pilas y están haciendo, en términos generales, sus deberes; y que en Europa se nos ve con ojos comprensivos y van a ampliarnos el plazo para equilibrar nuestras cuentas públicas.
Todo eso está ahí y es cierto. Ahora, todo eso no quita gravedad a la situación económica que retrata el nuevo cuadro de estimaciones que el viernes publicará el gobierno. Y que, en resumen, viene a decir que pese a lo que ya se ha hecho -básicamente subir impuestos, pedir prestado para sanear bancos y obligar a recortar gasto a las comunidades autónomas- seguimos estando lejos del equilibrio presupuestario y, sobre todo, sigue empeorando el contexto general, más caída, más deuda, más paro. Razones más que suficientes para siga abierto el debate sobre la idoneidad de la terapia. ¿Sirve o no sirve lo que se está haciendo? Al margen de que sea sano equilibrar ingresos y gastos, que parece mayoritariamente aceptado, es eficaz para el objetivo que ahora se busca, que es darle la vuelta a la recesión y al paro?
Hace un año Rajoy habría respondido que “por supuesto”, cumplía cinco meses de presidente y aún tenía la “austeridad” todo el día en la boca, su palabra talismán, austeridad frente a despilfarro, ¿se acuerdan? Hace un año no se había hecho amigo, aún, el presidente de este francés llamado Hollande que por aquellas fechas competía con Sarkozy por la presidencia de la República. Hollande, el que venía a cambiar Europa y la terapia europea, el que pondría en su sitio a Merkel, tumbaría la obsesión por la austeridad y abriría la mano a la inversión pública como motor de crecimiento.
Hollande era visto hace un año como el San Jorge que mataría al dragón alemán. Un año después la terapia europea no ha cambiado pero su índice de popularidad sí: es el presidente francés que encaja el porcentaje más alto de descontentos desde 1958, que es cuando se empezaron a hacer estas encuestas. Rajoy, que tampoco atraviesa un momento de aplauso ciudadano, abrazaba hace un año la austeridad como receta cuasi milagrosa. Un año después no es un secreto que el gobierno está deseando aflojar con los recortes y permitirse más planes de estímulo económico, es decir, presupuesto público para mover la economía. No es sólo que en el propio gobierno la firmeza en la convicción merkeliana ha ido menguando mucho, es que Rajoy tiene barones regionales que hace tiempo vienen rezongando.
Juan Vicente Herrera, presidente de Castilla y León que ya ha ejercido en alguna ocasión de verso suelto, ha dicho hoy que no se puede ahogar España sólo con austeridad -”austericidio” lo llama-, que Europa tiene que aflojar con la presión y que el Fondo Monetario Internacional es una verbena. Lo que aún no ha dicho ningún barón del PP es que el gobierno de Rajoy, en lugar de subir impuestos, deba bajarlos. Dices: a ver, con lo poco que se recauda, si encima bajas se te desmadra el déficit.
Esa es la tesis europea, es verdad, y es la tesis de Montoro y es, también, la tesis de la izquierda española: no sólo están bien subidos los impuestos sino que deberían subirse más, a quien más renta perciba o más patrimonio tenga. En la izquierda, en el PSOE, el verso suelto ha resultado ser un ex ministro y ex ideólogo de la política económica del primer Zapatero, Miguel Sebastián. Que retoma hoy públicamente en un artículo en El Mundo aquella idea -tan criticada a posteriori en el partido- de que bajar impuestos es de izquierdas. Es más, sostiene Sebastián que lo más de izquierdas es justamente bajarlos cuando peor están las cosas.
Si la recesión son buenos tiempos para la lírica, también lo son, en opinión del ex ministro, para la lírica fiscal. La peor forma de conseguir más recaudación es subiendo los tipos. Propone Sebastián abrir un debate sobre fiscalidad en el PSOE que permita modernizar planteamientos y reconciliar el partido con las clases medias, porque percibe que es en ese divorcio donde está la avería más gorda del socialismo. Sus propuestas, salta a la vista, chocan con las que viene haciendo Rubalcaba con las que viene haciendo cualquier dirigente socialista. Motivo por el que, sin duda, recibirá la gratitud de todos ellos. Para que haya debate de ideas, lo primero que hace falta es que alguien diga cosas distintas.