El monólogo de Alsina

El monólogo de Alsina: De parados y afiliados

Les voy a decir una cosa.

Siempre será mejor que baje a que suba. Tres meses seguidos con el paro bajando (dos de ellos, mayo y junio, con las caídas más abultadas desde que se hace esta estadística) no pueden ser una mala noticia.

ondacero.es

Madrid | 02.07.2013 20:27

Cien mil parados menos al mes es un ritmo de bajada muy notable, por más que luego tenga (lo sabemos) un montón de condicionantes añadidos que van de la estación del año a la mengua de la población activa pasando por el creciente número de parados que han agotado ya su prestación que influyen, y ayudan a entender, ese resultado. Que hayamos cerrado junio con 127.000 parados menos es una buena noticia: no hay nadie en su sano juicio que pueda negar eso. Y ocurre con este dato de junio lo que ya ocurrió con el dato de mayo: ser oposición al gobierno, ser crítico con este gobierno, no obliga ni a ocultar los datos positivos ni a contar como malas las noticias que son buenas, aunque a algunos diputados de la oposición les cueste entenderlo (tal como le costaba al gobierno actual cuando aún no era gobierno). La noticia es buena y luego, ya se puede discutir el grado de bondad de la bajada. O cuánto de positivo es un descenso tan notable del paro si no va acompañado de un crecimiento igualmente notable del empleo que se crea. El indicio más fiable que tenemos para saber cuánto empleo se va creando son las afiliaciones a la Seguridad Social, que habiendo subido en junio, no lo han hecho en la cuantía (o al ritmo) que el gobierno esperaba.

Digamos que el paro se ha comportado mejor de lo previsto y con las afiliaciones ha ocurrido lo contrario, ahí hemos pinchado. Es decir, que no todos los parados que han dejado de estar registrados como tales es porque hayan encontrado un puesto de trabajo (hay otros motivos: inmigrantes que regresan a su país, jóvenes en situación de trabajar que no se han apuntado). Que un dato no sea tan bueno como pudiera parecer a primera vista no significa, claro, que sea malo; significa que, siendo bueno, lo que hoy cabe analizar es cuánto de bueno es. Dices: hombre, siempre será mejor que tener que analizar cuánto de malo ha sido. Nadie niega que cuando acabe el verano vendrá el tío Paco con las rebajas y que el empleo que se crea en el sector servicios (el turismo, que se ha quedado como el sector más resistente de nuestra economía) es empleo temporal, por unas semanas. Aún no se animan las empresas a contratar más porque el horizonte no termina de estar despejado (o no termina de verlo cada empresario, en su negocio, lo bastante despejado como para hacer algo más que firmarle un contrato por horas a un interino de verano). Y aún es flojo, por ello, el ritmo de crecimiento de los cotizantes a la Seguridad Social, que es la clave, entre otras cosas, de que entren más ingresos al sistema nacional de pensiones. Todo eso es cierto a la vez que lo es que el segundo trimestre de este año ha sido, en conjunto, mejor que el segundo de 2012. ¿Y entonces? Datos, datos, los datos están ahí, pero ¿cuál es la interpretación correcta? Cuando el economista Steven Levitt y el periodista Stephen Dubner publicaron en 2005 “Freakonomics” ya nos alertaron de la tendencia que mostramos los medios a incluir datos y cifras en nuestras informaciones por un afán de demostrar rigor y objetividad: identificamos (erróneamente en opinión de los autores) los datos estadísticos y matemáticos con la objetividad, la verdad que nos hará libres (y reputados). Un escritor británico que hace un programa de radio, Michael Blastand, publicó en 2007 un libro de título engañoso, “El tigre que no está”, en el que pone en evidencia, o nos pone en evidencia, la poca destreza con que los medios manejamos la estadística, ofreciendo a menudo conclusiones erróneas o falsas impresiones, espejismos. Los datos que hoy se han conocido, siendo todos ciertos, admiten tantas interpretaciones (dependiendo de dónde ponga cada uno el foco) como personas hay interpretándolos. No es tanto que la caída del paro en junio sea un espejismo (es real) como que es una señal creíble de por dónde andamos en este amargo camino que llevamos recorriendo desde 2008. No es tanto que haya empezado ya la recuperación (aún estamos en recesión, técnicamente), como que ya queda menos para que ésta empiece. Señales en el mercado laboral, tenues, señales en el mercado exterior, señales en los resultados de las empresas que animan a pensar que se va acabando la recesión, ojo, no que ya se haya acabado y mucho menos que hayamos dejado atrás la crisis. Señales. Salir de la crisis nos llevará más tiempo que dejar atrás la recesión. Hoy se antoja poco menos que un sueño volver a los niveles de afiliación de 2007, los veinte millones de afiliados que eran la garantía más sólida de que todo el mundo cobrara, holgadamente, la pensión que se ha ganado.

El empleo, cómo crearlo, como dar una salida a tanto joven desesperado porque no ve manera de empezar a construir su propia vida y tanto mayor de cuarenta y cinco años que no encuentra cómo mantener en pie la vida que le llevó años construir, iba a ser (eso se nos dijo) la clave del consejo europeo de junio. La agenda del crecimiento, que dijo Van Rompuy un día que, en lugar de haikus, le dio por hacer títulos comerciales. El consejo marcará el cambio de rumbo, añadió Durao Barroso, superviviente de las Azores y de tantas otras cosas. El new deal europeo, añadieron algunos medios, decididos a seguir subiendo la apuesta (o a engordar el perro). Lo del new deal era una cosa que iban a hacer entre Alemania y Francia para movilizar 60.000 millones de euros en créditos a empresas que contraten menores de veinticinco años. Se le dio mucho aire hace un par de meses (mañana tiene convocada Merkel una cumbre de ministros de empleo europeos en Berlín) pero, a día de hoy, el dinero disponible siguen siendo seis mil millones para todos en dos años.

El Congreso de los Diputados celebró hoy el tradicional pleno para debatir las conclusiones del último consejo europeo, pero esta vez les debió parecer a todos los grupos tan aburrido (entre que el consejo se quedó en nada y que la abrumadora mayoría de la cámara concertó una posición común con el gobierno) que prefirieron ponerse a hablar de Bárcenas. Oye, como lo encarcelaron el mismo día del consejo europeo, pues se hizo Rubalcaba un pisuerguismo y le exigió a Rajoy que explicara exahustivamente no lo que pasó en la cumbre sino lo que está pasando con su ex tesorero. Al equipo económico del gobierno, en todo caso, lo que hoy le tenía negro era la convocatoria de FAES en Guadarrama. La presentación de la propuesta fiscal de la fundación, o en versión simplificada para los medios, lo que Aznar haría con los impuestos si gobernara. No me digas más, ¡bajarlos!