Al tecnócrata le fue mejor que al político Monti: su cosecha electoral no llega al diez por ciento de los votos, la tercera parte de lo que aún reúne Silvio Berlusconi. Que no gana las elecciones a la Cámara de Diputados pero que sí está en situación de ganarlas en el Senado, donde las cuentas para el reparto de los escaños se hacen de otra manera. No llega Berlusconi al 38 % que obtuvo hace cinco años, pero teniendo en cuenta el fracaso de su último gobierno (caído hace quince meses), los escándalos en que está involucrado (empezando por el Bunga Bunga), y el despiste al que ha jugado estos últimos meses anunciando alternativamente su regreso y su retirada (llegó a elegir sucesor para luego ordenarle que se apartara), teniendo en cuenta todo lo que es y representa Berlusconi, su resultado en estas elecciones se parece mucho a una supervivencia in extremis. Aún vive Berlusconi, para desolación de Angela Merkel.
El ganador de las elecciones a la Cámara sería Bersani, el centro izquierda europeísta, el líder tranquilo y sin mayor carisma, pero de poco le servirá la mayoría con que se premia al ganador en la Cámara si no encuentra con quien pactar una mayoría parlamentaria estable en el Senado. Y ésta es justo la situación que, a esta hora, tenemos planteada (o tiene Italia planteada): la única alianza factible era la de la izquierda con los de Monti, pero sólo si la suma sale. Y en el Senado la suma que desbarata ese plan es la de Berlusconi y los de Grillo: cada uno por su lado y sin mezclarse podrán tumbar tranquilamente cualquier proyecto legislativo que les llegue. Para Bersani ya era un problema pactar con Monti porque su ala más izquierdista, los de Vendola, no iban a tragar fácilmente.
Pero el buen resultado de la derecha en el Senado y el espectacular resultado de los recién llegados de Beppe Grillo termina por desbaratar todos los planes porque le dejan sin opciones para forjar una alianza suficientemente amplia. Si la cara de la derrota es claramente la de Monti, quien más motivos tiene para sentirse vencedor es este cómico de galas televisivas reconvertido en bloguero y líder mesiánico: Beppe Grillo, el movimiento opuesto a la politica tradicional que exige a los politicos de siempre que se rindan y que está en guerra con los medios de comunicación italianos, con la televisión especialmente. Las encuestas ya anticipaban que Grillo, con su movimiento Cinco Estrellas, crecía velozmente a medida que avanzaba la campaña. Pero las proyecciones que se han difundido esta tarde superan las estimaciones previas y convierten este fenómeno en la gran novedad, el campanazo, de estas elecciones en Italia.
La pregunta sigue en el aire: quién va a gobernar este pais, un país en crisis, con una previsión de caída del PIB de un punto en este 2013 ---también aquí el gobierno se ha quedado solo en su optimismo---, con la deuda en el 126 % del PIB --lo nunca visto-- y con la tasa de paro en el 11 % ---que a nosotros nos parecerá poco, pero que aquí es unescándalo---. Quién va a gobernar la tercera economia de la zona euro. La siguiente en aquella lista dominó de la tanto se habló el otoño pasado: detrás de Grecia, Irlanda y Portugal venía España y, después, Italia. Recuerden que hace cinco años aquí ganó Berlusconi, y ganó de largo. Asociado, aún entonces, a Gianfranco Fini y con el apoyo de la Liga Norte. Pero tres años después reventaron las costuras de aquel acuerdo. Los muy malos indicadores económicos se sumaron a los muy sonados escándalos en los que se veía envuelto el primer ministro.
Europa le perdió el respeto a Berlusconi sólo después de que él se lo hubiera perdido a los italianos. Fini se divorció del cavagliere y le dejó al albur de una moción de censura. El presidente de la Republica, Napolitano, forzó la renuncia de Berlusconi y urdió un acuerdo parlamentario para encargar el gobierno al tecnócrata bendecido por Bruselas y por Alemania: Mario Monti. Si todo hubiera ido según lo previsto (circunstancia que en Italia no se cumple casi nunca) Monti habría gobernado hasta las elecciones de primavera de este año y en las urnas se habrían enfrentado el nuevo candidato del centro izquierda, un veterano llamado Bersani, y el nuevo candidato de la derecha, el heredero ya ungido de Berlusconi, Alfano (con el outsider mesiánico Beppe Grillo como tercero en discordia y gran incógnita). Pero en Navidad los planes volvieron a irse al garete cuando el incombustible Berlusconi le retiró su apoyo parlamentario a Monti y anunció que él mismo volvería a ser candidato. Monti hubo de improvisar su propia plataforma política para concurrir a las elecciones, en la confianza de que rentabilizaría en las urnas su imagen de técnico por encima de la trifulca politica y responsable del enderezamiento de la economía italiana, su prestigio (que lo tiene) ante los gobiernos europeos, las organizaciones internacionales y la onmipresente señora Merkel. Y eso es precisamente lo que no ha ocurrido. Entre un Monti ortodoxo y sosegado y un Grillo heterodoxo y vociferante, hay más italianos que prefieren lo segundo.
La palabra de la noche es ingobernabilidad. Con su derivada, inestabilidad. Y su consecuencia inmediata, que es la prima de riesgo en alza y el efecto contagio, que es lo que más inquieta, claro, en la Moncloa. Bienvenidos a una noche electoral a la italiana.