El monólogo de Alsina

El monólogo de Alsina: Operación salida y operación ingreso

Les voy a decir una cosa.
Se acaba junio. Comienza la primera tanda de españoles veraneantes. Aquel que teniendo un empleo (que ésta es la primera condición para tener vacaciones) se coja sus días de descanso en julio, debe de sentirse ahora mismo más liberado que Blesa el día que le abrieron la puerta de salida del trullo. Enhorabuena a todos aquellos que os ponéis en marcha camino de la descompresión y la tregua laboral y no me tengáis en cuenta que os recuerde que la gasolina está hoy un 5 % más cara que hace un año.

ondacero.es

Madrid | 28.06.2013 20:10

La primera operación salida del verano, con sus atascos y sus no sé cuántos millones de desplazamientos, llega justo un día después de que el juez Ruz le abortara la operación salida a Luis Bárcenas convirtiéndola en operación entrada, o en términos penitenciarios, “ingreso”. Lo de Bárcenas, por tanto, no cuenta como vacaciones: primero, porque este señor hace tiempo que no trabaja; segundo, porque estos días que se ha ido a pasar a Soto del Real no lo son por voluntad propia. Hoy ha dicho su abogado, voluntarioso, que no tiene sentido creer que su cliente vaya a fugarse de España porque ¿a dónde  iba a ir, si es conocido en todo el mundo? ¿Dónde va a ir, si todo el planeta sabe, a estas alturas, la cara que tiene Bárcenas? Hombre, no es por contradecir al letrado, pero en Laos, por ejemplo, es posible que por “Bárcenas” no les suene nada. Famoso es en las Españas y, si acaso, en Suiza, pero más allá de eso, a ver, no es Julio Iglesias. Y siempre podría quedarse a vivir en el aeropuerto de Moscú como “pasajero en tránsito”. Es verdad que hasta ahora no se ha fugado, pero como le han pillado moviendo dinero de unas cuentas a otras y como ahora se le acusa de más delitos que antes (falsificación de documento mercantil e intento de estafa) y con castigo más serio, el juez entiende que es razonable considerar que los riesgos han aumentado y que las cautelares deben también, por tanto, incrementarse. Ya no es aquello que decía Bárcenas a los periodistas con los que quedaba en privado: como mucho, me caerá un delito fiscal y, además, prescrito. Pues no, hay más posibles delitos. Y para desgracia de L.B., el juez Ruz no es Elpidio Silva, sus autos y decisiones acostumbran a estar muy bien argumentados, de manera que las opciones de que le sea admitido el recurso son escasas. A Rajoy le han preguntado si teme que el nuevo recluso preventivo se anime ahora a tirar de alguna manta y ha respondido que no: “Ni me preocupa ahora ni me ha preocupado nunca”. Ya están otros preocupados por él. Por si, en la tradición de los escándalos políticos en España, al presunto delincuente cazado se le afloja la lengua entre rejas. De procesados que empezaron negándolo todo y acabaron cantando la traviata están las sentencias de la Audiencia Nacional llenas.

No cuenta, por tanto, como vacaciones lo de Bárcenas y tampoco cuenta lo de Beatriz Viana, que hasta esta mañana era la directora de la Agencia Tributaria. Hoy cesó abruptamente en su cargo a la manera de los Stark de “Juego de tronos”, es decir, decapitada. Aunque la versión oficial dice que presentó voluntariamente su renuncia (los clásicos) todo indica que el hacha de Montoro cayó sobre su desafortunada cabeza en acto de expiación por la sonada pifia de las fincas de la infanta. Al final comprendió el ministro que, por mucho que pidiera disculpas a diario con reiteración dramática, este escándalo no se resolvía con un comunicado nocturno de tres folios que aclaran nada. Incumplido el compromiso de “dar todas las explicaciones necesarias” (de rueda de prensa ni hablamos), ha acabado por hacer el ministro lo que el manual dice que hay que hacer cuando te pillan con el carrito del helado metiendo gravemente la pata: sacrificar un peón, es decir, que ruede la cabeza de algún propio. Entre marcharse él, prescindir del secretario de Estado de Hacienda o pegarle la patada a la directora de la Agencia, Montoro optó por lo tercero: Beatriz, te-ha-tocado. Entiéndelo, el patinazo en tu departamento ha sido demasiado sonado; y la prensa, ya lo sabes, no pasa una; y casi mejor no te ponemos a responder preguntas de los periodistas porque acuérdate lo que pasó la última vez, o la única vez, que te preguntaron por la amnistía fiscal de Bárcenas, soltaste un speech sobre asesinos que decidieran acogerse a la regularización fiscal y luego te captaron los micrófonos diciéndole a tu jefa de prensa: “no sé ni lo que te dicho”. Al final, te han invitado a irte el mismo día que Bárcenas ha dormido entre rejas. O, como ha dicho Montoro, a irte a medias, porque seguirá contando contigo en algún otro puesto. Lo que refuerza la idea de que es un burladero táctico para intentar frenar la riada. Un peón sacrificado y sugerido, probablemente, desde arriba.

Montoro aprovechó el consejo de ministros de hoy para hacer lo que mejor se le da: subir impuestos. Hoy tocaban el tabaco y el alcohol, que como son impuestos políticamente correctos (y que siempre pueden justificarse con el argumento de la disuasión y la salud ciudadana), los gobiernos no los consideran ni impuestos. Sólo así se concibe que Rajoy lleve meses repitiendo que ya no hay más subidas de impuestos mientras su ministro de Hacienda no deja pasar una oportunidad sin subirlos. Suben el tabaco y el alcohol (esto para todos los mortales) y aprieta de nuevo el gobierno sobre las empresas, eliminando deducciones del impuesto de sociedades, es decir, y en la práctica, obligando a que las empresas, las grandes compañías, se retraten más. En este caso el argumento es otro clásico: situarnos en la media europea, porque ahora se paga por sociedades bastante menos (el día que convenga ya presumirá el gobierno de lo contrario, de que aquí se pagan menos impuestos que por ahí fuera, los argumentarios se fabrican a medida). Y además, nace un nuevo impuesto: el ministro ha dado a luz el nuevo tributo sobre los gases florados, es decir, el aire acondicionado. ¿Tengo que pagar un impuesto por haberme colocado un Split en el salón de casa? No, tú te libras. El impuesto lo pagarán los fabricantes, o sea, el próximo cliente que se compre un aire acondicionado y al que los distribuidores le cobrarán más que ahora porque a ellos el fabricante también les cobrará más, para satisfacer así, entre todos, la gran conciencia ecológica (sobrevenida) que ahora exhibe Montoro.