El monólogo de Alsina

El monólogo de Alsina: 'El estado de derecho no se somete a chantaje, o sea, que compareceré si quiero'

Les voy a decir una cosa.

Ya que se ha aficionado a la frase, igual se la dice también a Pérez Rubalcaba: “El estado de derecho no se somete a chantaje”, o sea, que compareceré si quiero.

ondacero.es

Madrid | 16.07.2013 20:28

A Rajoy el líder del PSOE no se lo ha anunciado por SMS sino a través de los medios de comunicación, que es la única forma que les queda al PP y al PSOE de decirse cosas ahora que los socialistas han roto relaciones con los populares, esta expresión máxima del reproche que un partido le puede hacer a otro: nada quiero saber de ti, nada quiero tener contigo. Parece una canción de la Piquer pero es una declaración política de desafecto (y sólo eso, por cierto, una declaración cara a la opinión pública; mucha gente no se acuerda, pero Rajoy también rompió relaciones con Zapatero allá por el 2006 y a raíz de la negociación con ETA: ahí te quedas, presidente, yo te pongo en cuarentena). Alfredo Pérez Rubalcaba, líder socialista en horas demoscópicas bajas, ha alumbrado esta fórmula que es una suerte de moción de censura en condicional, un sí pero no y hasta aquí llego porque más herramientas para meterte presión no tengo. “O vienes de una vez al Congreso o te censuro”. O vienes por las buenas o te planto una moción de censura y te obligo, así, a venir por las malas. Es verdad que, incluso con moción de censura, el presidente puede pasar olímpicamente de personarse en el Congreso (es tradición enviar a un subordinado para que suba a la tribuna a dar la réplica), pero la imagen que transmite, en ese caso, es de un desdén tan enorme al Parlamento que sólo con ello ya estaría justificando la censura.

Alfredo Pérez Rubalcaba, líder cuestionado por una parte creciente de su partido, ha visto en el caso Bárcenas lo que es: un problemón muy serio para el partido en el gobierno, un motivo de erosión severa para el señor Rajoy y oxígeno, por tanto, gasolina, para el propio Rubalcaba y para su partido. Todo eso es cierto: este escándalo es una bandera que Rubalcaba agarra y levanta para hacerse ver como lo que es (el dirigente máximo del PSOE) y también como lo que no acaba de ser, (una alternativa creíble y con apoyo social mayoritario al actual gobierno). Reprocharle a Rubalcaba que aproveche el giro que ha dado el caso Bárcenas para ganar terreno y hacerse ver es como reprocharle a un hombre hambriento que, teniendo delante una bandeja de cochinillo crujiente, se abstenga de hincarle el diente (lo del cochino es una imagen, no me la tomen al pie de la letra). Zumbar al PSOE por apretarle al PP donde hoy más le duele es como zumbarle al PP andaluz porque se empeñe en celebrar cuantos más plenos parlamentarios mejor sobre los EREs: si el partido que gobierna (la nación o la comunidad autónoma) tiene un escándalo de corrupción que le arde, nada más lógico que el empeño de la oposición en obligar al presidente a dar la cara y enfrentarse a una lluvia de tortas parlamentarias. A uno sólo se le puede obligar a hacer algo cuando él se ha resistido, o negado, a hacerlo voluntariamente. De acuerdo, es el mismo Rubalcaba que le reprochaba al PP, siendo ministro, que le preguntara todas las semanas por el caso Faisán, pero también es el mismo Rajoy que exigía la comparecencia de Zapatero para debatir el chivatazo y le decía al entonces presidente (cómo es la historia): “no vale escudarse en que hay un procedimiento judicial abierto” para eludir su obligación de acudir a esta Cámara.

Todos los grupos de la oposición le han estado dando vueltas, desde el viernes, al qué hacer para sortear la obstrucción parlamentaria del grupo mayoritario, esta llave que siempre tiene la mayoría de la cámara para abrir o cerrar la puerta a las comparecencias que se solicitan. En el caso que nos ocupa, el grupo del gobierno cerró esa puerta la semana pasada con doble llave y le echó el candado: no veía necesaria la comparecencia de Rajoy cuando se publicó el primer original de los papeles del ex tesorero y sigue sin verla ahora  que se han publicado los mensajes de texto. La Moncloa sí ha visto pertinente que el presidente respondiera dos preguntas en una rueda de prensa pero sigue sin ver oportuno que responda a unas cuantas preguntas más en sesión parlamentaria. Aún tiene margen para rectificar ese criterio y admitir la comparecencia que están reclamando todos los demás grupos. Es más fácil justificar un cambio de criterio, o rectificación, que haga posible la comparecencia que justificar el empecinamiento en la negativa. Siempre que sea cierto esto que el presidente del gobierno repite: que no tiene nada que ocultar, que apuesta por la transparencia. De hecho, cuando un gobierno quiere demostrar esas dos cosas lo que hace es...solicitar él mismo la comparecencia; lo anuncian sacando pecho: el presidente comparecerá a petición propia. Eh, que quede claro que va porque él quiere. Uno queda mejor cuando toma la iniciativa para explicarse que cuando la toma para impedir que le hagan explicarse. Cuando de debatir en el Parlamento los asuntos que están en la calle se trata, más vale que sobre a que falte. Mejor pecar por exceso que por defecto. Hasta esta mañana, el gobierno podía haber tomado la iniciativa para comparecer en la cámara, abrir las ventanas y dejar entrar el aire. Desde este mañana sigue con opción a hacerlo, pero ahora ya está condicionado por el ultimátum que le ha dado Rubalcaba. Si Rajoy al final comparece, que probablemente lo hará, no podrá evitar que parezca que lo hace a rastras y fruto de la presión del líder socialista: en esto Rubalcaba le ha ganado por la mano.

Aquel que se resiste a acudir al Parlamento, como aquel que se resiste a convocar conferencias de prensa, se convierte a sí mismo en sospechoso de estar escondiéndose. Y el argumento que no debe hablarse, ni en el Congreso ni en los medios, de aquellos asuntos que puedan perjudicar la buena imagen de España, es un truco tan viejo y tan gastado que no merece ser llamado “argumento”.