A unos pocos metros de aquí está la puerta que cruzarán mañana los cardenales, bien tempranito, para acceder al Vaticano; la puerta que no volverán a cruzar hasta que hayan resuelto quién es el papa. De hecho, uno de ellos ya no la cruzará de regreso a casa porque se quedará a vivir aquí, a vivir y a gobernar -en otros tiempos habríamos dicho a vivir y a morir, pero ahora ya, con el precedente Ratzinger, no se sabe-.
Hoy Italia está haciendo vida corriente -vida de italianos comunes que se desayunan cada mañana, como nos pasa a nosotros, con malos indicadores económicos, peores aquí que en España porque aquí se ha publicado hoy el PIB del cuarto trimestre de 2012 cayó un 0,9 %; en el conjunto del año, un 2,2 % de mengua; la previsión para este 2013 es también de caída, de casi un punto, sólo que aquí, en estas circunstancias tan adversas, la tasa de paro roza el 12 %, menos de la mitad de la que sufrimos en España, nuestro hecho diferencial, el paro-.
Hacen los italianos este lunes vida corriente, pero expectantes ante lo del papa y, más aún, ante lo de Berlusconi, el papa de la derecha política y mediática que, a diferencia de Ratzinger, nunca pensó seriamente en irse a casa. A Berlusconi el truco de la llorera (la uveítis, una inflamación ocular, no confundir con la huevitis, que es otra cosa, también muy de Berlusconi) no le ha funcionado del todo porque ni el fiscal ni los jueces se creen que su estado sea tan delicado como para no acudir a declarar en el caso Ruby (Ruby rompecorazones, ¿se acuerdan?). Los inspectores del tribunal se presentaron en la clínica a verificar lo malísimo que está el cavaliere y, naturalmente, verificaron lo contrario, que las molestias oculares no son obstáculo para declarar, pero con todo y con eso, Berlusconi hoy permanece hospitalizado y su declaración ha quedado aplazada. Pero lo más sonado del día aquí no es eso –de Berlusconi se espera cualquier cosa- sino que la plana mayor de su partido, con el heredero Alfano al frente, se haya concentrado en plan protesta ante la sede del tribunal de Milán.
Un plante para meter presión a los jueces, aquello del paraguas que le gustaba hacer a Arzalluz, cómo olvidarlo. ¡Quieren eliminar a nuestro líder!, proclaman los berlusconianos, “¡persecución, emergencia democrática, que intervenga ya Napolitano!” Napolitano, como saben, es el jefe del Estado italiano y el encargado de desenredar el lío político que ha salido de las urnas. A él Berlusconi nunca le ha caído muy simpático, pero ya le tocó salir en su defensa hace un par de semanas en Berlín, cuando al líder de la socialdemocracia alemana se le ocurrió referirse al ex primer ministro como un payaso.
Aquí mucha gente ve a Berlusconi así, pero una cosa es que lo digan los italianos y otra que venga un señor alemán a decírselo en los morros a Napolitano. La derecha ha organizado ruido hoy en Milán mientras la izquierda intenta sofocar su propio ruido...interno. Bersani, vencedor decepcionante de las últimas elecciones generales, mantiene que él está en condiciones de asegurar la estabilidad del nuevo gobierno, pero la única opción que se abre paso --en vista de que Grillo hace la guerra por su cuenta-- es alcanzar un pacto con la derecha que reventaría las costuras de su propia coalición. Entre los que no quieren ni oír hablar de ese acuerdo está un señor que se llama Matteo Renzi, que perdió las primarias con Bersani pero que, visto el resultado, se afianza como posible futuro líder de la izquierda italiana, tan dada, por otra parte, a mudar de líderes. Es como el Chacón de aquí, el que le mete presión a Rubalcaba por Ponferrada, con la diferencia de que Bersani aún conserva capacidad para decir lo que hay que hacer y que se le haga caso.
Como si fuera un cardenal confesándose antes de las congregaciones generales, Óscar López, número tres del PSOE volvió a darse esta mañana golpes de pecho: mea culpa, mea culpa, no medí bien la moción de censura en Ponferrada. El acto de contrición de López empezó el viernes por la noche en este programa, pero no ha evitado el desastre en que se ha convertido esta historia para el líder del partido. La crisis del botillo lo devora. Cuando le preguntamos a López el viernes si el alcalde Folgueral acataría la instrucción de Ferraz nos contó que, en realidad, no había conseguido hablar con él, lo cual indicaba ya que entre sus planes no estaba hacerle caso a Rubalcaba. Y se veía venir: a un alcalde que se hace mantear por sus compañeros a la puerta del consistorio para festejar que, por fin, ha conseguido hacerse con el bastón de mando no se le puede pedir que cinco horas después lo entregue. Bueno, pedirle se le puede pedir, incluso exigir -como hizo Rubalcaba- pero te arriesgas a que te diga que verdes las han segado y que antes muerto que sencillo, antes expulsado del partido que privado de la alcaldía. La palabra es papelón.
El del alcalde también, pero sobre todo, el del secretario general del PSOE, que encadena un fiasco tras otro, del debate de la Nación a Ponferrada pasando por el PSC y las primarias de Pachi Vázquez. Bueno, y el cónclave, ¿qué? ¿Cómo van las primarias del Vaticano? Pues aquí primarias no hay. Hay tanteos. Papables que mañana empezarán a medir sus apoyos en la votación de última hora de la tarde, la primera fumata, que será como Turkson, negra.
El entretenimiento de las quinielas continúa. De las quinielas y de las apuestas. Hay quien va a hacer mucho dinero como salga un papa del pelotón de cola. Lo que habría disfrutado estos días aquel papa terrible que les birlaba el dinero a los peregrinos para jugárselo en las casas de apuestas. Engalanado ya el balcón, cerrada al público ya la Sixtina, lo más entretenido esta mañana en la la plaza de San Pedro fue ver a los turistas a la caza de un cardenal de carne y hueso. En cuanto asomaba un solideo colorao por alguna de las puertas vaticanas se iban tras él los curiosos con el móvil en alto y disparando fotos. Primero lapersecución y las fotos, luego ya preguntaban quién era aquel señor que iba al paso ligero con los gendarmes a su vera.
En las apuestas no ha habido cambios. Odilo Scherer (Sao Paolo) y Angelo Scola (Milán). Con O’Malley de tercero en discordia (“ayer dijo que él regresa a Boston seguro”). Un Scola sería apostar por lo tradicional; un Scherer,cumplir con los pronósticos; un O’Malley ya sería más raro y más innovador, el papa monje que habla de la humildad y la pobreza, el mismo que vendió la residencia del obispo de Boston para pagar las indemnizaciones de las victimas de abusos. Miedo les da a los más tradicionales que salga O’Malley: lo de vender propiedades de la jerarquía les aterra. A Juan Pablo I, Luciani, le dio por especular en público con la idea de entregar el Vaticano, con todos sus museos, a una organización internacional y llevarse la jefatura de la Iglesia a un barrio obrero y esa misma noche le dio un infarto que acabó con su especulación y su papado.
Es verdad que hubo una vez un papa que empeñó la tiara para comprar palmas para el domingo de ramos, pero no porque fuera desprendido, sino porque se había gastado antes todo el dinero del Vaticano llevando a la ruina la cátedra de San Pedro. Se llamaba Inocencio y tuvo dieciséis hijos, pero casi nadie se acuerda de él porque tras él llegó - injusto paradigma del vicio y la corrupción- el Papa Borgia.