Rajoy habrá podido testar la solidez de eso que algún medio llamaba “la rebelión de los barones populares” (algo así como un amotinamiento) y los barones, sobre todo los que vienen expresando un criterio menos armónico con los argumentarios de Moncloa y Montoro -los Monago, Ignacio González, Herrera, Rudi- habrán testado, a su vez, el liderazgo del jefe, su capacidad para sofocar la disidencia y llamar al orden de una manera, digamos, poco lánguida.
Planteada la comida como un simulador -un ensayo previo- de lo que pasaría si el gobierno convocara hoy Conferencia de Presidentes para informar a los interesados de cómo queda lo del déficit, lo suyo habría sido que cada comensal acudiera provisto de manómetro para medir la presión que es capaz de soportar y la presión que es capaz de ejercer sobre los otros. No descarten que Rajoy les haya dicho en algún momento de la comida a los barones díscolos, apelando a su lealtad, algo así como “no me seáis Aznar, no me seáis Aznar”. Que él ya no es presidente y vosotros, sin embargo, aún no estáis confirmados como candidatos. Mirando, sobre todo, a Ignacio González, único barón que subrayó, en público, lo enormemente interesantes que le habían parecido las reflexiones del ex presidente.
Esto de los objetivos asimétricos (nombre obtuso) ya saben ustedes en qué consiste. Hasta el momento, España tenía que cumplir cada año un objetivo de déficit público (que nos marca la comisión europea, ni soberanía ni gaitas) y que, hasta ahora, era el mismo para todos los países de la zona euro. A su vez, el gobierno decidía aquí el reparto del peso y les ponía tarea a los gobiernos autonómicos: este año no os podéis pasar del 1,5 %, ¡y al que se pase lo pongo a limpiar letrinas -decía Montoro en su papel, tan querido, de sargento de hierro- ¡o lo intervengo! (¿se acuerdan?, mando a los hombres de negro y convierto a Artur Mas en un florero). Naturalmente, una cosa es poner tarea y otra que ésta se cumpla.
Para 2012 el tope era del 1,5 de déficit y la Comunidad Valenciana, por ejemplo, hizo un 3,45; Murcia, un 3,02; Andalucía, 2,02; Cataluña, 1,96; Baleares, 1,83; Castilla la Mancha, 1,53 %. Seis autonomías no cumplieron la tarea. Y las administraciones públicas, en su conjunto, tampoco. ¿Qué fue ocurriendo durante el último año? Que el gobierno central, viendo que era incapaz de cumplir con aquel objetivo del 4,5 % de déficit que nos habían puesto para 2012, dio la lata en Bruselas para que nos aflojaran la correa. Y lo hicieron: el 4,5 se convirtió en un 5,3 y el 5,3 se acabó convirtiendo en un 6,3.
Dices: ni aún así cumplimos. Cierto, pero tuvo éxito (así lo publicitó cuanto pudo la Moncloa) el discurso que Rajoy había hecho ante sus colegas europeos. Que, básicamente, consistía en dos ideas: una, hay que adaptar el ritmo de recorte del déficit a las circunstancias económicas en las que estamos; dos, cada país es diferente a los otros, luego debe considerarse también esa diferencia al fijar las tareas. Bingo, en Bruselas el discurso de Rajoy cuajó y se tradujo en revisión de objetivos. Y justo por eso, en España los gobiernos autonómicos que más déficit tienen le empezaron a hacer a él el mismo discurso: uno, hay que adaptar el ritmo de recorte a la recesión en que estamos; dos, cada autonomía parte de una situación diferente, luego téngase en cuenta.
En una parte del discurso hicieron piña todos los barones autonómicos; en la otra es donde empezó la guerra. La parte en la que todos coincidieron fue: presidente, dénos más margen para tener déficit; si a usted le han aflojado en Bruselas, aflójenos usted también a nosotros. Oye, si te permiten más desajuste en las cuentas tú te permites hacer menos ajustes, menos problemas. La segunda parte, sin embargo, disparó el celo regional de cada presidente por lo suyo e hizo crecer el pique entre unos barones y otros: si hay un objetivo de déficit, dicen los que cumplieron en 2012, ha de ser el mismo para todos; al contrario, dicen los que no cumplieron, ese objetivo debe ser diferente para cada región como ya es diferente para cada país en la Unión Europea.
El gobierno empezó en el primer discurso -café para todos- pero ha evolucionado hacia el segundo -déficit a la carta-. Claro, si el único gobierno incumplidor hubiera sido el catalán -el único que estuviera pidiendo trato diferencial- todo sería más fácil en la Moncloa: repartes un argumentario que diga hay que ver, esteArtur Mas que siempre lo incumple todo, que es un pésimo gestor y un secesionista que pide pasta mientras amaga con referendos, y ya tienes el debate resuelto. Ah, pero no es sólo Artur Mas. Ni siquiera es Artur Mas quien más déficit arrastra. Esa medalla la tiene Alberto Fabra, gobierno valenciano, seguido por Valcárcel, región de Murcia. Y es ahí donde al PP se le convierte este debate entre administraciones en una bronca de familia: Monago saca pecho porque él ha cumplido y reclama mismo trato para todos y Fabra le pregunta por qué le está pisando la manguera.
Terminada la reunión, el PP ha difundido un comunicado de cartón piedra que dice que hay acuerdo en lo sustancial. Oe, oe, oe. El problema es que lo “sustancial” es bien poca cosa. Están de acuerdo en que el déficit debe irse corrigiendo, mira tú. Y hasta ahí llega el acuerdo. Es decir, y traducido, que no sigue el desacuerdo.
Éste es sólo el primer round, la primera parte del combate. La segunda será la negociación del nuevo sistema de financiación autonómica. Que ahí es donde algunos barones regionales le dan la vuelta a su discurso, como si fuera una chaqueta reversible, y donde antes reclamaban mismos criterios para todos pasan a reclamar criterios diversos, cuanto más abundantes mejor y haciendo bandera siempre, claro, de aquellos que más favorables les resulten: hay que tener en cuenta el crecimiento de la población; no, hay que tener en cuenta la dispersión de la población; no, lo que hay que tener en cuenta es el envejecimiento; al revés, lo que debe pesar es la población de menos de 16 años. La última vez que Zapatero abrió ese melón (año 2009) metió tantos criterios distintos para calcular lo que le toca a cada uno que pese a estar en recesión económica -menos dinero a repartir- pudo hacer aquella afirmación que Rajoy, de momento, no puede hacer suya: Cómo va a haber descontentos –dijo ZP- si todos salen ganando.
Entre lo de Aznar de la semana pasada y lo de los barones regionales de hoy, se asienta la impresión de que el PP, que ya era gobierno, es ahora también su propia oposición. Más efectivo en esta segunda labor que en la primera.