Añoranza de otros tiempos en los que el viento soplaba a favor y el criterio que, en cada asunto, manifestaba el partido importaba e influía en la sociedad española. Los socialistas se duelen -con razón- no sólo de los vaivenes del último año y medio y la división interna creciente que todos ellos conocen, no sólo de la infinidad de cargos electos que han perdido en las últimas convocatorias electorales, sino del eco menguante que obtienen sus iniciativas y sus ideas. Si hay algo peor para un partido político que la crítica social a sus propuestas es la irrelevancia. Éste es el vértigo que sienten dirigentes y militantes muy activos y muy comprometidos de este partido, el vértigo que produce el miedo a acabar siendo irrelevantes.
“Empecemos por estar todos más serenos”, ha dicho hoy Ramón Jáuregui, “porque eso nos ayudará a ser lo que fuimos”. Hay que ver, con lo que nosotros hemos sido. Rubalcaba, líder tambaleante que no cuaja -o en palabras del The Economist de mañana, “líder cercado con una soga al cuello que cada día se aprieta un poco más”- ha convocado para hoy reunión de su ejecutiva (que, en efecto, es muy suya porque casi todos sus integrantes son afines) en un intento por recuperar pie e inyectarse oxígeno a sí mismo y a losmiembros de su equipo, tocados por la pifia de Ponferrada. Más tocado que nadie, se sabe, Óscar López, pero afectados todos por las salpicaduras de un despropósito que dejó a la dirección federal en ridículo.
Con Óscar López hace Rubalcaba un poco lo que Oriol Pujol: un gesto para que parezca que pierde poder pero sin perderlo, se le castiga por el fiasco ponferradino pero sin desterrarle; sigue siendo secretario de organización pero con menos funciones. En beneficio de Elena Valenciano que gana peso como vicejefa: se le encomienda, desde ahora, coordinar el partido con el grupo parlamentario (eso dice la versión oficial, en realidad lo que se está diciendo es lo que todo el mundo en el PSOE sabe desde hace meses, que Soraya Rodríguez, la portavoz parlamentaria que eligió Rubalcaba, no da la talla). Flaquea Soraya, cojea López y Valenciano, por sí sola, no da para tanto. Las vigas rechinan y se mueven bajo los pies del secretario general. Ante la amenaza de desmoronamiento, el plan de emergencia: apuntalar el edificio con un buen tronco.
El tronco se llama Jáuregui y no requiere, a estas alturas, de más presentaciones. Ya tiró de él Rubalcaba cuando le hicieron vicepresidente y lo reclamó como ministro de la Presidencia. Ahora vuelve a tirar del veterano inventándose una silla en la ejecutiva (delegado para la Conferencia Política de octubre, llámelo equis) para que Jáuregui la ocupe. Es un doble reconocimiento del secretario general: reconocimiento al currículum de un tipo serio y que trabaja, y reconocimiento de que el equipo que formó en su día renqueaba. Paso al veterano y a confiar en que lo de Ponferrada escampe. No sólo por el papelón que allí se ha hecho sino por el combustible que le han regalado al rival interno, los chaconistas que siempre están ahí, moviéndole la alfombra al líder y aprovechando sus errores para acelerar el desahucio. Que el proyecto de Rubalcaba no funciona -no despega- lo reflejan todas las encuestas. Es verdad que la posición de un partido que gobernó siete años y falló clamorosamente en la gestión de la crisis económica no es la idónea para remontar en la confianza ciudadana -máxime si los dirigentes actuales ya estaban en aquella época, y eso vale para Rubalcaba y para Chacón-, pero la alarma se ha encendido en el PSOE porque el desplome electoral (en sondeos) del partido que gobierna no se traduce, ni de lejos, en recuperación del adversario.
Los socialistas tienen motivos -hay motivo, como decía aquel largometraje- para sentirse inquietos. Su mayor rival, el PP, está muy castigado en las encuestas, cierto, pero también está muy sólido en las instituciones, casi todas controladas por él y con mayorías abrumadoras. Y sus otros rivales, IU, UPyD, vienen por detrás empujando y mejorando mucho y muy deprisa sus expectativas electorales. A su vez, movimientos sociales nacidos y crecidos al margen del PSOE van asumiendo el protagonismo como cauce de expresión, de denuncia, de participación, de una parte importante de la izquierda. Es lógico que el PSOE se pregunte dónde estamos, qué somos, en qué nos vamos quedando. Con lo que hemos sido. De la ejecutiva de hoy nadie esperaba que salieran grandes reproches al que manda porque la ejecutiva son los que son, Valenciano, Patxi López, Lissavetzsky, García Page, Madina.
El sector que ganó el último congreso del partido pero que está perdiendo el post congreso, como aquel que creyó haber ganado una guerra sin calcular que después vendría la posguerra, más larga pero igual de dura, la guerra de guerrillas. Han sido tantos los dirigentes regionales que han dicho esta semana que nadie está cuestionando la continuidad de Rubalcaba que empieza a parecer que la cuestionan todos. Ha dicho Barreda: “en el partido se respeta a los secretarios generales en tanto en cuanto lo sean”. O sea, el fuero. Que el chaconismo sigue ocupado en que lo pierda. Carme Chacón, calculadora aspirante siempre a la espera, no dice nada de Rucalcaba pero juega a llevarle, en todo, la contraria. Si él vota en contra del derecho a decidir, ella no vota; si él se resiste a pedir comisiones de investigación, ella las reclama; si él no quiere primarias, ella sí las quiere y las quiere ya. Este pique permanente ya está muy visto y da para lo que da: mientras no haya clamor interno para deshacer el congreso de 2012, Rubalcaba seguirá al cargo y Chacón seguirá enredándole.
Hoy la clave de la pervivencia del veteranísmo no es la ex ministra (que ya va siendo también veterana) sino otro que tampoco es nuevo, PepeGriñán. El único PSOE potente ahora mismo es el PSOE de Andalucía. Dices: ¿a pesar de los EREs? Pues sí, con EREs y todo. Es Griñán quien tiene en su mano (o más bien en su pie) darle a Alfredo la patada.