Monólogo de Alsina: "Ojalá esta mesa de diálogo acabe siendo la gran sorpresa de la historia política de España por la abundancia y calidad de sus frutos"
Ahora que se está extinguiendo, han empezado a cogerle cariño. Está en vías de extinción Joaquim Torra. Y ahora que el hombre se acaba, políticamente, Pedro Sánchez le ha debido de encontrar el puntito.
Madrid |
La normalización de las relaciones afectivas. Por qué lo llaman amor cuando quieren decir Presupuestos. Del estreno trompetero de la mesa de partidos en la Moncloa lo que queda, por ahora, es la coreografía televisada que diseñó el de-partamento de bodas y bautizos de la Moncloa: los jardines, las sonrisas, los grupitos en conversación animada, el afectuoso saludo de Sánchez al hombre al que puso como un trapo durante la campaña. En fin, la imagen por encima de todas las cosas. Pero es verdad: en la política de ahora la imagen es lo que cuenta, que se lo digan al ministerio de Igualdad y a sus vídeos en pandilla.
Exageró un poco la señora Montero cuando dijo que en los últimos diez años todo fueron reproches entre los dos gobiernos. Mire, en 2012, hace ocho, Artur Mas estaba aprobando sus Presupuestos con el PP, fíjese lo enfrentados que estaban. En 2013 estaba negociando con Rajoy los 10.000 millones nuevos para el FLA, el Fondo de Liquidez Autonómico. En 2016 era Soraya la que estaba pactando con Junqueras un plan económico para Cataluña de cuatro años. Pero bueno, sigamos reescribiendo la historia.
En lo que no exageró Montero fue en su pronóstico de que, por mucho que la mesa ésta (o la versión light de la mesa) se vaya a reunir todos los meses, no debemos esperar que fructifique nada concreto en mucho tiempo.
Por lo demás, palabras y más palabras. Los eslóganes, las frases hechas, la propaganda. La agenda del reencuentro, los años de sufrimiento, el conflicto político. Se resiste el gobierno Sánchez a superar la fase discursiva. Consciente de que en algún momento tendrá que aplicarse esto que dicen los agricultores: que menos predicar y más dar trigo.
La prometida transparencia de momento flaquea. Tres horas hablando catorce personas y todo lo que nos han contado es que la cosa será larga. Eso, y un folio en el que el primer párrafo se va en nombrar a los presentes y el resto en repetir cosas ya sabidas. Lo del conflicto político y lo del marco jurídico. Es decir, que como ocurrió en Pedralbes se renuncia a decir que el acuerdo habrá de ser constitucional y se sustituye por esto del marco jurídico. El gobierno Sánchez se en-cargará ahora de contarnos que para él significa lo mismo (todo dentro de la Constitución, nada fuera de ella) y el gobierno Torra se ocupará de contar que para él significa derecho internacional (que le den a la Constitución en todo aquello que no nos sirva). Ya sabe usted que para Puigdemont y Junqueras existe un derecho internacional que dice que Cataluña es un pueblo soberano y que la autodeterminación es un derecho.
El mejor de los escenarios para el gobierno central, ¿cuál es? Pues sacar adelante los Presupuestos Generales, que en las elecciones catalanas se consume el divorcio de Puigdemont y Junqueras, que Esquerra tenga diputados suficientes para hacer un gobierno apoyado por el PSC y Podemos y enfriar la cuestión catalanaestirando la mesa de negociación hasta poder someter a votación en referéndum un acuerdo que no contenga ni autodeterminación ni independencia.
El problema es que la historia de los últimos diez años obliga a tener presente el cuento de la lechera. No es Sánchez el primer presidente que creyó haber encontrado la vía para enfriar el ardor nacionalista. Zapatero creyó que lo tenía hecho con un nuevo Estatuto que la sociedad catalana no había pedido y con un sistema de financiación autonómica negociado (y a la medida) del gobierno catalán de entonces. Montilla proclamando que por fin se le hacía justicia financiera a Cataluña y que aquello sería muy bueno para España. Año 2009. Tres años después estaba Artur Mas en la Moncloa exponiéndole a Rajoy lo insatisfecho que estaba con la financiación autonómica y lo imperioso que era darle a Cataluña un concierto como el vasco. Rajoy también creyó haber encontrado la vía para enfriar el independentismo incipiente de Mas y sus y ya sabemos cómo terminó aquello. Se lo recordó ayer Pedro Sánchez a Pablo Casado en el Congreso.
El número de independentistas se multiplicó en Cataluña el día que Artur Mas convirtió Convergencia Democrática en un partido independentista. Y según Sánchez, la culpa de que lo hiciera fue del PP. Ahora, entonces, le corresponde a él reducir el número de independentistas, aunque esté gobernando gracias al aliento (hoy volverá a quedar patente con el techo de gasto) de uno de los partidos que promovió los referéndums ilegales. Artur Mas, el líder con el que empezó todo, hizo ayer esta descripción del presidente del gobierno y de la diferencia que le encuentra con sus antecesores.
Por lo voluble de sus posiciones, no es fácil fiarse, pero por su apego al poder, es más receptivo a la negociación que los que hubo antes que él.
Ojalá sirva esta mesa recién nacida para que el independentismo se comprometa a respetar la voluntad del conjunto de los ciudadanos, no sólo de los catalanes. Ojalá esta mesa, que es fruto no de la convicción del presidente sino del fiasco que para él supusieron las últimas elecciones generales, acabe siendo la gran sorpresa de la historia política de España por la abundancia y calidad de sus frutos.
Hasta entonces, vale el lema aquel que apareció en una pintada en Buenos Aires en los tiempos del corralito: ‘basta ya de realidad, lo que queremos son promesas’. Y vídeos que normalicen las relaciones afectivas.
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