OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Nada tiene que ver con el derecho a la manifestación la algarada que montaron anoche los radicales en Barcelona"

Y si me escucha usted en Cataluña, no se olvide de la empatía. Salga a la calle exhibiendo empatía. Como buen ciudadano tiene usted que ser empático. Demostraría una frialdad inaceptable (corazón de piedra) si no empatizara usted. Mírese al espejo antes de salir y pregúntese: ¿quién soy yo? Un ciudadano corriente. ¡No! Un ciudadano empático corriente. Déjese llevar por la corriente. Ya habrá visto que es la palabra en Catañuña es empatizar.

Carlos Alsina

Madrid |

Hay tanta empatía en el aire que se respira olor a lavanda.

Y a neumático quemado, de acuerdo, y a cubos de basura ardiendo, de acuerdo también, pero sobre todo, a espliego. ¿O es que usted no lo nota?

· Empatizar, en esta semana de postuero, cálculo político y callejera algarada, empatizar significa mostrar simpatía hacia los delincuentes y los saboteadores pero disimulándola.

· Empatizar es criticar al Tribunal Supremo por las condenas pero tapándose con la coartada sentimental del dolor, la angustia, la tristeza.

Colau empatiza con los condenados.

Iglesias empatiza.

Errejón empatiza.

Los diarios catalanes empatizan.

Y Budó, la portavoz del gobierno catalán, no es sólo que empatice, es que ella empatiza más que nadie porque además de empatizar con los condenados empatiza también con los saboteadores de El Prat y del AVE. Toda ella es empatía, señora.

Obsérvese que con quienes empatiza la ministra de Torra no es con los viajeros que no pudieron volar, no es con las tripulaciones que no pudieron trabajar, no es con los damnificados por los desórdenes públicos. Es con quienes causan los desórdenes. Quienes quemaban anoche cubos de basura en el paseo de Gracia. Quienes tiraban las vallas que protegían la delegación de gobierno. Los pacíficos.

Y en rigor, en efecto, la portavoz del gobierno catalán (y el gobierno mismo) empatiza. Porque se identifica (eso significa empatizar) se identifica con los que cortan carreteras, cercan sedes oficiales e intentan asaltar un aeropuerto. Por eso cuando un periodista le pregunta a Torra si no es un poco contradictorio animar con una mano a la protesta y con la otra enviar a los mossos de esquadra a sofocarla dice que sí, que lo admite.

Lo ha visto usted, ¿no? La carga de la sospecha no sobre los asaltantes de aeropuertos sino sobre la policía que impide el asalto. Si se pasan, los agentes, todo el peso de la ley. De los que alteran el orden, apreteu apreteu, qué va decir su líder espiritual, que es Torra.

Y lo de su portavoz es aún peor. La señora Budó o estaba entrenando ayer para un festival de bromas pesadas o tiene, con perdón, una empanada mental que la inhabilita para cualquier cargo. Ésta es su explicación de por qué los mossos han de impedir que la gente entre al asalto en el aeropuerto de El Prat.

Esto es para nota: los mossos impiden que la gente tome la terminal para proteger a esa gente no vaya a ser acusada de sedición. Quizá usted pensaba que la policía impide que la gente asalte los aeropuertos para garantizar que estos sigan funcionando y que los viajeros puedan usarlos, pero ya ve que no; en Cataluña, no. Allí se impiden los asaltos para preservar a los asaltantes. Es decir, por empatía. Ya les dije que o era una broma pesada de una portavoz de guasa.

Y claro, el empanamiento argumental se contagia. De tanto escuchar a Torra y su portavoz corremos el riesgo de acabar todos tarumba.

Mira Carmen Calvo, la vicepresidenta en funciones, que expuso muy razonadamente ayer en el programa de Julia la obligación que tienen las autoridades de garantizar que los ciudadanos podamos moverrnos y hacer nuestra vida diaria, pero al final echó un borrón fruto, quizá, de este clima tan empático. Cuando mezcló, grave error, el derecho a manifestarse con el asalto de una terminal aeroportuaria.

Insistamos, con permiso de la vicepresidenta: manifestarse es una cosa y sabotear las infraestructuras es otra. Ya les dije a las siete que esto lo explicó mejor que Calvo su colega Ábalos, ayer en este programa.

Nada tiene que ver con el derecho a la manifestación la algarada que montaron anoche estos individuos que, al calor de la concentración ante la delegación de gobierno en Barcelona, la armaron luego volcando cubos de basura y prendiéndoles fuego.

Y eran unos cuantos los incendiarios, porque los mossos de esquadra, que llevan la iniciativa de las cargas policiales para disgusto de su máximo responsable, que es el president de la Generalitat, tuvieron que solicitar la ayuda de la policía nacional, preparada para actuar sólo cuando los mossos se ven desbordados.

Habrá que preguntarle a los profetas de la empatía y a los constructores de puentes si esta situación que se está produciendo en la calle, tipos que se pasan las leyes de convivencia por el forro y agentes de policía que impiden que se salgan con la suya –-atención equidistantes--, debe ser descrita también como un conflicto político que sólo se resuelve con el diálogo. Si acaso el consejero de Interior debe sentarse a conversar con los encapuchados y reconocerles su derecho a quemar unos cuantos cubos de basura cada noche para que éstos no se sientan desatendidos y maltratados.

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