opinión

Monólogo de Alsina: "Illa, el Salvador"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de Más de uno sobre el aumento de casos de coronavirus en España durante las navidades y además, habla de la candidatura del ministro de Sanidad, Salvador Illa, a las elecciones catalanas.

Carlos Alsina

Madrid | 04.01.2021 08:21

Día terriblemente invernal. Y víspera de la visita a España de los reyes de Oriente (que esperemos que no se den la vuelta si ven la imagen de esa señora pechos fuera en una fiesta de película apocalíptica que ha quedado como icono de la juerga rave de Llinars del Vallés y como imagen más repetida del comienzo del año en España). Dices: la señora no llevaba puesta la mascarilla. A ver, es lo único de lo que no iba puesta. Majestades, no dejen ustedes de venir a España que estos de la rave se habían escapado de una pesadilla de Álex de la Iglesia. Vengan ustedes, que este año nos hacen más falta que nunca.

Estrenamos la primera semana del nuevo año con peores números que los teníamos al despedir 2020 y con las malas expectativas que ya teníamos cumpliéndose. Desde el puente de la Constitución la incidencia del coronavirus en España vuelve a ir en aumento y es un hecho que esta concatenación de días festivos, en los que baja el número de test, el reflejo de lo que está pasando en la estadística oficial va con retraso. Como va con retraso, y ésta la parte que no era previsible, la vacunación de los grupos más expuestos. En Cataluña y Madrid se admite que los objetivos no se están cumpliendo por dificultades en el traslado de las dosis y en la reducción de actividad, y de plantillas, durante las jornadas festivas.

En fin, el año está recién empezando y todo es susceptible de mejorar. En breve el ministerio de Sanidad cambiará de cabeza visible y el gobierno se encargará de explicarnos que es lo mejor que se puede hacer: quitar al ministro y poner a otro, o a otra, que a ser posible no haya trabajado nunca en ese ministerio. La política ya sabe usted que tiene reglas que la razón no entiende: como Sánchez está convencido de que tiene al mejor ministro de Sanidad que ha habido nunca, lo levanta del sillón y lo manda a hacer campaña a Cataluña a sabiendas de que, en el mejor de los casos, conseguirá un buen resultado electoral para el PSC y se ocupará de gestionar, en adelante, el grupo socialista del Parlamento autonómico. ¿Es más importante tener un buen ministro de Sanidado tener un buen candidato en las elecciones de Cataluña? En este momento, y para Sánchez, lo segundo.

En cuarenta días, si la epidemia lo permite, la primera meta volante del año político: elecciones catalanas.

Oiga, no repite ni uno de los candidatos de 2017, aquellas elecciones convocadas por Rajoy al amparo del 155 (cuando el presidente quiso dar paso cuanto antes a un nuevo Parlamento que terminara con la situación excecional) y a las que concurrieron Junqueras creyendo que las ganaría, Puigdemont creyendo que podría volver para ser investido, Arrimadas sin llegar a creerse que ganara, Iceta pidiendo ya el indulto para los reclusos preventivos que aún ni siquiera habían sido juzgados, García Albiol intentando salvar la cara del PP (tortazo mayúsculo) y Domenech por los de Ada Colau (tan a disgusto se presentó Doménech que menos de un año después estaba colgando las botas y yéndose a su casa).

Cataluña no sólo celebra elecciones con mayor frecuencia que ninguna otra comunidad autónoma, sino que devora a sus líderes a una velocidad pasmosa.

La novedad es que el PSC, sin hacer ni medio debate previo ni consultar a la militancia, ha jubilado como candidato a Miquel Iceta (este señor al que Sánchez intentó hacer presidente del Senado) y ha sacado al césped al ministro Illa, el salvador. Que antes de ser ministro tuvo una trayectoria política bastante gris en cuyo mayor hito fue alcanzar la secretaría de organización de su partido, el PSC. Y prou. Todas las virtudes imbatibles que ahora le encuentran los estrategas electorales no debíeron de vérselas en los veinte años anteriores a la pandemia. Ahora sí, ahora se dice que encarna la mesura, la educación y la conciliación que Cataluña necesita. Y que lo suyo va a ser un revulsivo de tal calibre que el PSC sueña incluso con ganar las elecciones absorbiendo el voto de Ciudadanos, que se desangra. Oiga, nunca se sabe, ¿no?, pero mucho cambio sería ese, pero nunca se sabe. El PSC sólo fue el partido más votado en elecciones autonómicas en la época de Pasqual Maragall. O sea, hace veinte años. No las ganó con Montilla, otro líder carismático, ni con Pere Navarro ni, por supuesto, con Iceta.

Que el candidato del PSC lo decida el secretario general del PSOE queda raro, porque el PSC es un partido con historia suficiente como para tomar sus propias decisiones. Por eso se han abonado Sánchez, Iceta e Illa a este cuentito navideño que no han parado de repetir desde el viernes y que dice que la iniciativa, por supuesto, fue de Iceta (al defenestrado siempre se le concede que aparezca como el autor de la idea) y que Sánchez se limitó a aplaudirla mientras Illa estaba el hombre a por uvas. En fin, no es obligatorio creérselo. Ya hemos visto estos días cómo se nos ha explicado que si a un señor que va a ser candidato le preguntan en una entrevista ¿va usted a ser candidato? él hace bien en decir ‘no, no, el candidato va a ser Iceta’ aunque sea mentira. Todavía ayer decía Iceta en El País que él, siempre que le preguntaron desde septiembre a diciembre si sería el candidato respondió que en estos momentos lo era. Bueno, no es verdad. Tampoco eso es verdad. A finales de septiembre ya estaba el runrún de que Sánchez quería de candidato a Illa e Iceta,en este programa, lo descartó.

El mal negocio ya está hecho. Transparencia, le llaman. Luego se extrañarán de que nos creamos la mitad de las cosas que responden en las entrevistas. Por ejemplo, a Illa el salvador le preguntan ayer en la Vanguardia: '¿Facilitarán ustedes la investidura de Pere Aragonés, candidato de Esquerra?' Y responde: no, por supuesto que no.

Con la misma rotundidad con la que dijo que el candidato sería Iceta se puede decir cualquier cosa. Esto, ¿será verdad o como lo otro?

Dirá usted: ¿pero esto del candidato no era una cosa que se elegía en primarias? Ah, sí, es verdad, aquello de las primarias. La democracia verdadera en los partidos. Es interesante escuchar cómo narra Illa su ascenso a la condición de candidato, porque ni los militantes ni los órganos del partido aparecen por ningún lado.

Fue hablada, ¿por quién? Se tomó la decisión, ¿por quién? Pues eso, por Pedro Sánchez. La dirección del PSC se limitó a decir sí, bwuana.

Bueno, si dentro de cuarenta días el PSC, con su salvador, obtiene un resultado lo bastante bueno para impedir que el independentismo sume mayoría absoluta será una buena notica, porque la peor noticia de los últimos seis años ha sido la manera en la que inpependentismo ha usado el rodillo parlamentario. Con el comodín de la CUP y lo mismo para proclamar la independencia que para vulnerar los derechos políticos de la oposición, seis y siete de septiembre de 2017.

Los nuevos salmos ya han empezado a difundirse desde el departamento de persuasión y camuflaje de la Moncloa. Por ejemplo, que en Cataluña hay que cerrar las heridas. Se entiende que sin mencionar quién las abrió. Esto de cerrar heridas ya lo decía Iceta en 2017, recién ocurrida la sedición que hizo necesario aplicar por primera vez en España el 155 pero que ahora, pasada esta eternidad que son tres años, ya no le parece al PSOE que fuera tan grave. El segundo salmo es éste: ‘En Cataluña todos hemos cometido errores’. Que es una fórmula muy manida para extender la culpa a todos y, así, diluir la responsabilida de quienes más culpa tienen.

Al 'todos hemos cometido errores' habrá que replicar que 'unos más que otros', y que alzarse contra el cumplimiento de la ley no es cometer una equivocación, o un desliz, es cometer un delito. Claro que el presidente tiene la potestad de indultar a los políticos que se alzaron, malversaron y desobedecieron al Constitucional (y todo indica que ha decidido hacerlo), pero tendrá que decir claramente lo que está haciendo: perdonar el cumplimiento de la pena a los autores de delitos graves que están orgullosos de haber intentado tumbar la ley. Y, naturalmente, si el presidente cambiante que en su día prometió que la sentencia sería cumplida íntegramente va a seguir con la cantinela ésta de que 'todos hemos cometido errores', que empiece por contarnos los suyos. Sus errores, presidente, díganos, ¿cuáles han sido?